María José Zorrilla
Hace muchos años fui a visitar a una amiga inglesa a la Universidad de Leicester, un centro educativo fundado en 1918 gracias a un donativo de un fabricante de tejidos que para honrar a los muertos de la primera guerra mundial creó esta especie de monumento con el lema de “Para que puedan vivir”. Además de su llamativo lema, mucho llamó mi atención su “Pater Noster” un antiguo tipo de elevador de madera sin puertas que subía y bajaba lentamente sin detenerse y había que entrar con presteza si no quería uno quedar a medio camino con una pierna abajo y otra arriba. El nombre seguramente se debía a la necesidad de rezar un padre nuestro para que no te pasara nada. Realmente nunca pregunté el origen del nombre, pero precisamente en esta universidad fundada por Thomas Fielding Johnson y que hoy día cuenta con 18 mil alumnos, nace a mediados de los 90 el término “glocalización”. Palabra que durante el reciente foro de Davos volvió a salir a la palestra. Se trata de la combinación de dos palabras, globalización y localización creada por el sociólogo Roland Robertson para referirse a la forma de adoptar patrones globales a las condiciones locales. México entró de lleno a la globalización con la firma del TLC y la economía adquirió otro giro a pesar de que cientos por no decir miles de comercios y empresas familiares se quedaron atrás, otros desaparecieron y hubo quienes con cierta ligereza llegaron a pregonar que quienes no tuvieran los alcances para modernizarse, sistematizarse y globalizarse tendrían que desaparecer. Con el paso de los años la globalización fue adquiriendo tintes propios y me parece en una apreciación sumamente a la ligera que fueron el turismo y la gastronomía las primeras en dar un paso hacia lo local, subrayando la necesidad de resaltar el valor de lo regional. España siempre a la vanguardia turística sacó mucha raja a sus paradores, estancias, villorrios, casas rurales y empezó a promover recorridos regionales. A la par, la gastronomía se esforzó en rescatar productos locales. Destaca el famoso restaurante NOMA de Copenhague (acrónimo en danes de Nordik Mad -comida nórdica) que llegó a ofrecer en su sofisticado menú ingredientes locales como musgos y pastos por algo más de 600 euros. En este 2024 la glocalización vuelve a tomar relevancia. Las condiciones tan disímbolas de los países, las culturas, las condiciones socio económicas y climáticas hacen que el binomio de pensar globalmente y actuar localmente empiece a ser parte de nuestro día a día. Mientras que grandes productores de petróleo como Arabia Saudita están pensando en generar energías renovables aprovechando las ventajas que ofrece su territorio con amplias zonas desérticas y lo mismo está haciendo Egipto alrededor del Nilo, en el país seguimos pensando en el carbón y el petróleo. Los próximos gobernantes debieran estar proponiendo estrategias para aprovechar las características de nuestro suelo tan variado y replantear el serio problema de escases de agua en las zonas más industrializadas del país. Por otro lado, en materia turística vemos como las condiciones han cambiado radicalmente. La llegada de los nuevos sistemas de promoción y la aparición de la llamada economía colaborativa a través de plataformas como el Airbnb entre otras novedades nos obliga a replantearnos las formas de proponer y hacer turismo. En este sexenio morenista se erradicaron los sistemas de promoción efectiva como el CPTM (Consejo de promoción turística de México) y al Fonatur lo hicieron la caja chica de Morena. Al inicio de este 2024 los comentarios de los profesionales del turismo en Vallarta se refieren a la caída de ingresos de hasta un 30 por ciento en gran parte de los negocios establecidos. Así como el visionario textilero de Leicester hizo un monumento convertido en universidad para que siempre vivan los héroes, en el país debemos pensar en crear un mecanismo fuerte, sólido y autónomo, para que el turismo no se desvanezca ni la promoción esté a capricho del gobernante en turno. Ha llegado el momento de unir fuerzas para ejercer la glocalización. Generar mecanismos de promoción turística nacional con un enfoque en el crecimiento local mientras se despliega una estrategia global.