Libertad García Cabriales
Se puede hacer mucho con el odio; pero mucho más con el amor: William Shakespeare
No se puede acabar este loco febrero sin dedicarle unas letras al amor. En estos días, cuando mucho se habla de candidaturas y candidatos, de apuestas y encuestas acerca de las elecciones, de pasiones y ambiciones en el Olimpo de los poderosos; hablemos de lo que pasa en la calle, de las emociones de tantos mortales atravesados por cupido, algunos ofreciendo regalazos y otros rompiendo el cochinito y hasta endeudados para obsequiar algo a su amor. En nuestra ciudad, las avenidas y banquetas se llenaron como nunca ofertando flores y corazones. No sé si venderían todo, porque en la noche, los puestos seguían llenos de mercancía. Las noticias refieren disminución en ventas, con relación a otros años. O tal vez aumentaron los vendedores.
Con todo, la creatividad del mexicano es proverbial. Y San Valentín es San Valentín. Aunque se acabe la quincena, se celebra por todo lo alto. Además, el comercio espera con ansia el día, después de la temible cuesta de enero. Y hay de todo en la viña del amor y los regalos. Según el bolsillo, claro. Una joven me dijo que su novio le regaló una carta bonita, pero eso no la hizo feliz. El amor en tiempos de redes ya no se conforma con puras letras: yo quería mínimo un buen reloj, añadió la chica. Así anda cupido ahora, fijándose en el tamaño del sapo y la pedrada con cada vez más relaciones convenencieras y desechables reflejando el “mundo líquido” que habitamos. Lo sólido ya no está de moda diría Bauman.
Pero no todo está perdido canta Fito Páez. Todavía se entera uno de historias increíbles en pleno siglo XXI. Un ejemplo extraordinario es el de Esteban Pérez, un marino que ha esperado a su amada en una esquina cada 14 de febrero desde hace más de 25 años. La versión masculina de Penélope es un residente de Laredo Texas, tiene 58 años de edad y nunca se ha casado, pues ha confiado en el milagro de volver a ver a Cecilia, a quien conoció en un bar de Nuevo Laredo y se enamoró perdidamente. Conocido como el “soldado del amor”, su rostro adusto es la viva imagen de la tristeza, mientras lo entrevistan uniformado con un ramo de flores en la mano. No sé si será amor o ansia de amor, pero Esteban enfatiza no haber encontrado a ninguna como Cecilia.
Parece cursi, tal vez lo sea; pero los sentimientos son territorios complejos que no podemos juzgar. Habitamos el mundo más emocionalmente que racionalmente, dicen bien los expertos. Las emociones implican lo más profundo, lo más íntimo del ser humano. No es fácil hablar de sentimientos y menos todavía entenderlos. Los especialistas incluso, no han podido ponerse de acuerdo en la definición exacta del amor. El diccionario lo define como: “un sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa a la que se desea todo lo bueno”. Amar es querer el bien, decía Aristóteles. De eso podemos deducir diversos tipos de amor, no solamente el de pareja; pues podemos sentir amor a la familia, a la naturaleza, a la patria, a los amigos; dependiendo nuestra forma de ser y hacer.
Y nadie podría negar al amor como un motor que mueve al mundo. Da sentido a la vida, aun sabiéndonos mortales. Vivimos entre Eros y Tánatos, la vida y la muerte. Ahora mismo si pensamos en nuestro entorno, vemos violencia, ambición, disputas, polarización y muerte constantemente. Pero también hay amor, creatividad, cuidados, energía constructiva, vida manifestándose en todos lados. Los besos, los niños, las flores. La enredadera, herencia de mi abuela, llena ya de vida mi jardín con sus flores moradas Y hablando de Eros, bien vale recordar a la gran poeta Gloria Fuertes, quien declaraba: “a mí sólo me erotiza la gente buena”. En eso creo, en el poder de la gente buena, en su fuerza vital, en su capacidad para dar, amar y transformar. Ahí está Eros, venciendo a Tánatos, el amor venciendo a la muerte.
En tiempos de violencia sin fin, de series que elogian al mundo del crimen, de competencia y consumismo, de tantas sonrisas hipócritas en campaña; hablemos mejor del amor y su potencia. No sólo el 14 de febrero, no sólo para regalar cosas, sino especialmente experiencias, cuidado, caricias, tiempo. “El amor es de quien lo trabaja” parafraseo al clásico. El amor y la amistad y todas las relaciones requieren tiempo, atención, cuidado. En eso se sostienen los lazos, señala el Principito: el tiempo dedicado al cultivo. Por ello, este febrero y siempre, hace falta expresarlo, compartirlo, darlo; en las formas que podamos, aun en la distancia. Amar sin tregua. Ya lo dijo Neruda: “Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”.