«Acúsome, padre, de que me acosté con mi novio». Eso le dijo Pirulina al padre Arsilio en el confesonario. Añadió disgustada: «¡Ah, cómo huele aquí a borracho!». Porque debo decir que el buen sacerdote se había tomado unos tequilitas antes de impartir el sacramento de la reconciliación, pues ese día era el de su cumpleaños. Prosiguió Pirulina: «También me acosté con mi vecino y con un compañero de trabajo». Y repitió, molesta: «¡Ah, cómo huele aquí a borracho!». Luego continuó: «Igualmente me acosté con un agente de ventas, un profesor de matemáticas, un ingeniero agrónomo y un capitán de infantería». E insistió, irritada, con aspaviento ascoso: «¡Ah, cómo huele aquí a borracho!». En ese punto estalló el padre Arsilio. Sin pensar que estaba cometiendo pecado grave de ira le dijo hecho una furia a Pirulina: «¡Mira, cabrona! Ya párale a eso de que ‘cómo huele aquí a borracho’. Desde que entraste tú al confesonario yo empecé a sentir olor a putilinga y no te dije nada». Con sacrificios, siendo yo aún niño, mi padre me compró pagándola en abonos aquella valiosa colección de 20 tomos de la W.M. Jackson, «El Tesoro de la Juventud». Después sabría yo cuál es el verdadero tesoro de la juventud, pero en esa obra aprendí muchas cosas útiles, no como las que enseñaban en la escuela, inútiles para la vida las más de ellas. Lo digo con sinceridad, y no por vía de consuelo: pienso que esa etapa de la vida, la juventud, está sobrevalorada. Te salen espinillas, debes presentar exámenes, andas escaso siempre de dinero, sufres de timidez ante las chicas y tienes constantes conmociones que debes sosegar por propia mano. Me apena confesar que no albergo demasiado optimismo en cuanto al comportamiento de la juventud de mi patria -frase de concurso de oratoria- en la elección presidencial del 2 de junio. Me temo que la mitad de los electores jóvenes no irá a votar -la güeva, sabe usted, después de las noches del jueves, el viernes y el sábado-, y la otra mitad votará por Máynez, cuya pegajosa tonadilla ha pegado entre las muchachas y muchachos, que la cantan y bailan en los antros, y que ha cundido en las redes sociales como los apagones en el territorio nacional. Desde luego tendrá excepciones ese tajante pesimismo mío. Habrá jóvenes -ellas y ellos- que se percatarán de que el cantarín y bailarín del MC no es en verdad un candidato, sino un esquirolito proporcionado por el esquirol Delgado, instrumento a su vez del presidente (con minúsculas lo más minúsculas posible) y de su corcholata. Quienes voten por Máynez al compás de su musiquilla estarán contribuyendo a causar la ruina de este país, y su desgracia. Votar por esa botarga es votar por Morena, y un voto por Morena es un voto contra México. Lady Loosebloomers se molestaba cuando lord Feebledick, su esposo, le hablaba en el momento en que estaba leyendo The Country Wife, (1675), una comedia porno light de William Wycherley, o el último libro del socialista -también light- George Bernard Shaw. «No me gusta que me interrumpas» -le decía enojada. Una noche llegó milord del viaje que todos los jueves hacía a Londres para asistir a la reunión semanal de los veteranos del Décimo Regimiento de Calcuta, y sorprendió a su esposa en brazos del vicario de Downnavel Abbey, un joven clérigo recién llegado a la comarca. «Lecherous rascal!» -le gritó el marido al lúbrico pastor. Y a su esposa le dijo: «Lust-breathed woman!». Ambas expresiones las había sacado de sus lecturas de Shakespeare. «Ay, Feebledick -contestó lady Loosebloomers en tono de reproche-. Ya te he dicho que no me gusta que me interrumpas cuando estoy ocupada». FIN.
MANGANITAS
Por AFA.
«. Los apagones continúan.».
Bartlett, tan desprestigiado
por muchísimas razones,
después de estos apagones
de plano ya se ha apagado.