diciembre 4, 2024
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María José Zorrilla

Imposiciones a chaleco

julio 28, 2024 | 161 vistas

María José Zorrilla

 

Ante la polémica inauguración de los juegos olímpicos en París hay una frase con la cual The Guardian el diario inglés la califica “Soaring ambitious poor delivery (Ambiciones Altísimas y una entrega pobre) o el equivalente en español a “Mucho ruido y pocas nueces”.  Otros periódicos ingleses con su tradicional orgullo crítico al hablar de Francia como el Daily Mail la intituló en francés La Farce, describiendo la ceremonia como algo surrealista y considerada la peor de todos los tiempos. Para el Times fue un petardo húmedo de espectáculo.  Para los grupos religiosos cristianos o de extrema derecha la escenificación de “La Última Cena” o “las Bodas de Baco”, también fue calificado como un acto grotesco, humillante, agresivo y burlón representado por Drag Queens. Algunos aseveran que, si hubieran hecho algo ofensivo a Mahoma, Paris estaría ahora mismo en llamas. Otros atribuyen al sensacionalismo y la provocación la escena de María Antonieta sosteniendo su propia cabeza una vez decapitada. Para muchos la ceremonia no fue tan emotiva como otras inauguraciones olímpicas y algunas de sus representaciones fueron calificadas de mal gusto. El escenario parisino fantástico, la dignificación de mujeres francesas fue magnífica. El show de luces y Celine Dione hablan de la magnificencia de la ciudad y la fuerza inigualable de la cantante para sobreponerse a su terrible enfermedad paralizante pero ciertas escenas fueron degradantes. Se dice que este tipo de provocaciones son parte de la cultura woke que ha empezado como un grito de búsqueda por la igualdad y fue empleado en sus primeras instancias por el gran Luther King, hasta llegar a reivindicar la modernidad con todo tipo de extremismos y buscar imponer nuevas formas de concebir el mundo, aceptar lo diferente, trascender lo humanamente posible como transformaciones impensadas en los seres humanos para convertirse en lo que no sería posible pensar hace cien años. En los campus universitarios el movimiento Woke ha sido conocido por su fanatismo. Están convencidos de tener el monopolio de la verdad, la justicia y el bien. Una especie de enjuiciamiento definitivo contra el mundo occidental y en particular contra el hombre blanco. Nadie negaría la necesidad de aceptar los derechos de todos a ser respetados y la igualdad entre personas, géneros, razas y creencias, pero ya había preocupación en Estados Unidos en las primeras décadas de este siglo sobre este movimiento extremista. Obama en 2019 lanzó una advertencia a los “despiertos” Woke, diciendo que este movimiento que cree vivir en medio de una masa dormida y ser ellos los iluminados en medio de un pueblo sumido en las tinieblas del pasado, no podía más que multiplicar las tensiones en una sociedad muy polarizada. Esta especie de epidemia ideológica que ha salido de los campus y ha trascendido, se ha impuesto en ambos lados del Atlántico al invertir el significado de los conceptos que reivindica y nos obliga a caminar al revés.  Es en resumen el hombre blanco el que encarna el mal absoluto. Hay que recriminarse el ser blanco como parte de una expiación permanente. Igualmente, el ser heterosexual, ser religioso, ser conservador. Así será que tendremos que aceptar a chaleco el drag queen, la sexualidad desbordada a toda edad, la ofensa a dios y la destrucción de la verdad y la moral. Acaso tendremos que aprender a ofender y agredir todo lo establecido, aunque sea denigrante para el ser humano.  Será que tendremos que aceptar lo inaceptable para ser políticamente correctos.  Tendremos que aceptar que este nuevo impulso ideológico violento que hechiza tanto a los jóvenes y busca terminar con los valores y principios fundamentales sobre los que se apoya la civilización sea lo mejor para el planeta.  No se trata de negar la evolución, la igualdad de derechos, la libre expresión, pero nunca traspapelar los valores y aceptar lo que moral y éticamente no es correcto ni en Oriente ni en Occidente. Hasta en la burla existe la clase y los límites. En los grandes museos del mundo en sus salas se siguen presentando obras maestras, algunas de protesta, otras desgarradoras, pero no se ve que haya intención de denigrar al ser humano sino representarlo, engrandecerlo, criticarlo o entenderlo.

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