María José Zorrilla
Se llegó el momento que todo México esperaba. A la hora de escribir esta columna todavía no se proporcionaba ninguna información sobre tendencias, no obstante, en los distintos medios se hablaba de haber sido una elección ciudadana abultada y sin incidentes mayores.
Empecé la jornada llevando a mi mamá a su casilla en La Marina. Había una gran cola y al parecer había un pequeño atorón con las letras de la P a la R. Por lo demás todo en orden. Me estacioné para preguntar si se me darían oportunidad de estacionarme frente a la casilla en una zona prohibida para ayudar a mi mamá de casi 97 años a salir del carro, subirse a la silla de ruedas ingresar y ejercer su derecho ciudadano. Había muchos amigos y conocidos. Todos apoyaron a mi mamá para que el descenso fuera fácil ya que no había rampa de ingreso en esa zona. Todo salió a la perfección y los funcionarios de casilla y observadores muy amables y respetuosos. Salimos diez minutos después de haber ingresado, la llevé a la casa y yo seguí mi camino para votar en mi casilla en otra zona muy distinta de Puerto Vallarta donde las colas también eran abundantes y reinaba un buen ambiente. Algunos niños jugaban con una pelota y mis vecinos de fila eran tres hermanos que traían un pequeño de tres años que se portó bastante bien hasta casi al final después de largas horas de espera. Parece que hubo problemas en la instalación y se retrasó la apertura de la casilla, pero cuando yo llegué la fila empezó a avanzar. Muchos se decantaban por Morena y algunos otros por Xóchitl. Pero en la local no votarían por el mismo partido. Se notó, a vuelo de pájaro, que habría voto diferenciado. Saludé a varios vecinos e incluso un señor que no conocía me llamó por mi apellido. Era uno de mis escasos lectores. Vive en Mascota Jalisco a 97 kilómetros de Vallarta, pero su domicilio es en esta ciudad. Me dio gusto saber que de pronto no sabe uno dónde acaban nuestras letras. Después pasé al súper, allí justamente se encontraba una de las cuatro casillas especiales que se instalaron en Vallarta. La cola afuera de Walmart era asombrosa daba varias vueltas y no se veía con claridad dónde empezaba ni dónde terminaba. Después de hacer las compras para pagar el estacionamiento que normalmente cuesta siete pesos por una o dos horas, había un grupo de personas pagando 55 pesos. Cuántas horas pasaron aquí, les pregunté. Dijeron más de cinco horas. Llegamos a las 7.30 de la mañana y acabamos de salir. Les pregunté si estaban de vacaciones y con entusiasmo dijeron sí, venimos de la Ciudad de México y no queríamos perdernos la oportunidad de votar. Había otro grupo de cinco señoras que hacían esfuerzos por tomarse una selfi con los dedos entintados juntos, pero no se me ocurrió ofrecerles ayuda. Parecían querer hacer partícipe vía internet a otras amigas de su gran logro. Vaya que si lo es. Increíble que los partidos no decidan cambiar esa tónica de enviar más boletas para las casillas especiales. No es culpa del INE, comentan los reporteros en la televisión. Es culpa de los partidos que no ceden, aunque por la presión en el 2021 decidieron aumentar de 750 boletas a mil boletas por casilla especial. Cada año en Vallarta hay reclamos, gente furiosa que hizo cola por muchas horas y no alcanzó a votar porque se acabaron las boletas. A pesar de los incidentes y las insuficientes boletas en las casillas especiales, resultó ser una jornada ejemplar. A cuentagotas, pero poco a poco, esta democracia se está construyendo con solidez. Ojalá quien resulte electo(a) no modifique al INE ni lo centralice. Heroicamente, con el apoyo de la ciudadanía se pudieron instalar el 97.93 por ciento de las casillas. Hasta las 6PM la situación era absolutamente normal y controlada. ¡Esperamos siga imperando el mismo orden y entusiasmo que pareció inundar todas las casillas del país y la de los 20 consultados en Estados Unidos, la de Montreal en Canadá y las casillas de Paris y Madrid donde las demoras superaron hasta las once horas, pero la gente se mantuvo firme hasta salir diciendo ¡Sí se pudo! Felicidades México.