Lo malo…
Ya casi por concluir su proyecto televisivo de grandes contrastes (niveles récord de rating, por un lado, y actos de estigmatización, violencia y discriminación por el otro), Televisa-Endemol cierra un capítulo histórico de la televisión mexicana reciente en medio de controversias que causaron la salida masiva de anunciantes y patrocinadores, aunque unos pocos regresaron sin el menor remordimiento en cuanto las aguas mediáticas y la crítica se apaciguaron. Por mi parte, hago un balance con usted, estimado lector, sobre dos aspectos que conviene revisar acerca de este espectáculo y sus implicaciones en temas fundamentales para nuestra sociedad.
Comenzaré hablando de algo que trascendió, aunque resulta difícil de confirmar, acerca de los contratos de trabajo firmados por los participantes y su patrón, Televisa-Endemol, previo al comienzo de este programa. En efecto, los concursantes se encuentran desempeñando un trabajo remunerado para la televisora y su productor asociado y es comprensible que su fama y número de seguidores que acarrean a partir de su trayectoria artística arrastre audiencias en mayor o menor nivel.
No obstante, si lo que medios de diverso alcance y contenido revelaron acerca de los salarios que perciben sus participantes resulta cierto, la actriz Gala Montes -víctima constante de ataques por parte de algunos de sus contrincantes- por citar un ejemplo, obtiene casi 563 por ciento menos dinero de lo que recibiría, por ejemplo, su antagónico excompañero de la casa, a quien mantendré sin mencionar en este espacio. Tal disparidad pone de manifiesto una añeja discusión sobre la brecha de género y la brecha salarial que existen entre hombres y mujeres.
La doctora María Angélica Reséndez González, por años catedrática e investigadora de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Victoria de la UAT, lo deja claro en su libro “Los Derechos Humanos de las Mujeres en la Legislación Laboral” (Colofón/UAT, 2019) al destacar que, de acuerdo con estadísticas del INEGI de 2007, interpretadas y analizadas por el IMUJERES (que se convertirá en la Secretaría de la Mujer con la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo), el 50 por ciento de las mujeres que trabajan perciben un tope retributivo de dos salarios mínimos, mientras que en los hombres es solo el 32.2 por ciento. De ahí que la doctora Reséndez concluya que “la discriminación salarial hacia las mujeres es un fenómeno económico y una realidad social, con la cual, se vulnera el principio de equidad cuando la mujer mexicana transita del ámbito privado al público”.
Esta tesis se apuntala bien con los aportes sobre las desigualdades ilustrados de forma clara y fácil de comprender por el economista e investigador del Colegio de México, doctor Raymundo M. Campos Vázquez, en un texto que recomiendo leer, titulado “Desigualdades: Por qué nos beneficia un país más igualitario” (2022) Ahí, el galardonado con el Premio Nacional de las Finanzas Públicas en 2014 y orgullosamente victorense, expone que el problema de género en el mercado laboral supone que “ el sueldo de los hombres y el de las mujeres no es el mismo cuando realizan el mismo trabajo… por cada cien pesos que ganan los hombres, las mujeres ganan 23 pesos menos”. Lo anterior toma como referencia la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), de principios de 2020.
Hay esperanza, y me alegra decirlo, como lo confirma Campos Vázquez, doctor en Economía por la Universidad de California en Berkeley, en las conclusiones de su libro porque “El progreso humano se da cuando todos nos beneficiamos por igual. Difícilmente podríamos llamar progreso a aquello que solo beneficia a unos cuantos”, agrega, y va más allá al resaltar el valor y la dignidad de las personas “que no se miden en función de su ingreso: el reto que tenemos enfrente no es solo el de conseguir mayores y mejores oportunidades para todos, sino también cómo decidiremos dar el siguiente paso. El progreso… requiere de nuestra participación y una verdadera inclusión política”, finaliza.
Lo bueno…
En otro tenor, me considero de los que piensan que siempre hay algo positivo por rescatar de cada experiencia humana y este experimento social y show televisivo que ha ocupado mis últimas entregas no escapa a esta idea. El carácter intimista del programa anima la confianza de sus habitantes, quienes intercambian puntos de vista, historias y confesiones acerca sus vidas. El actor y conductor Arath de la Torre, un personaje de claroscuros -quizá como muchos de nosotros- decidió hablar sobre sus adicciones en el programa y lo ha hecho desde una perspectiva que anima a otros que padecen problemas asociados al abuso de sustancias a buscar ayuda y una posible solución, es entonces que menciona Alcohólicos Anónimos (AA), su programa de recuperación e inclusive ha compartido la forma de orar que aprendió en su proceso de rehabilitación.
El también comediante de 49 años ha dicho en LCDLF que su participación en el reality show tiene también la intención de “decirle a la gente que (el alcoholismo) es una enfermedad y hay que verlo así”, por ello, decidí informarle a usted, que me privilegia con su lectura cada semana, sobre lo que hace AA, así fue como conversé con Alberto, quien se denomina un miembro más de la Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos A.C. en Ciudad Victoria y quien generosamente respondió a mis preguntas.
Específicamente, menciona que el alcoholismo “es una enfermedad progresiva y que nunca se puede curar pero que, al igual que otras enfermedades, se puede detener. Al verlo un poco más a detalle, muchos alcohólicos sienten que la enfermedad representa una combinación de una sensibilidad física hacia el alcohol y una obsesión mental por beber que, sin importar las consecuencias, no se puede romper solo con fuerza de voluntad”.
Rodeados por paredes de las que cuelgan axiomas y cuadros de sus principios y junto a una tribuna que en su inscripción lleva el logotipo de AA y una inscripción que indica que el Grupo Victoria fue fundado en 1954, el primero de su tipo (tradicional) en nuestra Capital, Alberto me informa sobre qué es Alcohólicos Anónimos, refiere que “es una comunidad de personas que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo. El único requisito para ser miembro de AA es el deseo de dejar la bebida. Para ser miembro de AA no se pagan derechos de admisión ni cuotas; nos mantenemos con nuestras propias contribuciones. AA no está afiliada a ninguna secta, religión, partido político, organización o institución alguna; no desea intervenir en controversias, no respalda ni se opone a ninguna causa. Nuestro objetivo primordial es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad”
Por último, me muestra cómo distinguir los grupos que forman parte de la Central Mexicana de Alcohólicos Anónimos A.C., refiriendo que ostentan un logo azul con sus iniciales, un triángulo equilátero que a cada lado presenta los tres legados de la agrupación: recuperación, unidad y servicio, y que se enmarca en un círculo, lo que lo que distingue de otros esfuerzos.
El alcoholismo es un problema de salud que afecta a diversas poblaciones y cuyas ramificaciones exacerban, entre otras cosas, la violencia doméstica. La lucha por combatirlo debe ofrecer herramientas para la recuperación de esta enfermedad y Alberto nos comparte los datos de la oficina del 7º Distrito en la localidad, ubicada en Siete y Ocho Boulevard José López Portillo #1028 colonia Guadalupe Mainero y el teléfono 834 305 9796 para comunicarse en horario de lunes a viernes de 8:00 a 13:00 horas para recibir mayores informes sobre esta opción que Arath de la Torre define como “un programa de vida”.
Gracias por su atenta lectura y comentarios en este correo electrónico: [email protected]