Por donde se le vea, el sistema de procuración de justicia en Tamaulipas se encuentra en ruinas. A pocas semanas de que se consume la esperada renovación del Poder Judicial, resulta preocupante que no se vislumbre ninguna intención sería de hacer lo mismo con la Fiscalía General de Justicia del Estado.
El hecho es preocupante porque mientras tanto, miles de víctimas siguen esperando justicia, algunas desde hace años.
Las fallas más graves del sistema judicial no ocurren en los tribunales, sino mucho antes, en la etapa de investigación. Allí donde policías y agentes del Ministerio Público deben construir los casos que eventualmente lleguen ante un juez, es donde todo suele venirse abajo. La falta de preparación, la corrupción y el abandono institucional hacen de esta etapa un verdadero pantano donde los expedientes se hunden sin remedio.
Prueba de ello es el dato brutal que revela el tamaño del desastre: ¡más de 26 mil carpetas de investigación en rezago! ¿Cómo espera la Fiscalía resolver semejante montaña de casos? Su respuesta ha sido asignar diez agentes del Ministerio Público para desahogar ese rezago. ¿Diez? ¿Para veintiséis mil carpetas? La aritmética no necesita explicación. Estamos ante un sistema desbordado, rebasado por la realidad y atrapado en su propia negligencia.
Pero el problema no es nuevo. Es consecuencia de una gestión marcada por la mediocridad, el desdén y la falta de rumbo. La de Irving Barrios Mojica, actual titular de la Fiscalía, ha sido sin duda la peor administración que ha tenido esa institución. Ha sido incapaz de reformar, de modernizar o siquiera de contener el deterioro. Su permanencia al frente de la Fiscalía no solo es insostenible, sino que representa un obstáculo real para cualquier intento de rescate del sistema de justicia.
El tan presumido modelo de “tres pisos” —con el que se intentó dividir las funciones para mayor eficacia— ha colapsado por las mismas razones que colapsaron las viejas Unidades Generales de Investigación: falta de personal, carencia de recursos, nula supervisión y sobre todo, una abrumadora carga de trabajo. Los asuntos entran, pero no salen. Las víctimas denuncian, pero no obtienen respuestas. La impunidad se vuelve costumbre.
A este colapso hay que sumarle el grave déficit de personal. Faltan decenas de agentes del Ministerio Público y policías investigadores. Y los pocos que logran aprobar los exámenes de control de confianza, son en su mayoría jóvenes inexpertos, sin mentoría ni capacitación constante. En otras palabras, se les lanza al campo de batalla sin armas. Así, el fracaso es inevitable.
La Fiscalía no es solo una oficina de trámites legales. Es el corazón del sistema de justicia. Si no late, si no investiga, si no acusa con solidez, nada más puede funcionar. De poco sirve reformar tribunales o modernizar códigos si el proceso sigue naciendo enfermo desde el principio. El verdadero cuello de botella está allí, donde Barrios Mojica ha sido incapaz de hacer la diferencia.
Tamaulipas necesita un relevo urgente en la Fiscalía. No por cuestiones políticas, sino por razones prácticas, éticas y humanas. La justicia no puede seguir siendo un privilegio para unos pocos o una promesa vacía para la mayoría. El colapso está a la vista. Lo que falta ahora es voluntad para ponerle fin.
ASÍ ANDAN LAS COSAS
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