Los municipios de la zona fronteriza de Tamaulipas, con excepción de Matamoros, están en alerta máxima por el riesgo inminente de quedarse sin agua, hasta para las más elementales necesidades.
No con esas palabras, pero Raúl Quiroga Álvarez, secretario de Recursos Hidráulicos del Gobierno del estado, admitió, la semana anterior, la grave situación a la que se enfrentan las familias que habitan esa región, desde Nuevo Laredo hasta Valle Hermoso.
Y es que, las presas internacionales, “Amistad” y “Falcón”, y la cuenca del Río Bravo en general, que es de donde se obtiene el agua para consumo humano de la frontera, están en sus más bajos niveles de la historia.
Es una historia muy parecida a la que enfrentaban, hasta junio pasado, las familias tamaulipecas de los municipios del centro y sur del estado.
Dos son las causas de la alerta roja en la frontera: una, la prolongada sequía que está afectando a esa zona de Tamaulipas desde hace varios años; y dos, la incapacidad de los gobiernos para frenar la sobre explotación de la cuenca del Río Bravo, sobre todo en entidades como Chihuahua y Durango.
Existen evidencias documentadas del robo del agua a lo largo de la Cuenca, pero la Conagua y los gobiernos estatales le han sacado la vuelta al tema.
Ambos factores son los que tienen al borde del desastre a diez de los once municipios de Tamaulipas.
“Ahorita todavía hay agua para uso doméstico, pero la cosa no aguantará mucho”, advierte un funcionario del municipio de Río Bravo, que reconoce la preocupación de las autoridades, pero también la impotencia por no poder hacer nada al respecto.
“Estamos a expensas de la naturaleza. Nuestra única posibilidad de evitar el desastre es que llueva. La solución es esa. O sea que estamos en manos de la naturaleza”, abunda.
Es increíble que con el potencial económico que tienen los municipios fronterizos, tengan que seguir dependiendo de la naturaleza.
Uno esperaría que desde hace muchos años se estuviera trabajando en un proyecto o plan para garantizar la disponibilidad de agua, no solo para uso humano, sino también para la industria y la agricultura, las dos actividades sobre las que descansa la economía de esos municipios fronterizos.
Pero no. Los gobiernos prefieren seguir apostándole a la benevolencia de la naturaleza. Existen investigaciones muy serias, y bien sustentadas, a través de las cuales se ha demostrado que el agua del mar es la solución para garantizar agua a Tamaulipas y a sus estados vecinos como Nuevo León, Coahuila y San Luis Potosí.
Igual que en otros países, la instalación de plantas desalinizadoras podría poner fin, para siempre, a la pesadilla de miles de familias de no tener agua ni para las necesidades más elementales.
El problema es que se trata de obras muy costosas y los gobiernos no quieren invertirle porque no garantizan clientela electoral. Y cuando no hay votos de por medio, nadie le quiere invertir.
“Ya quisieran otros países y otros estados mexicanos tener la posibilidad que tiene Tamaulipas de estar a la orilla del mar, para poder resolver sus necesidades. Es increíble que teniendo nosotros ese regalo de la naturaleza no lo queramos utilizar. Es un absurdo”, nos comentó al respecto un extitular de la Conagua en Tamaulipas.
“Lo que sucede es que creen que el problema nunca va a estallar. Creen que siempre llegará un huracán a salvarnos, pero de eso no hay ninguna garantía”, añadió.
Ojalá que la crisis hídrica de la frontera no escale a niveles como los que se vieron en la zona centro y sur del estado, donde las presas y lagunas se secaron literalmente y ocasionaron caos y miedo entre la población, con mayor gravedad en municipios como Tampico, Madero y Altamira.
Ojalá y no.
ASÍ ANDAN LAS COSAS.