Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, nació en Apulco, Jalisco, el 16 de mayo de 1917. A temprana edad queda huérfano de padre y madre y es enviado a la capital del estado a vivir con parientes maternos. Es ingresado en un orfanato que en los hechos se asemejaba más a una correccional. En Guadalajara realizará sus estudios primarios y estudiará contabilidad (con los años recordará esos estudios tan ajenos a la vocación literaria como una “muleta”, con la que ganarse el sustento). En 1933 llega a la Ciudad de México, se emplea en oficios varios y estudia Filosofía y Letras. Regresa a Guadalajara en 1935 y por una década trabaja en una oficina de migración.
Hacia 1945, Juan José Arreola y Antonio Alatorre hacen una pequeña revista de provincia llamada Pan. Esa publicación, tal como lo recuerda Alatorre, es una revista que “hacían de contrabando”, en una imprenta de mano que estaba en los talleres del periódico El Occidental, en Guadalajara. Solo circularían siete números. Rulfo participaría con un par de cuentos; en el número dos con Nos han dado la tierra y en el seis con Macario. Así recordó Alatorre aquella empresa: “Las revistas que han hecho historia como Contemporáneos o El hijo Pródigo, por ejemplo, han surgido de un grupo, mientras que Pan nació de un grupo formado por dos personas: Juan José y yo; por eso era una revista pequeña que regalábamos, y uno de nuestros lujos era no publicar ningún anuncio de cosméticos ni de pelucas ni de nada”. Entre los colaboradores de Pan además de Arreola, Alatorre y Rulfo, destaco los siguientes: Francisco González de León, Alí Chumacero y Ramón López Velarde. Mención aparte merece las traducciones del francés realizadas para la revista por Alatorre de autores como Maurois, Valéry, Cocteau, entre otros.
Cuando coincidieron, en aquella época, los tres eran veinteañeros. Al evocar a Juan Rulfo, esta es la versión de Arreola: “Nuestra amistad creció en las calles de Guadalajara, visitábamos las librerías de viejo y de nuevo, asistíamos con frecuencia al cine y alguna vez me invitó a su casa a escuchar música clásica; tenía una preciosa tornamesa RCA Víctor en su mueble de madera, y muchos discos de pasta, gruesos y relucientes. En ese tiempo Juan leía novelas de escritores norteamericanos, como John Dos Passos y William Faulkner, en particular su novela Mientras agonizo”. A su modo, sin filtros, así lo recordaba Alatorre: “Rulfo era más bien silencioso, metido en una oficina, donde estaba sólo de güevón. Juro que Arreola y yo nunca lo vimos hacer nada cuando llegábamos a visitarlo en aquella oficina donde se encerraba a leer novelas gringas. Esto era lo único que hacía”.
Con el correr de los años, José Luis Martínez tiene la ocurrencia de proponerle a Alatorre la publicación del facsímil de Pan. El oriundo de Autlán no puede sino reír, aquella le parecía una vacilada. En 1945 Arreola viaja a Francia beneficiado por una beca que le gestiona el actor Louis Jouvet. Al año siguiente, Alatorre se muda a la Ciudad de México para incorporarse al Fondo de Cultura Económica a invitación de Daniel Cosío Villegas. En 1947, Rulfo trabajará en el área de publicidad y como agente viajero de una empresa llantera antes de publicar el par de libros que le darán merecida fama. Andaría cada uno su camino, nunca dejaron de estimarse. Sin embargo, en torno a Pan constituyeron, a decir de Alatorre, “una generación de tres”.