Rogelio Rodríguez Mendoza.-
Le dicen “El Flaco”. Tiene 14 años de edad. Es alumno del segundo año de una de las escuelas secundarias más antiguas en Ciudad Victoria.
Cada mañana llega al plantel y se aposta en la entrada. Desde ahí vigila el ingreso de todos sus compañeros. Algunos lo saludan. Otros le sacan la vuelta.
A pesar de su escuálido cuerpo, infunde miedo a todos. Hasta los maestros le temen. Saben que es quien distribuye drogas en la escuela, pero no dicen nada.
“¿Si lo denunciamos quién nos va a proteger? Mejor hacemos como que no vemos”, dice un profesor para justificar la impunidad con que opera el “Dealer”.
Asegura que de los hechos están enterados en la Secretaría de Educación y en el sindicato magisterial, pero de nada sirve. Hasta allá llega el miedo. Por eso no actúan.
De nada sirven también tantas reformas legales para reforzar la seguridad escolar. “Mochila Segura” es una ficción.
Por ejemplo, los maestros saben que “El Flaco” lleva la droga en su mochila, pero ni por error se la revisan.
“Supongamos que se la quitamos, ¿y luego qué? Si lo denunciamos llegará otro a vender y nosotros nos quedaremos con el problemón, además del riesgo de que nos maten”, explica otro profesor.
De los padres de familia, ni hablar. Aunque se les alerta de lo que está ocurriendo, son muy pocos los que se preocupan por vigilar a sus hijos. Todos andan ocupados en lo suyo, menos en proteger a sus vástagos.
Cada mañana, “El Flaco” se lleva al baño a un grupo de alumnos. Enciende un cigarro de marihuana y los obliga a fumar. Nadie se puede negar. El que se resiste termina golpeado o amenazado. Unos fuman por gusto o por adicción. Otros, de plano, lo hacen por miedo.
También es invitado obligado en cada fiesta de sus compañeros. Es el mejor sitio para hacer “negocio”.
Esa estrategia tiene como objetivo ir sumando a adictos que luego se conviertan en clientes cautivos.
Así ha sido durante años. Esta vez el encargado de lograr “clientes” es “El Flaco”, pero cuando egrese ya habrá un sustituto.
Esta es la historia de una secundaria victorense, pero es algo que se repite en muchas otras escuelas del estado. El problema de drogadicción está peor en las preparatorias y algunos Cbtis.
Frente a esa descomposición social, cabe preguntarnos: ¿Dónde está la autoridad?
Dónde están todos aquellos que, un día sí y otro también, se desgarran las vestiduras defendiendo el llamado interés superior del niño.
¿En serio es tan difícil implementar un operativo con tarea de inteligencia para identificar y frenar el problema?
Alguien, en el gobierno, debe tener cordura para entender la gravedad de las cosas. No es tan complicado comprender que las escuelas secundarias están siendo el “semillero” para nutrir a los grupos criminales que tienen a gran parte del país sumido en un “baño de sangre”.
El RESTO
“LAGUNOTA”.- Denunciábamos antier, que mientras algunos actores políticos, como las “corcholatas” de Morena, el exgobernador Francisco García Cabeza de Vaca, y un empresario local de nombre Jorge García, que sueña con ser alcalde, pisotean impunemente la ley electoral haciendo promoción política a través de espectaculares, el “árbitro” electoral (INE en lo federal y Ietam en lo estatal) hacen como que no ven y no oyen.
Al respecto, un funcionario del Ietam nos escribió para aclararnos que esa instancia no actúa porque para hacerlo requiere de una denuncia previa.
“De oficio no podemos actuar”, argumenta, y aclara que los infractores aprovechan precisamente esa “lagunota” en la ley para hacer proselitismo disfrazado.
En lo personal tengo mis dudas. Me parece que tanto el Ietam como el INE pueden sacarle la vuelta a ese “vacío” en la ley y actuar en consecuencia. Querer es poder.
ASI ANDAN LAS COSAS.