Desde hace algunos años, octubre ha sido considerado como el mes rosa, porque es dedicado a crear conciencia y sensibilización sobre el cáncer de mama, principal causa de mortalidad en las mujeres de todo el mundo.
La prevención del cáncer salva muchas vidas, por lo que durante este mes, gobiernos y sociedad civil desarrollan actividades orientadas a tratar de disminuir el riesgo de contraerlo.
Enmarcado por este mes rosa, no es casualidad que también se conmemore el Día Internacional de la Mujer Rural, el cual tiene como objetivo el reconocimiento a la participación de las mujeres en el desarrollo rural, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza.
Es el 15 de octubre y desde el año 2008, la fecha que ha sido establecida por la Organización de las Naciones Unidas.
Es que la contribución de las mujeres rurales al desarrollo en general es incalculable.
De acuerdo al censo de población y vivienda 2020, en México somos más de 126 millones de habitantes, de los cuales el 52 por ciento del total de la población son mujeres y de estas, el 21.1 por ciento son mujeres que habitan en localidades rurales, es decir 14 millones.
En Tamaulipas somos 3.5 millones de habitantes, de los cuales el diez por ciento de los tamaulipecos vivimos en el campo.
La cifra de mujeres rurales aquí, es de 175 mil aproximadamente.
Según el Registro Agrario Nacional, en los más de diez mil núcleos agrarios del país, el 26 por ciento de las personas que poseen un certificado parcelario como ejidatarias o comuneras son mujeres y apenas el 7.2 por ciento del total de ejidos, son presididos por una mujer, siendo que, por ley, deberían integrar el 50 por ciento de las estructuras de los órganos de representación ejidal.
En Tamaulipas, de más de mil 350 ejidos apenas el 3.2 por ciento es dirigido por una mujer.
Las mujeres rurales, además de conducir el hogar y criar a los hijos, cuidan del ganado, labran la tierra y depositan las semillas que alimentan a pueblos enteros.
Son ellas quienes garantizan la alimentación, contribuyen a un sinfín de tareas agropecuarias y participan en sus comunidades con alguna actividad para prevenir el cambio climático.
Sin embargo, la ONU Mujeres reconoce que las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y, pese a ser tan productivas y buenas gestoras como los hombres, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o presupuestos dirigidos a fomentar su productividad.
Tampoco disfrutan a plenitud un acceso equitativo a servicios como la educación, la salud integral, programas de apoyo al campo, ni a infraestructuras básicas, como energía eléctrica, agua potable y saneamiento.
Las barreras sociales y discriminatorias continúan limitando el poder de las mujeres en la participación política dentro de sus comunidades.
Como decimos en el campo, en tiempos de la política o campañas, quienes organizan y asisten a reuniones, eventos o mítines en los ejidos son las mujeres, pero quienes las coordinan están al frente y toman decisiones por lo general son los varones.
Es decir, su labor es invisible y no remunerada, a pesar de las tareas y responsabilidades conferidas.
Las mujeres encabezan a los padres y madres de familia en las escuelas, promueven actividades eclesiásticas, demandan necesidades de su comunidad, participan en comités y grupos sociales, están inmersas en todo lo que sucede en su ejido.
Ellas también se superan académicamente, las vemos como Médicos Veterinarios o Ingenieros Agrónomos apoyando directamente a los productores.
Muchas otras decidieron salir del campo y se convirtieron en maestras, abogadas, enfermeras, doctoras y otras tantas profesiones.
Hoy no solo las condiciones ambientales afectan el desarrollo en el campo y el de las mujeres que en el habitan, la eliminación presupuestal de los recursos destinados al agro, mediante el Programa especial concurrente; ha provocado la eliminación de programas destinados a apoyar a las mujeres rurales, tales como los proyectos productivos, las aves de traspatio, los huertos familiares, la agricultura protegida, el crédito a la palabra ganadero y ni qué decir de los financiamientos con tasas de intereses preferenciales a las mujeres, estos se fueron con la desaparición de la Financiera Nacional de Desarrollo.
Actualmente no se tiene claro una política pública destinada para la atención y protección de las mujeres rurales; no todo pueden ser pensiones, becas, producción para el bienestar y sembrando vida.
Las mujeres empoderadas tienen mayor capacidad para responder a la exigencia actual, ellas desempeñan un importante papel en la vida cotidiana de las comunidades rurales de la región.
Es momento justo de reconocer la importancia de las mujeres rurales en estos tiempos; participemos activamente en la búsqueda de igualdad de oportunidades para ellas.
Hasta la próxima.