Luego de presentar hace unos días a la Cámara de Diputados la propuesta de 20 reformas constitucionales, el Presidente de la República expresó: “Las reformas buscan establecer derechos constitucionales y fortalecer ideales relacionados con el humanismo, la justicia y la democracia”
Ese debate, sin duda, habrá de llevarse a cabo en los foros del parlamento abierto y los diputados federales habrán de votar para decidir si las aprueban o no.
Lo que llama la atención en el campo, es que en este último tramo del sexenio del presidente López, nueve meses para ser exactos, no haya una reforma constitucional que hable de darle al campo y su gente, justicia, dignidad y humanismo.
Llama la atención que después de cinco años de estar al frente del país, no escuche, ni vea, ni atienda las necesidades de los productores del campo de Tamaulipas.
En su propuesta número 14, habla de mejorar las condiciones de los campesinos a través de un jornal, algo así como una extensión del Programa Sembrando Vida.
Los productores no estamos en contra de las pensiones, ni de las becas, mucho menos de programas que buscan mejorar el ambiente, sembrando arbolitos, aunque sea costoso acarrear agua para regarlos.
Lo que exigimos son apoyos verdaderos a quienes producimos algo y con ellos nos sumamos a la cadena productiva de alimentos que se requieren en las ciudades.
“Que coman los que nos dan de comer”, sentencia el Presidente, al amacizar su reforma de sembrando vida; respecto a ello, le diría que con los cinco mil pesos que reciben los sembradores, no completan ni su despensa.
La reforma que el campo requiere es muy sencilla, se trata de querer y actuar.
No se trata de influir en la percepción de lo que se dice, para confundir a los electores con lo que supuestamente se hace.
Si pretende cambiar el andamiaje institucional del país, en el tema del campo sobra campo para empezar hacerlo.
Identifique con nombre, dirección y actividad, sume todo lo que producimos cada quien, ya sea caña de azúcar, sorgo, maíz, soya, naranja, limón, mango, nopal, miel, hortalizas, mezcal, tequila, madera, carbón, becerros, carne, cabritos, leche, quesos, huevo, pollo, pescados, mariscos, y cuantos más productos que se acumulen.
Con esa base de datos, que estoy seguro la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural ya tiene, hagan sus cálculos, sus asesores deben saber los costos de producción que tenemos todos y en base a ello, tomen decisiones productivas, no electorales.
¿Por qué mejor, la propuesta constitucional relacionada al campo, no es el programa producción para el bienestar? Pregunto.
Este con algunas adecuaciones, sería de gran apoyo para los campesinos. Qué tal que, en un lugar de mil 200 pesos por hectárea, propone aumentarlo a dos mil pesos y en lugar de hasta 20 hectáreas, lo suben a 50 o qué tal 100, ahí sí estaría apoyando a los agricultores que dan de comer a más personas.
Respecto al mismo programa, ¿por qué exigirles a los productores de caña que regresen siete mil 200 pesos? si ellos también producen para alimentar a más personas, ya ven que el azúcar de la región es una fuente nutricional con demanda en casi todos los hogares.
Pero sigamos en la propuesta de reforma, los agricultores y productores no queremos que nos regalen recursos, requerimos ser incentivados nuevamente; de llegar a recibir algún beneficio, estoy seguro que no temeríamos en mostrarle al Gobierno, las facturas de semillas, fertilizantes, insecticidas y combustibles que utilizamos. Incluso las propias facturas de la venta de la cosecha.
Lo que requerimos en el campo, al menos en el tamaulipeco, es dar certidumbre en cuanto a los incentivos de producción, los esquemas de comercialización y respeto pleno al régimen de tenencia de la tierra, ya sea ejidal o propiedad privada, propiciando siempre la rentabilidad de nuestra actividad y el fortalecimiento de la tan llamada soberanía alimentaria.
Se requiere un rediseño de la administración pública federal qué supuestamente atiende el campo, reducir las dependencias inoperantes y fortalecer las actuantes.
Y por supuesto, evaluar los resultados, combatir la discrecionalidad, el clientelismo y la impunidad.
De esta manera iniciaría la construcción de la tan añorada reforma al campo; fortalecería nuestro orgullo patriota y reivindicaríamos al campesino del futuro.
Total, como ya lo hemos dicho antes, somos coyotes de la misma loma.
Hasta la próxima.