Rogelio Rodríguez Mendoza
Los agricultores del norte de Tamaulipas están amagando con volver a bloquear nuevamente las carreteras que conducen a la frontera con Estados Unidos, para presionar al gobierno federal a que les subsidie la comercialización de su cosecha de sorgo.
Su reclamo es justo. El precio vigente de tres mil, 500 pesos por tonelada de sorgo no les permite ni recuperar los costos de producción.
“Si vendemos a ese precio no nos va a alcanzar ni para recuperar lo que invertimos y muchos vamos a caer en cartera vencida porque no podremos pagar lo que pedimos prestado para sembrar”, cuenta, desesperado, Guillermo Aguilar Flores, vicepresidente de la Unión de Ejidos y Productores Agropecuarios de San Fernando.
Los sorgueros están dispuestos a todo. Saben que pueden enfrentar consecuencias legales por cerrar carreteras, “pero no nos dejan otra alternativa”, dicen.
Pero el problema de fondo del campo tamaulipeco, como el de todo el país, no son solo los bajos precios de los granos como el sorgo. El verdadero problema es la errónea política agropecuaria que implementó la actual administración federal.
Bajo el pretexto de que, “primero los pobres”, el gobierno lopezobradorista canceló, desde el 2020, todos los programas de apoyo a la agricultura comercial para privilegiar a los productores del sector social, aquellos que tienen en promedio cinco hectáreas y que siembran para autoconsumo.
La consecuencia de esa decisión fue catastrófica porque dejó desprotegido por completo al sector agrícola, sobre todo a la agricultura comercial, y puso a los productores a merced de los “coyotes” o los intermediarios.
Lo vemos hoy en Tamaulipas, donde hay cerca de un millón y medio de toneladas de sorgo pagándose a precio de “miseria”, sujetas a la especulación de los intermediarios, que son los que se están llevando la ganancia que pertenecen a quienes dedicaron el esfuerzo para producirlas.
Hay alrededor de cien mil hectáreas abandonadas porque sus dueños ya no tuvieron capacidad económica para sembrarlas. Obviamente el éxodo de familias campesinas hacia las ciudades se ha “disparado”.
Resulta verdaderamente lamentable que esto suceda, sobre todo en estados como Tamaulipas con un alto potencial agropecuario.
Cada año, se siembran en nuestra entidad alrededor de un millón de hectáreas que producen en promedio tres millones de toneladas de granos, el 85 por ciento de ellas sorgo.
Además, Tamaulipas genera al año cerca de medio millón de toneladas de cítricos. Su ganadería es de las mejores del país. Destaca también en producción pesquera, sobre todo camarón.
En suma, nuestro estado es dueño de una inmensa riqueza natural que ya quisieran otras entidades y otros países.
Sin embargo, los gobiernos no han sido capaces de explotar y administrar esa riqueza. Pareciera que no la ven. En vez de diseñar programas de apoyo al sector para hacerlo competitivo y que acceda a mercados internacionales, le regatean los recursos. Dejan solos a los agricultores, ganaderos, citricultores y pescadores.
Por eso es entendible que haya desesperación en el campo y que los agricultores salgan a bloquear carreteras.
Ojalá que el nuevo gobierno que encabezará, Claudia Sheinbaum, entienda y comprenda la importancia que tiene el campo para la economía del país, y que en función de ello lo coloque dentro de sus prioridades.
México tiene todo para ser una potencia en producción y exportación agropecuaria, lo único que necesita para detonar esa riqueza es un gobierno inteligente, que sepa diseñar políticas públicas basadas en realidades y no en ideas fantasiosas.
Esperemos que así sea.
ASI ANDAN LAS COSAS.