¿Sabes por qué las mejores personas sufren? Porque siempre están ahí, buscando dar todo lo que tienen en su corazón, pensando primero, si sus decisiones afectarán a otros, metiendo freno en caso de que sí, pero en resumen lejos de ser egocentristas y pensar siempre en ellos poniendo primero a los demás, en un mundo en donde las personas ya solo se preocupan por ellos mismos.
Esperar que la vida te trate bien porque eres buena persona es como esperar que un tigre no te ataque porque eres vegetariano.
Tal vez muy tarde lamentablemente, pero ya entendí por conocimiento de causa lo que mi padre me decía cuando era pequeña:
“Hija mía, siempre ten presente que la vida es como una selva en donde solo los más fuertes sobrevivirán y de los más débiles e inocentes siempre se aprovecharán”.
“Lejos de querer arrepentirte de nunca hacer nada indebido, de siempre preguntarte antes de actuar ¿te gustaría que te hicieran lo mismo? Lejos de ello, debes, al contrario, sentirte dichosa de siempre pensar en las otras personas antes de actuar. No por nada dicen que solo quien ha amado realmente, solo alguien así, piensa antes de actuar para verificar si alguien saldrá lastimado u ofendido”.
Vivimos en una generación denominada de cristal, en donde juzgamos a la víctima por exagerar, situación que en muchos casos sí ocurre, pero no en todos. ¿Por qué no nos detenemos a pensar que tal vez nosotros somos los que debemos ser juzgados por ser tan fríos y por ni siquiera ponernos en los zapatos de la otra persona y descubrir el mal momento que le hicimos pasar y el daño que le ocasionamos?
Jamás busques ser igual que los demás por ser incluido, por estar a la par o por querer encajar, al contrario, busca siempre hacer lo correcto, aunque eso signifique no encajar y quedarte fuera. Deseamos un mundo empático y a la primera de cambio no lo somos, nos perdemos buscando un rato de risa, lejos del bien común.
Hoy en día las personas le sonríen a la vida según la vida les sonríe a ellas, mientras que lo difícil es seguir siendo buena persona, aunque la vida te juegue una mala broma, esas son las personas y las actitudes que deben valorarse y lo cual debemos copiar y replicar. Que no te defraude sentirte distinto a los demás o sentirte ciertas veces excluido, algún día mirarás atrás y te sentirás tranquila por haber hecho lo correcto o al menos lo que a ti te correspondía y por no hacer lo que no te gustaría que te hicieran.
La religión correcta va más allá de la cristina, la católica, mucho menos el pertenecer a cualquiera de ellas, es simplemente el ser una buena persona y tampoco basta con serlo, hay que demostrarlo todos los días no solo cuando te conviene, demostrarlo con tus acciones y con tu trato hacia los demás, cuidando que cada uno de tus actos jamás afecte a alguien.
En esta sociedad debido a la falta de valores o a la práctica tan liviana de los mismos la gente ni se percata de lo que pudo haber sido una gran falta de respeto para el otro y por ello ya ni se dan cuenta de que tanto le afectó, esto quiere decir que no fuiste empático, la persona afectada no siempre demostrará su sentir o su pesar pero eso no significa que muy en el fondo le haya dolido o se haya ofendido, volvemos a lo mismo, es muy fácil presenciar pero ¿Qué hubieras sentido tú si te hubieran hecho lo mismo? Muy seguramente me dirás que nada, y la clásica medición que nunca falta y que de nada sirve, (lo que para alguien es nada para uno lo es todo) pero obviamente pónganse en el lugar del afectado y nadie querrá serlo.
Acaso no es toda una ironía el que te digan: Eso te pasa por ser tan buena. Y ahora yo les pregunto a ustedes ¿En qué momento ser buena persona se convirtió en algo malo? ¿O será que porque fuimos muy lastimados en el pasado y cargamos con múltiples cicatrices entendemos y procuramos que nadie más salga lastimado?
Así que esta es la tarea: procurar ser buenas personas, si la bondad acompañada de empatía se presenciaran en todos nuestros días este mundo sería otro, que es de hecho el nombre que consideré idóneo cuando me regalaron el gran privilegio de tener un espacio en tan prestigiado periódico, siempre supe que llevaría el nombre de algo que nos arrastrara y nos recordara dar nuestra mejor cara ante una sociedad y vida que cada vez es más dura y en donde ya no vemos amabilidad por ningún lado, siempre he creído que si en el día a día la amabilidad secundada por la empatía van implícitas, ya se está del otro lado y si no pues no, así de fácil.
Así que ya lo saben, optemos y siempre regalemos al prójimo: “El Lado Amable”.