En septiembre de 2022, una joven kurda, Mahsa/Zhina Amini, visitaba Teherán en compañía de su hermano. Fue interceptada y arrestada por la policía “de la moral” iraní, que habitualmente detiene arbitrariamente a las mujeres que incumplen las leyes de ese país sobre el uso obligatorio del velo. Testigos presenciales comentaron que la detenida fue introducida violentamente a una furgoneta y llevada a un centro de detención, con la intención de someterla a una serie de clases educativas, destinadas a reformar la conducta de las mujeres que infringen el estricto código indumentario islámico vigente. Una vez en prisión fue torturada y sometida a vejaciones. Como consecuencia de los golpes entra en coma y fallece tres días después de su arresto. Tenía 22 años.
El conocimiento de este caso lanzó, con la consigna “Mujeres, vida, libertad”, a cientos de mujeres las calles de Teherán para protestar contra el uso obligatorio del velo y la respuesta ha sido la misma: represión, encarcelamiento. La repetida historia de la lucha del individuo contra un estado intolerante. Magdalena Mughrabi, directora adjunta de Amnistía Internacional para Oriente Medio y el Norte de África declaró: “Al obligar a las mujeres y niñas a cubrirse el cabello, las autoridades iraníes llevan décadas violando los derechos humanos de las mujeres, cuya dignidad han herido también profundamente.” Esta violencia institucional, abundó, “Pone a muchas mujeres en un peligro grave e inmediato de ser encarceladas injustamente, y al mismo tiempo transmite a otras el escalofriante mensaje de que deben guardar silencio mientras se violan sus derechos”
Un estado autoritario como el iraní no dialoga ni respeta a las minorías, ni a quienes discrepen con su visión del mundo, estos sólo merecen castigo. No es un estado educador sino represor. No atiende el llamado a la tolerancia de Octavio Paz: “Hay que abrirle los ojos al hombre, no arrancárselos”. Las protestas de estas valientes mujeres que han tomado las calles de Teherán son el telón de fondo de la película The Seed of the Sacred Fig (La semilla del higo sagrado), del director iraní Mohammad Rasoulof, donde se cuenta la dramática historia de un juez, su esposa y sus hijas, en la vorágine de las protestas que sacudieron a Irán tras la muerte de la joven Mahsa Amini. Esta cinta, que fue rodada en secreto y sin permiso oficial en Irán, critica simbólicamente la rigidez patriarcal e ideológica del régimen iraní, encarnada en la autoridad del padre y la resistencia de sus hijas. Imán (el padre) es un investigador del Tribunal Revolucionario de Teherán. Esto es ya un dilema para él pues sabe que su juicio se obnubilará al no quedarle más remedio que el estricto cumplimiento de las directrices marcadas por sus superiores. Por otra parte, sus hijas auxilian a una amiga que al sumarse a las protestas fue golpeada por la policía. La emotiva secuencia final son videograbaciones hechas con teléfonos móviles que dan testimonio de la resistencia femenina frente al estado opresor.
La respuesta del estado iraní no se hizo esperar, Mohammad Rasoulof vive refugiado en Alemania, después de ser condenado a ocho años de prisión, latigazos y la incautación de sus propiedades, por un tribunal revolucionario.