Por Mauricio Zapata.-
Esta es la edición de fin de semana de Punto por Punto. La de los
relatos y anécdotas.
Hoy les voy a platicar lo que un día vi cuando mi padre se fue de gira
por varios países asiáticos con la esposa del entonces presidente López
Portillo.
Habrá sido en 1981. Tenía yo siete años. Aquella gira incluía China,
Japón y Hong Kong, entre otros de la zona.
Al parecer duraría 15 días.
Mi papá preparaba la maleta. Era una maleta grande y un portatrajes.
Llevaría varios porque todos los eventos a cubrir eran formales.
Era un viaje que haría la entonces primera dama, Carmen Romano
Holk.
Llevamos a mi papá al Hangar Presidencial.
Ya disponían del avión Quetzalcóatl 1, que era el TP-01.
A esa gira iba poca gente. Solo la comitiva de la señora y un equipo
de prensa. Entre la comitiva estaban los titulares o encargados del área de
cultura del Gobierno federal, los del DIF, así como su personal de apoyo.
El equipo de prensa oficial, que eran dos fotógrafos, dos
camarógrafos, dos estenógrafos, un grabador (mi papá), un reportero y
personal de logística.
Si no me equivoco, iban entre los periodistas invitados Ricardo
Rocha, Talina Fernández, Isabel Arvide, Magdalena Mondragón y Rita
Ganem. No recuerdo más, aunque no eran muchos.
De pronto llegó un camión de mudanzas al Hangar.
Y se metió como si nada a la pista para llegar a la parte de atrás del
avión presidencial.
Aún no llegaba la señora ni sus asistentes.
Del camión empezaron a bajar maletas. Muchas maletas.
Incluso, una especie como de ropero o baúl que tuvieron que subir al
avión entre varias personas.
Luego subieron las maletas de todos los que harían esa gira.
Y al último dejaron lo que quizás sería lo más importante para ese
largo viaje.
El camión seguía abajo del avión.
Todos estaban en la sala de espera o sala de abordar del Hangar
Presidencial. Era una sala muy grande y a un lado había un restaurante. Ahí
estábamos todos. Comíamos algo, porque ya eran cerca de las tres de la
tarde.
Entonces una voz de mando ordenó: “Señores, es hora de abordar. El
avión ya debe estar listo para cuando llegue la señora”.
Todos se pararon, se empezaron a despedir y comenzaron a abordar
El camión seguía debajo de la nave.
Encendieron las turbinas. Ah, ese sonido que cómo me emociona.
Vimos subir a mi papá al avión con su inseparable grabadora Uher en
el hombro. Al llegar a la puerta volteó y se despidió de nosotros con una
seña.
Se metió al avión.
Cuando ya no había ningún pasajero debajo de la nave, llegó un
vehículo a toda prisa. Se bajó el presidente López Portillo. Subió corriendo
al avión. Al parecer a saludar a la gente que haría la gira. Tardaría unos
cinco minutos.
Bajó del avión y ya en la pista ordenó que ya bajara su esposa.
Le abrieron la puerta del carro y la ayudaron a descender de él.
En una mano llevaba su bolso, y en la otra… un perrito. Era un
pekinés color miel. Sí, llevó a su inseparable mascota. Nunca supe cómo se
llamaba el animalito.
Sin ninguna expresión subió con su perrito al avión.
Cerraron la puerta principal.
El presidente López Portillo levantó la mano y dijo adiós. Se subió a
su carro y de prisa salieron del lugar.
Y entonces del camión de mudanzas sacaron un piano… Sí, un piano.
No era muy grande, pero era un piano.
¿A qué lo llevaría?
Platicaba mi papá que lo subían a la habitación de los hoteles de la
señora y antes de dormir tocaba algunas piezas. Sus favoritas eran de
Chopín.
No entendí por qué no rentar uno en esos lugares. Pero en fin. La
señora quería su piano personal.
Aquella gira por Asia era para promover la cultura y el arte de México
por esos países.
Al regreso, mi papá me trajo un carro de control remoto, que no eran
muy comunes en ese tiempo y que lo disfruté muchísimo. Él se compró un
reloj Seiko que le duró mucho tiempo, y que yo conservo en buen estado y
funcionando.
EN CINCO PALABRAS.- Son los excesos del poder.
PUNTO FINAL.- “Hay quienes, aunque madruguen, no hay quien los quiera
ayudar”: Cirilo Stofenmacher.
Twitter: @Mauri_Zapata