Mauricio Zapata
Damos paso al Punto por Punto de fin de semana… el Punto por Punto de relatos e historias urbanas.
La que les voy a platicar también es fabulosa.
Estaba el otro día en un Oxxo, era el segundo de la fila para pagar. Había ido a comprar un café.
Delante de mí estaba una señora como de unos 70 o 72 años; el cajero que atendía tenía como 60.
La señora iba a hacer un depósito pero no encontraba sus lentes, por lo tanto no podía ver bien el número de cuenta apuntado en su celular.
El cajero se ofreció a leerlo desde la pantalla del dispositivo de la señora, sin embargo, ella no quiso bajo el argumento de que «invadía su privacidad».
La fila para pagar se estaba haciendo larga y, como siempre, la segunda caja estaba sin abrirse.
Me ofrecí a ayudar, pero la señora no quiso bajo el mismo argumento de que invadía su privacidad, de hecho escondió su celular.
Después de varios minutos optó por hablarle a su hijo para que le dictara el número de cuenta, no obstante, pasó lo mismo: no encontraba el número de su hijo porque no traía sus lentes.
El cajero, ya un poco desesperado le pidió que fuera a su casa a buscar sus lentes y que regresara después.
Pero la señora no quiso porque le urgía hacer el depósito.
La gente comenzó a desesperarse. Pedían que abrieran la otra caja, pero no había nadie que la atendiera.
El cajero estaba ya molesto, pero la señora no se movía.
Yo como no tenía mucha prisa que digamos, y ya empezaba a tomarle a mi café, traté de guardar la calma y esperar al desenlace de ese episodio.
Ya hasta lo estaba disfrutando.
Muchos clientes se desesperaron y se fueron del lugar mentando madres.
Ella se alejaba su celular para tratar de ver mejor.
Le faltaba brazo para poder estirarlo y buscar la mejor manera de ver los números del celular, ya sea el del depósito o el número del hijo.
El cajero le insistía que, al menos, se moviera para atender a otros clientes mientras ella podía ver esos mentados números.
Pero insistió en quedarse hasta que la atendieran. No se movía ni un centímetro.
El mismo cajero me ofreció cobrarme el café sin necesidad de la caja, siempre y cuando llevara el dinero exacto de lo que valía el café.
Le dije que iba a pagar con tarjeta, así que no me pudo adelantar el cobro.
Ya no había más gente haciendo fila, solo la señora necia y yo.
Ella se acercaba y se alejaba el celular de su cara tratando de enfocar mejor. Pero no daba resultados y seguía aferrada a que nadie viera la pantalla de su dispositivo.
Finalmente, luego de unos 10 minutos… sí, 10 largos minutos, la señora en un ademán de desesperación, se pasó la mano por el cabeza y…
Sí, ahí estaban sus lentes.
EN CINCO PALABRAS.- Como me ves, te verás.
PUNTO FINAL.- «De cada diez personas que leen esto, cinco son la mitad»: Cirilo Stofenmacher.
Twitter: @Mauri_Z