“Para correr los caballos, primero cuenten las varas”, es un fragmento de un corrido popular regional que hace referencia a una de las grandes diversiones de los mexicanos, que aún que la actividad propia no es originaria de nuestra tierra, si fue bien adoptada y desarrollada por la gente que nos gustan los caballos y me refiero a las carreras parejeras.
Es que, a diferencia de otro tipo de carreras de caballos donde corren impresionantes ejemplares de raza pura sangre inglés, los caballos cuarto de milla han brindado a la cultura campirana de nuestro país una sana identidad y tradición generacional.
Es que el caballo cuarto de milla, efectivamente de origen norteamericano, ha sido desarrollado en tres vertientes sobre su desempeño, conformación, trabajo y velocidad, las cuales se han ido sofisticando en la medida en que la industria del caballo ha evolucionado.
Este tipo de contiendas, dicen los que saben, son mejores que cualquier otra, debido a que de esta manera es donde se puede demostrar y despejar dudas sobre tal o cual caballo es el mejor.
Cuentan los historiadores que en el pasado había carreras todo el año, principalmente en las fiestas patronales o aniversarios de ejidos, pero la temporada principal era de noviembre a mayo, que llovía poco y no había mucho trabajo en las parcelas.
Los carriles o pistas habilitadas se inundaban de gente de todos lados, por los caminos se veían las cabalgatas venir, algunas de varios días solo para ir arriesgar los pesos y centavos a las patas de un buen cuaco.
Primero se jugaban las carreras pactadas, las hechas con anticipación y después, si sobraba luz del día, seguían las que se iban haciendo “a tumba silla” con los caballos en los que llegaban los rancheros, en esos en los que se arreaban las vacas y se hacía el trabajo a diario del campo.
Las carreras se jugaban sin montura, el jinete sin zapatos y sin nada que le hiciera peso, solo su vara y su rienda; la faja era de ixtle, de algodón o hasta el mismo cabresto del caballo y para que no se cayera el jinete, éste se echaba unas piedras en las bolsas del pantalón para atorarla muy bien.
Anteriormente las carreras no pasaban de 300 varas, es decir, un poco más de 250 metros, era la tierra que un buen caballo ligero recorría en poco tiempo, claro tenía que ver su linaje, cuidados, entrenamiento y comida.
Hoy las carreras se han modernizado conforme el tiempo lo ha requerido; los caballos son unos auténticos atletas que desde que nacen reciben cuidados especiales, a sabiendas que en alguna competencia su entrenador o su dueño lo habrán de inscribir para participar.
Hoy las apuestas son altas, como alta es la inversión de comprar, mantener y entrenar a un ejemplar que sea buen jugador en las puertas y en las riendas.
Hoy la diversión de las carreras de caballos está cargada de adrenalina, porque aunque se disfrutan en un ambiente familiar, la sensación de ver correr caballos arriba de 400 yardas no tiene explicación y solo quien lo vive de cerca el momento podrá describirlo.
Lo que no ha cambiado en las carreras es una serie de técnicas y habilidades que solo los entrenadores conocen, mañas, algunos les dicen, las cuales implementan por supuesto antes de que la puerta se abra; estas, sin duda, siempre harán la diferencia en el resultado. Hay quien afirma que la carrera se gana en la salida, pero esto se confirmará solo hasta que crucen la raya.
Hasta la próxima.