diciembre 15, 2024
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Mauricio Zapata

Las serenatas

abril 29, 2023 | 1727 vistas

Mauricio Zapata

Esta es la edición Punto por Punto de fin de semana, en donde damos cuenta a relatos y anécdotas. Es el lado ‘light’ de este espacio editorial.

En su más reciente columna ‘Balcón del pensamiento’, la maestra Alicia Caballero Galindo escribió acerca de las serenatas y nos relató sobre esos hechos, la mayoría, románticos.

Y me hizo trasladarme a mi época de la juventud. Particularmente cuando tenía entre 16 y 19 años.

Era la época de cuando comenzaba en la Tuna Universitaria.

Muchas noches llevamos serenatas.

Algunas porque alguien nos los pedía, para llevarle ‘gallo’ a la novia o –como dicen ahora- a la ‘quedante’.

Otras veces a las novias de los amigos.

Unas más a las chicas que nos gustaban o a las novias de la época de algunos de los hermanos tunos.

Fueron muchísimas las veces que andábamos de casa en casa tocando y cantando al pie de una ventana.

Y como tal, también fueron muchas las anécdotas.

A veces íbamos en la camioneta vieja que tenía Jaime Salazar. Esa camioneta, por cierto, la exhiben ahora en el negocio de sus padres ‘La Florida’, en Jaumave.

Otras veces en el Vocho de Erick Tovar. Sí, en un Vochito andábamos como siete u ocho con todo e instrumentos dando vueltas por la ciudad para dar serenatas.

En otras caminando y terminábamos en los hot-dogs del estadio o de la central de autobuses.

Otras más en mi Vocho. Era un sedán 68 al que se le botaba la segunda y había que empujarlo para arrancar porque no servía el switch del encendido.

Pero en las serenatas sugeridas por mí, recuerdo tres en especial. Y no por el romanticismo de ese momento, sino por el fiasco que nos llevamos.

En una ocasión quería quedar bien con una chica y un tercero le pidió la dirección para ir a llevarle la serenata. Llegamos a la calle y buscamos el número de la casa. Dimos con ella. Preparamos los instrumentos, afinamos y comenzamos con las canciones románticas: ‘Jacaranda’, ‘Serenata tapatía’, ‘Júrame’, ‘Amorcito corazón’ y otras más.

Nunca salió la muchacha.

Ni hablar. Nos fuimos. Cuando llegamos a la esquina nos dimos cuenta de que esa no era la calle.

En otra ocasión fuimos a la casa de una chica a la que quería pedirle que fuera mi novia. ¡Qué mejor ocasión que con una serenata!

Igual. Llegamos, afinamos y empezamos.

Cantamos.

A los pocos minutos se encendió la luz y salió la muchacha.

No salió a la ventana. Salió por la puerta principal de su casa.

Enfundada en una bata elegante sonrió y se dirigió al grupo. Yo di un paso adelante. Estábamos con la canción ‘Sabor a mí’. Pero la ingrata no se acercó a mí; se acercó a otro compañero de la Tuna.

Ella pensó que él era el pretendiente. Se fue hacia él, lo abrazó, le dio un beso y le dio las gracias.

Me quedé mudo, pero en la tunería había códigos y uno de ellos es que si tú no le gustas a la chica y le gustaba otro tuno, entonces había que dar un paso al costado.

Así lo hice.

Una más…

Le llevé serenata a una amiga, nos teníamos cariño a pesar de que éramos ‘ex’. Pero esa vez fuimos a darle ‘gallo’.

Igual que las veces anteriores.

A la segunda canción ya había encendido la luz de la recámara, pero tardó en salir.

De pronto se asomó por la venta y de inmediato se volvió a meter. Se apagó la luz y ya no supimos qué pasó ni qué hacer.

Pero seguimos con la música y las canciones.

A los pocos minutos se volvió a encender la luz y ya salió la amiga a dar las gracias y a disfrutar del resto de la serenata.

¿Qué pasó?

Ella compartía la habitación con su hermana que, justo ese día cumplía, no sé si años o meses con su novio, y se le hizo lógico que éste le llevara serenata. Se levantó, pero como dormía en fachas, se cambió, se maquilló un poco, se peinó, se lavó la boca y salió. Al abrir la cortina y darse cuenta que estaba yo (me conocía) se apenó y cerró la cortina.

Le dijo a su hermana que la serenata era para ella.

–‘No es para mí, es para ti’, le dijo.

La otra, igual que la hermana, se cambió, se peinó, se lavó y se maquilló. Para entonces ya habían pasado tres canciones más.

Y así se pueden contar muchas anécdotas. Como aquella que salió el padre, nos amenazó con un rifle y nos corrió. Después supimos que el arma no servía, que solo la tenía para espantar, y vaya que nos espantó.

O cuando la madre de otra chica nos aventó una cubeta de agua helada. Y la madre de otra damita que nos echó ‘cuetes’ y le llamó a la patrulla.

O aquella vez cuando salió el novio de la chavita a la que le cantábamos, y con justa razón, nos echó pleito.

Ah qué tiempos aquellos.

Hoy ya no se dan serenatas.

EN CINCO PALABRAS.- Se acabó aquel romanticismo puro.

PUNTO FINAL.- “No es coincidencia; es atracción”: Cirilo Stofenmacher.

Twitter: @Mauri_Zapata

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