diciembre 11, 2024
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Alicia Caballero Galindo

Llegó con la lluvia

diciembre 5, 2024 | 69 vistas

Alicia Caballero Galindo

 

Aquella noche llovía profusamente, las gruesas gotas de agua golpeteaban las ventanas de cristal, por momentos azotaban pequeñas bolas de granizo, muy común en esa época del año. Eran las dos de la madrugada y yo me había levantado a tomar agua y a revisar si no estaba alguna ventana abierta, vivíamos en una casa a orillas de la ciudad, rodeada de ébanos y mezquites que brindaban su sombra en tiempos de calor intenso dando un agradable ambiente.

Todos estaban dormidos, yo me quedé por un momento admirando el espectáculo de los relámpagos que iluminaban en forma intermitente el patio. Después de servirme agua, me di cuenta que una ventana estaba entreabierta, y cuando fui a cerrarla, un relámpago iluminó el patio, y me pareció ver casi a ras de suelo un par de grandes y redondos ojos que expresaban miedo y desamparo, me intrigó la imagen y prendí el foco de afuera para comprobar mi visión y, efectivamente, pude ver al dueño de esa mirada; era un perrito de aproximadamente dos meses, hijo tal vez de una perra callejera que a la hora de la tormenta lo extravió y la suerte lo trajo frente a mi ventana. Por los bigotes que eran de pelo largo, le escurrían pequeños chorritos de agua. No ladraba ni lloraba, sólo me miraba con una profunda tristeza implorando ayuda. Sé que el oído sensible de los perros hace que el sonido de los truenos les produzca terror. ¡No pude permanecer insensible ante tal espectáculo! Tomando una toalla, me cubrí los hombros y salí a recoger al cachorrito, era de color miel con las patas blancas, su pelo era ligeramente largo, como si en su ascendencia hubo alguna clase de perro pastor. Lo sequé frotándolo y él me correspondió moviendo su cola y dándome unas lamidas en la cara, es su forma de expresar gratitud.

Al sentirse seguro, de inmediato empezó a olfatear toda la casa para regresar de nuevo a mis pies y tenderse patas arriba para que le rascara la barriga. En lenguaje canino, esta actitud significa sumisión. Su actitud me conquistó al ver su necesidad de amparo y el estremecimiento que recorría su cuerpo con cada trueno. Decidí que se quedaría en casa, por esa noche dormiría debajo de mi cama. Sin problemas me siguió y se acurrucó sobre mis pantuflas el resto de la noche. Pensé en mi hijo Luisito, sería un compañero ideal, ya que era un poco tímido y retraído.

A la mañana siguiente, durante el desayuno les conté el incidente y cómo había llegado el perrito a la casa, tal como lo pensé, Luisito de inmediato lo adoptó como propio y lo llamó “Trueno” por la forma en que había llegado, mi esposo y mis dos hijas mayores, lo aceptaron sin mayor problema y se integró a la familia.

Trueno creció y se convirtió en un perro feliz y sano, desde luego, fiel compañero de juegos de Luisito. Una tarde observé que el ritmo de sus juegos, había disminuido, Luisito, que tenía seis años, había bajado un poco de peso y su ánimo decaía, Trueno lo animaba llevándole trozos de madera o pelotas para que se las lanzara pero el niño, no siempre tenía ánimos, entonces, el perro se sentaba a su lado y lamía insistentemente sus rodillas, ese cuadro se hizo repetitivo ¡los perros son extraños! ¿por qué estaría siempre lamiendo sus rodillas?

Cierto día, el perro se acercó a la cocina donde yo preparaba la cena y me ladraba invitándome a algún lado, me llamó la atención la actitud de Trueno y lo seguí, pero lo único que hizo fue llevarme con Luisito y enfrascarse en la tarea de lamer sus rodillas. Entonces recordé la facultad de algunos perros de detectar enfermedades de sus amos y decidí llevar al niño con el pediatra. Éste ordenó estudios de sangre y radiológicos y cuando tuvo los resultados me llamó para informarme que el niño tenía un problema serio en el desarrollo de sus rodillas; gracias a que lo llevé a tiempo su padecimiento tiene solución. Uno, de cada cien casos son detectados a tiempo y pueden tratarse. ¡El médico me preguntó cómo fue que decidí llevarlo! Entonces confirmé la habilidad de Trueno que nos avisó del problema, pues desde que mi hijo comenzó a decaer, el perro lamía insistentemente sus rodillas ¡nos quería decir que algo estaba mal ahí! Desde luego le conté al doctor y éste me confirmó el uso de perros educados para detectar tumores en forma experimental. ¡No cabe duda! El amor obra milagros desde entonces, entendimos cuál era la misión de Trueno en la casa, su actitud era reflejo del amor con que fue recibido y aceptado como parte de la familia.

Luisito, fue atendido a tiempo gracias a Trueno. Han pasado desde aquel día, siete años, ellos, son inseparables, no cabe duda que Dios tiene muchos ángeles de cuatro patitas.

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