noviembre 21, 2024
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Melitón Guevara Castillo

Llegué con miedo

septiembre 27, 2024 | 87 vistas

Viajar siempre es una experiencia, una vivencia, que difícilmente se olvidan algunos momentos. Aquellos que nos causan placer, felicidad; pero también, aunque uno no quiera, los que nos ocasionan estrés o un poco de miedo. Fue lo que sucedió el miércoles cuando viaje a la CDMX. El trayecto no fue complicado, avanzar y avanzar, pararnos para atender a las mascotas que viajaban con nosotros. No hubo accidentes ni nada por el estilo. El viaje, se puede decir, fue cómodo a pesar de lo largo del trayecto y de su duración.

El problema fue la llegada y la estancia. En la entrada a la CDMX viví el momento del tráfico vial; de cómo unos y otros, para avanzar conducen de manera temeraria, se avanzaba muy lento, lento, se me hizo largo el tiempo para llegar al destino final. Y luego los días subsiguientes, la noche del miércoles, y en el transcurso del día, los microsismos se encargaron de hacer pasar un mal rato. Hagan de cuenta, fue venir y encerrarnos, salir lo mínimo indispensable.

 

NO SABEN MANEJAR

Los viajes ilustran, bien que nos lo dicen a cada rato, con ganas de emocionarnos. Y efectivamente, así lo atestiguo, en cada viaje se aprenden cosas nuevas, significativas y relevantes. En el caso de CDMX una de las cosas que se viven, no se olvidan, es la forma de manejar: hay accidentes, como en todos los lugares, pero sus conductores, taxis, los de aplicación y las personas mismas, tienen destrezas que me dejan maravillado (el comportamiento, pleitos y reclamos, es otra cosa). En lo personal ser testigo me lleva sentenciar que, en lo personal, nunca voy a manejar en esta ciudad.

Al ser testigo de la forma de conducir le doy la razón a mi hija: en Victoria la gente no sabe manejar. No cuenta con la pericia suficiente, claro hay sus excepciones; manejan muy lentos, afirma mi hija. Y en lo personal, he sido testigo, no se respetan las reglas viales: se pasan los altos, no atienden cuando indicas que pasarás a otro carril, me ha tocado permanecer, porque el que viene atrás, para no permitirme el paso, acelera. Y otro aspecto, en el caso de Victoria: el de los motociclistas, imprudentes, veloces y sin casco de protección.

 

LA DIFERENCIA

Donde encuentro una diferencia notable, abismal, es en la cuestión gastronómica. Hace tiempo Arturo Pérez-Reverte, el escritor español, publicó un texto donde hacia una confesión: que en España ya no había “meseros profesionales”. Y efectivamente, comparar CDMX con Victoria nos deja muy pequeño. Las opciones gastronómicas en la capital cueruda son pocas; en CDMX, casi son infinitas, a lo largo y ancho de sus diversas delegaciones. He disfrutado, principalmente comidas y cenas, de calidad y muy variadas. Y lo más significativo, es la calidad del servicio, sean en los alimentos como en la atención.

Recuerdo un caso en Victoria: Mario Ruiz Pachuca intenta explicar a la mesera cómo entregar la cuenta. Imaginen: la pone en la mesa y a los cuatro vientos proclama, con voz fuerte, la cantidad que se tiene que pagar… más de un comensal puso atención. Y otro caso es el pago: en algunos victorenses, no puedes ir, no tienes efectivo; y en otros, la propina tiene que ser en efectivo y aparte, porque el dueño, para no batallar, hacer sumas y restas, prefiere no entregarlas, ¡se queda con ellas!

 

LIBRERÍAS

Si queremos referirnos a la cultura, sobre todo a libros, a librerías, la distancia es abismal. Para quienes estamos convencidos de que los viajes ilustran, al viajar buscamos teatros, museos y librerías entre otras cosas. Cuando fui estudiante universitario, era difícil comprar un libro; había que pedirlos por paquetería: en lo personal, en aquellos años, me daba chance de viajar cada semestre a CDMX, recorrer librerías e incluso ir a la UNAM, a Ciencias Políticas, a comprar apuntes mimeografiados. Siempre, venir a la CDMX fue imperativo ir a una librería.

Actualmente, en Victoria, no hay donde comprar libros universitarios. Las librerías que existen, que se cuentan con los dedos de una mano, ofrecen más libros bestseller, novelas o libros de superación. La ventaja hoy en día, que muchos libros se pueden adquirir por internet, por libre mercado, Amazon o las páginas www de las librerías más prestigiadas. Uno de los motivos, o las expectativas de viajar a CDMX, sigue siendo visitar librerías, comprar libros, pese a que ya me jubilé como docente universitario.

 

RECHACÉ OFERTAS

La cuestión es que siempre he sido un provinciano. Nací en un ejido, me cambié a la ciudad para estudiar y ejercer mi profesión. Incluso, al concluir mis estudios universitarios, tuve ofertas de trabajo para Monterrey como para la CDMX… y preferí la comodidad, la paz y tranquilidad, con todas sus carencias, vivir en la otrora ciudad de las cotorras; en donde, durante un tiempo, tomar agua de La Peñita, inducía a quedarse a vivir ahí… en fin, en la otrora ciudad limpia y amable, aunque hoy ya no tiene nada de eso: y sí, muchos baches, problemas de abastecimiento de agua, y en los parques y jardines verdaderos bosques de maleza.

 

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