Este año la escritora colombiana Piedad Bonnett vuelve al candelero al ganar el XXXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Recuerdo haber leído un poema suyo donde la noche se derrama sobre los solitarios como un oscuro vino. También su Oración, aquella donde implora: Para mis días pido,/ Señor de los naufragios,/no agua para la sed, sino la sed. Así como los versos donde describe el tránsito de la niñez a la adolescencia de su hijo Daniel: Por los rincones de la casa/ vas dejando tu antigua piel,/ y abrumado y espléndido descubres/tu desnudez que humilla los espejos.
Ese hijo suyo, Daniel Segura Bonnet, se quitó la vida el 14 de mayo de 2011, un par de meses antes había cumplido veintiocho años. Lo ocurrido antes y después de ese terrible acontecimiento es narrado sin sentimentalismos, de una manera pulcra y honesta, por Piedad Bonnett en “Lo que no tiene nombre”, probablemente su libro más conocido.
¿Cuántas maneras hay de suicidarse? Se pregunta la autora y nos lista algunas: “Las hay repulsivas, como la del que se ahorca -que no tiene en cuenta al pobre miserable que descubrirá el cadáver-, o torturantes, como la del que se toma un veneno: Lugones que ingirió whisky y arsénico para morir, tuvo tales convulsiones que el catre en el que yacía se desplazó de un lado a otro de la escueta habitación de hotel donde se alojaba… Y orgullosas y rodeadas de rituales, como la de Mishima que se hizo el harakiri delante de la tropa japonesa… El más aséptico de los suicidios es tal vez el del que ingiere una cantidad tal de somníferos que se hunde silenciosamente en una oscuridad sin orillas…” Su hijo Daniel optó por tirarse desde el apartamento en que vivía en la ciudad de Nueva York, clausurando así una prometedora carrera como artista.
Daniel llevaba ocho años, desde que le conoció, luchando contra un trastorno esquizofrénico; la enfermedad mental que lo orilló a aquel acto irreversible. La literatura puede ayudarnos a tratar de entender por qué ocurren estas cosas, para Albert Camus el suicidio era el único problema filosófico realmente importante; para Imre Kertész es inaprensible: “Todo entender es un malentendido”. Más en la línea de Salman Rushdie, “La vida debe vivirse hasta que no puede vivirse más”, Piedad Bonnett es empática; valiente, aunque con el corazón arrugado, nos comparte: “Dani, Dani querido. Me preguntaste alguna vez si te ayudaría a llegar al final. Nunca lo dije en voz alta, pero lo pensé mil veces: sí te ayudaría si de ese modo evitaba tu enorme sufrimiento.
“Entre los motivos para otorgarle el Reina Sofía, el jurado que emitió el fallo destacó que, “su poesía es luminosa, aun cuando trata temas arduos, como el desamor, la guerra, la pérdida o el duelo”. Habrá que consentir, la poesía de Piedad Bonnet es luminosa, incluso cuando el fulgor emanado de sus versos sea el de una luz siniestra. Vuelvo a la Oración, citada en el primer párrafo, a sus versos finales: “(Pido) Para las noches,/ toda la oscuridad que sea necesaria/ para ahogar mi propia oscuridad”.