Hace 19 años, escribí mi primera participación editorial para El Diario de Ciudad Victoria. He aprendido y he crecido en mi afán de ofrecer mayor calidad en mis letras. La práctica y la conciencia de que siempre se puede mejorar el desempeño en el quehacer, detona en el individuo el instinto de superación y la marcha hacia paradigmas cada vez más altos.
Gracia a esta importante Casa Editora, por permitirme compartir mis letras y difundirlas impresas y en medios electrónicos.
Gracias queridos lectores por su preferencia.
Seguiremos aprendiendo.
Alicia Caballero Galindo
Mariana trataba de convencer a su esposo, Martín, que inscribieran a su única hija, Teresita, en un colegio católico. En unos días cumpliría seis años y debían escoger muy bien la escuela donde estudiaría. En ese momento acababan de comer, la niña se fue a jugar y ella recogía los platos mientras Martín leía el periódico, le pareció un momento propicio para tratar el tema.
—Mira Martín, vivimos tiempos difíciles; hay mucha perdición en el mundo y cada vez es más difícil inculcar valores a los hijos, Teresita, es nuestra única hija y debemos darle lo mejor en educación. En un colegio católico, le van a enseñar lo mismo que aprende en nuestra casa en cuestión religiosa, será más fácil alejarla de las tentaciones y los peligros, si en la escuela, le hablan de valores y religión además de las clases.
Martín, pensativo, dejó a un lado el periódico que estaba leyendo y se quedó pensativo, su mujer lo cuestionó un tanto molesta.
—Pareciera que no me escuchas, o… ¿acaso te duele gastar en tu hija?
Por fin, el padre, responde preocupado.
—Mira, Mariana; no es sólo el dinero, cierto que no gano mucho, pero también hay qué ver el tipo de niñas que van al colegio donde pretendes inscribir a la niña. Son gentes de dinero que se mueven en otros medios distintos a los de nosotros y a lo mejor, Teresita no se va a sentir bien entre ellos, no podemos comprarle los lujos de las niñas que van a esas escuelas. Pero si tanto insistes, podemos intentarlo, ¡total! Si no podemos o no se siente cómoda la niña, la sacamos y ya. Hay muchas buenas escuelas públicas donde puede estudiar.
Mariana, sintiéndose aliviada, continuó con el trajín de la cocina y decidió hacer lo necesario para lograr su propósito. En cinco meses, tendría tiempo para economizar algo de dinero extra para comprarle ropita buena y los útiles escolares que serían caros, por supuesto.
El tiempo se fue volando, por fin logró su propósito y Teresita asistía a un colegio cercano a su casa, no tendría que pagar transporte escolar porque ellos la podían llevar. Martín, era jefe de mantenimiento en una empacadora de alimentos enlatados y Mariana, secretaria de un bufete de abogados, sería pesado mantener a la niña en el colegio, pero lo intentarían.
Todo marchaba bien, la niña se adaptó al medio con rapidez y sus papás, lograron equilibrar su economía para mantenerla ahí. Pero un día, la maestra de grupo hizo un ejercicio donde cada niña debía decir, en qué trabajaba su papá, y empezaron a mencionar las diversas ocupaciones de sus padres: doctores, directores de empresas, dueños de comercios grandes, etc. Teresita que es inteligente, esforzó su intelecto para expresar de la mejor manera la ocupación principal de su papá y cuando le llegó su turno, dijo que su papá era “Padre”, la maestra, era una monja; se persignó y hubo exclamaciones de asombro de parte de las demás niñas: “su papá era padre” ¡no era posible tal aberración!
De inmediato, la maestra comunicó a la directora la información de la niña y se hizo gran alboroto en el colegio, no era posible tener como alumna a una hija de un padre sacrílego, hubo junta de maestros para presentar el caso y después de una larga discusión y reparto de culpas por aceptar a una niña con un padre así… decidieron hablar con la madre de la niña para aclarar la situación y ver la mejor manera de darla de baja sin herir susceptibilidades, la niña no tenía la culpa de las acciones de sus padres.
Cuando la madre es convocada por la directora del plantel para anunciarle la decisión que tomaron, llegó a la dirección ajena al lío que la esperaba.
La directora, un tanto molesta y preocupada, rodeada de otras monjas, también maestras, parecían estar montando un juicio sumario contra la pobre mujer, ignorante de tal enredo.
Por fin, la directora, aclarando la garganta, se atreve a abordar el molesto incidente:
—Mire señora, nos hemos enterado por su niña que el papá de su hija es Padre y no podemos de ninguna manera aceptar en esta institución a la hija de una persona con esa condición, estamos en contra de cualquier situación de ese tipo.
Mariana, intrigada, trataba de entender la situación y supuso que las diferencias sociales y económicas de ellos con los demás padres de familia, les era molesto a las monjas y le causó gran indignación, respondiendo airadamente a sus requerimientos.
—Mire Directora, con todo respeto, creo que nosotros hemos cumplido con todas las normas de la institución y que el papá de mi niña no sea como los demás, no es razón para que retiren a la niña del colegio, además, ustedes estaban enteradas que no éramos ricos como los demás papás, pero cumplimos con todas las normas.
En ese momento, el sudor empezó a perlar la frente de la directora porque no supo qué contestar y Mariana continuó diciendo:
—El hecho que nosotros no seamos ricos y mi esposo tenga un trabajo distinto, no les da derecho a retirar a mi hija del colegio por no pertenecer a la misma clase social. Nosotros trabajamos duro y honradamente para darle lo mejor a nuestra hija.
La directora, poniéndose de pie, por fin se atreve a decir:
—Mire señora, ya sabemos que el papá de su hija es “Padre” su hija lo dijo en el grupo., y eso no lo podemos tolerar, un sacerdote no puede tener hijos.
Mariana se quedó desconcertada, su niña no pudo decir tal cosa, y sólo se le ocurre sonreír y agregar.
—Mi esposo no es sacerdote, es ingeniero mecánico y se encarga del mantenimiento de una fábrica de comida enlatada, en el registro de inscripción lo anoté, ignoro porqué mi hija hizo tal comentario. En ese momento, la maestra, va por la niña al grupo y la lleva a la dirección. Llega despreocupada y con una sonrisa, ajena al lío que se armó por su comentario. La directora, no hallaba donde meter la cabeza por su error y la madre, al verla le pregunta:
—Oye hijita, ¿por qué dijiste en tu grupo que tu papá era Padre?
La niña sonriente y con la lógica de una niña inteligente de su edad responde:
—Es que todas mis compañeras hablaban que sus papás tenían trabajos muy importantes y no tenían tiempo para ellas porque siempre estaban ocupados pero mi papá, cuando sale del trabajo y llega a la casa dice que se olvida de todo y trabaja de padre y eso a mí me gusta y me siento orgullosa porque me ayuda con la tarea, y a veces va con nosotros a la tienda y todos los domingos nos lleva a pasear.
En aquella oficina, se hizo un silencio pesado por la lección que aquella pequeña, había dado a un grupo de adultos cargados de prejuicios. Desde ese día, Teresita, se convirtió en una niña popular y querida en su colegio, y sus padres, se sentían orgullosos de ella.