diciembre 20, 2024
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Los migrantes son héroes

diciembre 20, 2024 | 10 vistas

Luego de la algarabía que se tornó por la llegada de uno de los tíos de la familia, se sentaron a la mesa a platicar mientras se iban acomodando para compartir la comida, esa comida que tanto habían extrañado todos.

El platillo a servir era especial, se integraba por frijol del jarro y nopales guisados, las tortillas salían del comal de barro, también había un queso. La mesa forjada por un par de tablas, bajo la enramada de carrizos, que da, justo frente a la puerta de la cocina. El ingrediente especial era la compañía, estaban sus hijos, hermanos y su madre, la más feliz.

Ya habían pasado más de treinta meses en que tomó la decisión de ir en busca de mejores condiciones de vida para su familia. Lo había intentado bajo el esquema del Servicio Nacional del Empleo, tramitó su pasaporte y la llamada nunca llegó.

A través de algunos conocidos, es que contactó a un coyote, esos que le ofrecieron a cambio de dinero, llevarlo a un lugar del otro lado del río Bravo, donde tendría trabajo, un lugar a donde llegar, y con eso todo se acomodaría para enviarle dinero a su

esposa que la dejaba con tres hijos y su madre con problemas de salud.

Como pudo, reunió el dinero, antes rentó la parcela por tiempo indefinido, vendió las cinco vacas que cuidaba y la mula del tiro con el que araba la tierra. Bajo el relés de la casa, quedaron los arados, balancines, azadón y talache.

La fecha esperada para subir a esa camioneta llegó, recorrió cientos de kilómetros sentado en una caja que le acomodaron hasta el fondo; no se dio cuenta las horas que pasaron, cuando al cruzar el famoso Bravo, los esperaban para llevarlos al jornal, de esas suertes que le tocan a unos cuantos, seguro desde lo más alto lo habían bendecido.

A partir de ese momento, solo era el hombre y sus ganas de trabajar, de ganar dólares americanos, solo pensaba en cuánto ganaría en la semana, lo multiplicaba por veinte y sonriente lo depositaba el domingo.

Así pasaron las semanas, terminó varios calendarios en uno y otro trabajo, en lo que fuera, total, cosas del campo las sabía hacer muy bien y lo que no, siempre estaba dispuesto a aprender.

Llegó el cansancio y esa nostalgia que no pudo controlar, tomó sus cosas y emprendió el viaje de regreso. Las fiestas de diciembre las añoraba, quería estar ahí, en su pueblo.

Es que casos como éste, encontramos en cualquier ejido o comunidad que nos asomemos, nuestros amigos y paisanos, luego de una buena temporada de trabajar en los Estados Unidos en una y mil tareas, vuelven a casa, a contemplar su terruño y abrazar a los suyos.

Es difícil para quienes determinan no volver, buscar arreglar sus “papeles” y establecerse por allá. Hay quienes van por temporadas, trabajan siete u ocho meses y regresan a invertir lo ganado.

Son estos paisanos quienes reactivan la economía de ejidos, municipios y regiones completas, por estos meses gastan su dinero limpio en comida, el arreglar su casa, en ropa, en fiestas con la familia y en muchas otras cosas.

Como sucede en El Coronel, municipio de Tula, donde un grupo de migrantes se cooperaron para construir el arco de bienvenida en su ejido, los Leones, como les dicen, quisieron estar presentes sin estarlo, en uno de los muros están sus nombres y en otro, el reconocimiento a todos aquellos que han ido para el otro lado de manera ilegal.

Hoy, que la temporada nos alcanzó y que por las carreteras vemos a cientos de vehículos transitar hacia el interior del estado y del país, seamos empáticos con ellos, si requieren apoyo, brindémoslo, son personas que al igual que todos, regresan de trabajar, no olvidemos que, como ya se los he dicho: somos coyotes de la misma loma.

Hasta la próxima.

 

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