El otro día me acordaba de don Jesús. Un hombre duro, de mucho carácter y que se daba mucho a querer.
Era todo un líder.
Murió hace once años, luego de una larguísima agonía. Lo conocían como don Chus.
Yo tuve la oportunidad de conocerlo a mediados de la década de los noventas, allá en Chiapas.
Jesús Mazariegos Cisneros, era su nombre.
Nació en Medio Monte, un pequeño poblado del municipio de Tuxtla Chico al sureste de Chiapas.
Su vida fue muy peculiar.
Algo así como de una película de Pedro Infante, Jorge Negrete o Antonio Aguilar.
Fue hijo único y macho a más no poder.
Se “arrejuntó” muy joven con una muchacha menor de edad. A los pocos meses el padre de la chica lo demandó y estuvo algunas semanas en la cárcel.
Su madre se separó del papá de don Chus desde que éste era muy niño. La señora era bastante canija, también de mucho carácter, pero dominante.
A doña Hermila le gustaban mucho los hombres, los dominaba y tenía varios en su haber.
En sus años mozos, fue dueña de un pequeño bar en el que le ayudaba su hijo Chus.
En una ocasión se le juntó el mandado a la señora en la cantina. Sí, el novio actual y un amante llegaron al mismo tiempo y, como de película mexicana de los años cuarenta, se dieron de balazos por el amor de Hermila.
Hubo, desde luego, un caído. El que salió victorioso fue el novio, a quien Hermila le abrió la puerta para que huyera. A Jesús le pidió sacará el cuerpo del muertito; pero en eso llegó la policía y lo incriminaron.
La madre no dijo ni pío a sabiendas de que su hijo no era el asesino.
Chus estuvo varios meses en la cárcel, en donde terminó de forjar su carácter, hizo muchos amigos y, además, se volvió un máster en la baraja.
Fue líder en esa prisión.
Al salir, tenía 23 años. Se enamoró de una chiquilla de apenas 13 años de edad. Otra vez una menor, casi una niña.
La adolescente también se enamoró de don Jesús… perdidamente.
Un domingo, Chus tomó su caballo, se dirigió al centro de la ciudad, esperó a que aquella niña, que se llamaba Candelaria, saliera de misa con sus padres. Allá iba la muchacha con un velo tapándole el rostro, como se acostumbraba en los años cuarenta.
Una vez que Jesús la vio, apresuró el camino montado en su caballo, que era un alazán muy fuerte, entonces se acercó, a bordo de aquella yegua, la tomó de la cintura con un solo brazo, y un solo movimiento, la trepó y huyeron al siguiente
pueblo, en donde, una vez que llegaron, se fueron al Registro Civil y se casaron.
El Juez era amigo de él, así que no hubo problema para que asentara en el acta que tenía el consentimiento de los papás de la muchacha.
No se casaron por la iglesia, pero duraron 64 años juntos. Tuvieron 13 hijos y solo la muerte los separó.
Pero don Chus seguía siendo un tipo coscolino y se llevaba a la cama a cuanta mujer podía.
Con apenas terminado el tercer grado de primaria, se puso a trabajar en serio y comenzó a hacer dinero con base en la cosecha del algodón y del sorgo.
Se hizo de un buen terreno y de algo de ganado, el cual comercializaba. Ya iniciaba un ascenso, tanto en lo económico como en lo social.
Su esposa Candelaria casi todo el tiempo estaba embarazada, así que tenía que desahogar sus penas.
Cuando nació el cuarto hijo de aquel matrimonio, una sobrina de Candelaria llegó a cuidarla mientras pasaba la cuarentena.
Jesús estaba ansioso y, pues bueno, era cuarentena, una noche se llevó a la sobrina a una pequeña choza que tenía en medio de su sembradío de algodón y… ¡sopas! La embarazó.
Con ella tuvo 11 hijos-sobrinos. Casi todos a la par de los que tuvo con Candelaria.
Con otra amante tuvo también una hija y con una amante más otra hija.
En total fueron 26 hijos.
A todos les dio casa y escuela hasta la universidad.
En cada cosecha compraba terrenos o casas, que al final se los heredó a sus veintitantos hijos.
Tuvo dinero, aunque siempre vivió muy modestamente.
Murió en el 2012 a los 86 años de edad.
Para entonces le sobrevivían 24 hijos, su esposa y su eterna amante.
Fue todo un caso el viejo Mazariegos. Su historia es –insisto- de película y de novela.
EN CINCO PALABRAS.- Jodido, pero contento, solía decir.
PUNTO FINAL.- “Ya no le pidan al tiempo que vuelva, por favor”: Cirilo Stofenmacher
X: @Mauri_Zapata