En plena Guerra de Reforma, a causa de que el General Ignacio Comonfort y un grupo de conservadores desconocieron la Constitución del 1857 con el Plan de Tacubaya. Benito Juárez asumió el cargo como Presidente de la República cuando los Poderes de la Unión buscaron refugio en la ciudad de Guanajuato.
En su peregrinar por el país, Juárez llegó a Guadalajara, en donde estuvo a punto de ser fusilado por soldados pertenecientes al bando conservador. Para fortuna del Benemérito de las Américas; Guillermo Prieto, que en ese entonces ocupaba el cargo de ministro de Hacienda, lo salvó interponiéndose entre los militares y el Presidente.
Prieto protegió a Juárez con su cuerpo y gritó: “¡Bajen esas armas: los valientes no asesinan!”. Según narran de este pasaje histórico, Guillermo Prieto siguió hablando hasta que los soldados se convirtieron en defensores de Benito Juárez.
La frase “Los valientes no asesinan” quedó grabada en la memoria colectiva mexicana como una máxima capaz de hacer razonar al más reacio enemigo. Es una lástima que la consigna valiente de Guillermo Prieto haya menguado a través del tiempo.
Un desafortunado grupo de migrantes que viajaban en camiones de redilas por una carretera rural de Chiapas no tuvieron la suerte de que un Guillermo Prieto se apersonara para evitar que los militares de una patrulla del Ejército Mexicano abriera fuego contra ellos, matando a seis e hiriendo a 12 de los 33 que viajaban en esos vehículos.
Esta tragedia sucede a menos de una semana de que el Senado de la República aprobara el dictamen de la reforma constitucional para traspasar el mando de la Guardia Nacional, de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Los elementos del Ejército que participaron en el incidente fueron “separados de sus funciones” y podrían enfrentar una investigación de la Fiscalía General de la República (FGR), para fincar responsabilidades de encontrar hechos agravantes. Desafortunadamente, cualquiera que sea la resolución, no devolverá la vida a los migrantes masacrados.
Tanto se ha hablado acerca de lo nocivo de tener al Ejército en labores de vigilancia entre la ciudadanía, que el mismo ex presidente López Obrador fue un crítico constante de estas acciones en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Pero al llegar a la presidencia y a pesar de la promesa de campaña de regresar a los militares a los cuarteles, los fortaleció y les dio tareas de seguridad pública e incluso actividades ajenas a la disciplina militar, realizando labores de construcción y administración.
A pocos días de haber tomado las riendas del país, la presidenta Claudia Sheinbaum parece continuar por la senda pro militar que manejó su antecesor. En la ceremonia de cambio de mando, el secretario de la Defensa Nacional, general Ricardo Trevilla Trejo, dio a conocer durante su discurso como nuevo titular de esa dependencia, que la Presidenta le instruyó mejorar las percepciones económicas del personal militar.
Una acción muy loable, tomando en cuenta que en este 2024 la Sedena contó con el tercer presupuesto más importante del gobierno, solo debajo de la Secretaría del Bienestar y la Secretaría de Educación.
En contraste, en el marco del aniversario por la matanza del 2 de octubre del 68, la Presidenta de México a través de un decreto, ofreció disculpas públicas a los familiares de las víctimas y a los sobrevivientes de la matanza estudiantil, cometida por el Ejército en el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz.
La interrogante es: ¿La presidenta Claudia Sheinbaum también ofrecerá disculpas públicas y exigirá justicia por las muertes de civiles inocentes que se sumen en este sexenio por culpa de los militares? o solo se irán acumulando los cuerpos en la fosa de los llamados daños colaterales.