La pasada pascua gasté unos días en Guanajuato. Uno de los lugares que visité fue el Museo Iconográfico del Quijote, lugar ad hoc al espíritu cervantino de la ciudad. Allí adquirí un libro editado por esa institución: Malinche: Crónica ilustrada de El Encuentro, de Christian Duverger, con ilustraciones de Carmen Parra.
Doña Marina, como la bautizó Hernán Cortés, nos cuenta Duverger: “Era hija de un noble de la ciudad de Coatzacualco, quien gobernaba dos ciudades asociadas, Olutla y Teticpac. Recibió una educación de princesa, aprendió los buenos modales, las artes domésticas y el buen hablar.” Siendo ella muy joven su padre muere y su madre se casa con otro cacique. En una deleznable maniobra, con la finalidad de desheredarla, es vendida como esclava a unos mercadares y terminará sirviendo vasallaje a un señor de la región del Golfo de México. Una vez que los españoles ganan la batalla de Centla, Tabasco, ella es regalada como parte de los obsequios que los indígenas rinden a Cortés. Éste se la dará como mujer a uno de sus capitales, Alonso Hernández Portocarrero.
Al poco, por vía de Jerónimo de Aguilar, el conquistador sabrá que la nativa habla el maya y el náhuatl (más adelante también dominará el español); esto será capital para sus propósitos. Una vez fundada la Villa Rica de la Vera Cruz, en la pascua de 1519, reciben a una delegación cargada de regalos, enviada por Moctezuma. Por otra parte, Marina traba contacto con visitantes venidos de Cempoala y sugiere a Cortés una alianza con ellos. Se traba la entrevista con el Cacique Gordo; estando en esas tierras, por casualidad, coinciden con los recaudadores de impuestos enviados por Moctezuma. Cortés se percata del conficto existente entre esos pueblos. Los totonacas no serán los únicos con los que habrá de aliarse. Como sabemos, de suma importancia, en su camino hacia la capital azteca, fue el apoyo de los tlaxacltecas. El 8 de noviembre de 1519, sin librar batalla, nos cuenta Duverger, “Cortés entra en Tenochtitlan con Marina a su lado, seguido por una pequeña tropa. Cortés avanza a caballo por la recta calzada… tan ancha que diez caballos pueden caminar lado a lado”. Para el conquistador, aquella ciudad era más grande que Sevilla y Córdova juntas. Una vez que se produce el encuentro con Moctezuma, Cortés impone a Marina como su portavoz. Esto debió ser impactante pues tradicionalmente los tlatoanis mexicas no hablaban con mujeres. Continúa Duverger: “Para dar estatuto a Marina, el soberano la llama Malitzin, venerable cautiva, y a Cortés Malitzine, el dueño de la venerable cautiva, de ahí vendrá el nombre de Malinche”.
Para fines prácticos, ahorraremos los múltiples episodios que culminan en la caída de Tenochtitlan, y demos paso a los años finales. Una vez victorioso, Cortés se instala con Marina en Coyoacán. En noviembre de 1522 Marina da luz al primer hijo varón de Cortés, se llamará Martín y se educará en la corte del rey de España. Más tarde nacerá una hija a la que llamarán María. En 1528, mientras Cortés se encuentra de viaje, Marina muere repentinamente. En la primera mitad del siglo XIX, concluye Duverger, se inventó en Estados Unidos otro relato de la Conquista, desde ese momento, la fama de Cortés se volvió negativa, así como la percepción del personaje de Marina, la llamaron despectivamente Malinche y la tacharon de traidora. Ya va siendo hora de restituir la buena fama de esta mujer excepcional.