María José Zorrilla
Hace unos días Honduras anunciaba que construirían una mega cárcel para 20 mil reos debido a una emergencia en materia de seguridad por la agobiante criminalidad que los aqueja. Xiomara Castro, la presidenta hondureña, anunciaba en cadena nacional junto con sus demás miembros de seguridad este proyecto ante los reclamos ciudadanos por el auge de la violencia en su país. Símil a lo que ha emprendido El Salvador, ahora otro país centroamericano toma medidas extremas ante la presión social de sus ciudadanos. Recordemos que Bukele fue el primero en asumir un proyecto de este tipo para acabar con la violencia al inaugurar el 31 de enero del 2023 una mega cárcel para 40 mil reos. El “Centro de confinamiento del terrorismo” se ha convertido en un símbolo de “guerra contra las pandillas”, aunque actualmente no se sabe a ciencia cierta ni las condiciones ni el número de presos que se encuentran en ese recinto. La mega cárcel cuenta con 256 celdas donde al parecer los reos duermen sobre placas de acero como en estantería para cocina industrial, sin colchones, sin ventanas ni luz natural. Las rejas del techo a muchos metros de altura están afiladas para evitar que nadie pueda colgarse y cada celda cuenta solo con dos retretes sin privacidad alguna. No hay visitas familiares ni conyugales, ni comunicación con el exterior. No se sabe qué comen, si tienen hora de ejercicio, ni las medidas mínimas de espacio que exige la ONU para cada reo. Las condiciones de esta mega prisión han sido muy cuestionadas a nivel mundial. No obstante, la popularidad de Bukele ha ido en aumento. Desde que se tomaron estas medidas han tenido una drástica reducción de homicidios. Son miles los salvadoreños que destacan el cambio. Había barrios donde ver, oír y callar era la regla y los robos, violaciones y homicidios eran parte del diario vivir. Ahora los vecinos pueden cruzar las fronteras invisibles que les impusieron las pandillas sin sufrir hostigamiento y sin miedo a represalias, según lo destacó la BBC.
En algún momento Bukele declaró que El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo al más seguro de América. Y cómo lo logró, poniendo a los criminales adentro. Bukele aseveró que no tendrán ningún tipo de comunicación por lo que no podrán dar órdenes desde adentro como sucede comúnmente en el interior de las cárceles mexicanas. La estrategia salvadoreña es condenada por muchos países y altamente cuestionada por los protectores de los derechos humanos. Ante la reacción favorable de la población y la tranquilidad que ha vuelto a los barrios que fueron controlados por los famosos “Mara Salvatrucha” y las dos facciones del Barrio 18, en El Salvador, la presidenta de Honduras da un paso adelante y toma una difícil decisión al emprender acciones extremas. Tal vez las condiciones sean verdaderamente inhumanas en la cárcel de Bukele, pero algo podría aprenderse de la tranquilidad que ha vuelto a imperar en un país otrora dominado por pandillas y delincuentes. El Salvador, con una población que no llega a los 6.5 millones de habitantes, y Honduras con 10.4 han tomado las medidas que consideraron necesarias para resolver la violencia que les aquejan. En México, según cifras del INEGI en el año 2022, había 226,116 presos y se considera que cuatro de cada diez no tienen sentencia, y de ese porcentaje menos del 5% son mujeres. Muchos han cometido delitos menores y la mayoría de los verdaderos delincuentes no se encuentran entre esa estadística. Por el contrario, desde el sicario común y el vendedor de drogas al menudeo, hasta el de cuello blanco, viven libres y tranquilamente en ciudades y zonas rurales del país haciendo de las suyas. Si se hiciera una encuesta a quienes han padecido actos de violencia o han tenido familiares que han muerto o sufrido violaciones o secuestro por parte de la delincuencia organizada sobre cómo se sienten, tal vez ellos pedirían verdadera justicia y castigo para los criminales. Tal vez preguntarían y dónde quedaron nuestras garantías individuales, quién se encargó de cuidar de nuestros derechos humanos. He allí la interrogante. Hasta dónde llegan los derechos de unos y otros y hasta dónde tomar las medidas necesarias para acabar con la violencia.