marzo 6, 2025
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Josefina Guzmán Acuña

Meritocracia y desigualdad

febrero 19, 2025 | 194 vistas

Josefina Guzmán Acuña

 

“Meritocracia ¿No es una palabra hermosa?” eso afirmó el presidente de los Estados Unidos Donald Trump reafirmando la idea que en este país creen en el sistema meritocrático. Bajo esta premisa, firmó una orden ejecutiva para eliminar la política DEI cuyas siglas refieren a “diversidad, equidad e inclusión” y DEIA para personas con discapacidad. Ambas políticas fueron impulsadas por el presidente Joe Biden con objetivo de promover a través de distintos programas la equidad racial, de género y de distintas comunidades marginadas; buscando abrir oportunidades laborales y económicas a poblaciones en desventaja, como mujeres, afrodescendientes, latinos y personas con discapacidad.

La orden ejecutiva señalaba: “Poner fin a la discriminación ilegal y restablecer las oportunidades basadas en el mérito”, señalando que ofrecer oportunidades laborales, educativas y de promoción basadas en sistemas de cuotas o acciones afirmativas, discriminaban inversamente.

La meritocracia es un concepto planteado por Michael Young en su libro “Rise of the Meritocracy” describiendo una sociedad distópica en la que triunfaban los más talentosos. El concepto avanzó y en 2004 Stephen J. McNamee y Robert K. Miller publicaron “The Meritocracy Myth” cuya definición, la que más se usa en la actualidad, refiere a que las personas pueden lograr lo que se propusieran en base al esfuerzo. Es la noción del sueño americano en el que las personas pueden lograr el éxito personal solamente en sus habilidades y talentos.

Para quien estudian este tema, la meritocracia es un mito, una justificación para quienes gozan de privilegios económicos y lo único que provoca es agrandar las brechas de la desigualdad. Si bien conocemos historias de éxito de quienes desde condiciones poco favorables han logrado ascensos sociales y económicos, esto no es una generalidad.

La realidad es que para lograr habilidades, capacidades, competencias y talentos se requiere construirlos a partir de contar con ambientes y con recursos que propicien su desarrollo. La gran mayoría de la población no cuenta con éstos y las brechas de desigualdad comienzan desde la primera infancia teniendo accesos a educación de calidad, clases particulares, desarrollo de deportes, entre otros.

En México los sistemas de cuotas y leyes de paridad forman parte las políticas de igualdad que pretenden dar oportunidades a grupos menos favorecidos, como mujeres, personas de las comunidades LGBTQ+ e indígenas. Sin embargo, este sistema de cuotas tiene muchas personas detractoras, que como Trump consideran dejan fuera a hombres con talento y capacidades.

Los sistemas de cuota son fundamentales para disminuir las brechas de desigualdad y para comprender que el desarrollo de las sociedades se da cuando las personas menos favorecidas pueden acceder a través de políticas públicas a nivelar sus condiciones.

Sin embargo, los sistemas de cuotas en la actualidad caen en la simulación cuando personas dicen ser de cierto grupo vulnerable para acceder a una posición. Aquellos que se dicen ser de comunidades indígenas sin serlo; o cuando un hombre que, por paridad no le toca esa posición coloca alguna mujer de su familia para acceder al poder a través de ella.

Es necesario que los sistemas de cuotas cumplan su función y encuentren el equilibrio entre la oportunidad y el talento. No se trata de llenar la cuota, si no de que lleguen las personas que a pesar de sus condiciones adversas cuentan con el potencial y talento que requiere la posición a la que acceden.

 

 

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