«Cualquiera sabe reír
Aunque le toque sufrir
Y en un «volado» deja
Jugado el hoyo para morir»
Canción: “El Fandango aquí”, Eugenia León
¿Cómo están? En los años 90tas mi madre Rosario tuvo un fuerte quebranto de salud a grado que estuvo hospitalizada varios días en Tampico. Acudí a verla. Y estando solos en el cuarto de hospital me dice: «Anoche vino la Muerte aquí… me quería llevar. Le dije: «no me lleves, no quiero ir, por favor. Y se fue».
Me contó eso muy natural, sin lágrimas, ni dramas. Me impactó tanto que me quedé callado. Y pese a mi formación de periodista, de indagador, nada le pregunté a mi madre. Ni la hora exacta, ni como andava vestida quien fue a su cuarto de hospital.
Luego unos dos años después mi mamá Rosario falleció. En otro hospital, por cierto, de Pemex en Ciudad Madero.
El primer contacto que recuerdo yo de cementerios fue en El Panteón de «Árbol Grande» en Madero. Tendría yo ocho o nueve años. Andaba con mi madre. Y no sé qué andábamos haciendo ahí exactamente pues yo tenía noción que toda la parentela fallecida que teníamos estaba en el panteón Municipal, no ahí.
Recuerdo eso sí haber visto al menos dos cajas de muerto ahí tiradas, abiertas, sin nada. Abandonadas, en el marco de tumbas y más tumbas.
En aquel cementerio, de repente vi lo que era la puertita metálica, enrejada, de lo que era un pequeño altar. Sin pensarlo mucho lo tomé para mí, llevándomelo a mi casa. Llegando puse aquella puertita metálica junto a mis juguetes. Pasadas las horas, obvio se hizo de noche, y entonces me apaniqué. Entonces opté por tomar esa puertita y lanzarla lejos de mi casa.
A finales de los años ochenta compré mi primer carro. Fue un Ford Maverick automático, dos puertas. En una Semana Santa un gran camarada de Monterrey -ahora Ingeniero- Juan Rosales Maldonado llegó a Victoria con su hermano Pedro. Pasé a recogerlos a la Central Camionera, y de ahí le dimos directo a la playa de La Pesca, por la antigua Carretera a Soto La Marina. Mi camarada Juan manejó ida y vuelta.
En el viaje de regreso. Poco antes de llegar al aeropuerto El Petaqueño estalló una llanta y el Maverick volcó. Dio unas dos, tres vueltas quedando en posición normal a un lado de la carretera.
Y entre paréntesis, yo en mis tiempos de prepa fui parte de un grupo juvenil católico. Y fui catequista como por un año, preparando niñas y niños a hacer su Primera Comunión. Volviendo a la volcadura, al ir dando vueltas dentro del carro, me apaniqué. Y en silencio rogué, pensé: «¡Dios, que no me muera, que no me muera!»
No me pasó nada, ni una lesión, golpe ni nada.
El coche, destrozado. Una ambulancia pasó a recoger a mi camarada Juan, que estaba lesionado leve, pero sobre todo impactado para llevarlo al Hospital Civil de Victoria. Pedro Rosales y yo abordamos un autobus que lleno al tope venia de La Marina. Y de pie permanecimos hasta llegar a la Central Camionera. así las cosas, en experiencias en hospitales, panteones y volcaduras.
Dos.- Pues ahí tienen que nuestra Universidad Autónoma de Tamaulipas trabaja en la implementación de estrategias que permitan alinear la normativa del nivel medio superior a las políticas académicas nacionales, además de dar fortaleza a la formación de sus estudiantes de bachillerato.
Por decisión del rector Dámaso Anaya Alvarado, se han establecido proyectos cuyo propósito es contribuir a la visión humanista y transformadora en este nivel educativo.
Con ese afán se trabaja en procesos de actualización de la normatividad y en la generación del Sistema de Educación Media Superior, iniciativas que tienen como marco el Plan de Desarrollo Institucional de la UAT, alineadas a la política educativa de la entidad.
En el contexto de la normativa se consideran aspectos como el plan de estudios, acompañamiento a la trayectoria de los estudiantes, los roles y figuras que participan, así como disposiciones que regulan los servicios de bachillerato en las escuelas incorporadas a la Universidad. NOS VEMOS