mayo 21, 2025
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Josefina Guzmán Acuña

Mujeres que ejercen violencia laboral

mayo 21, 2025 | 2 vistas

En el 2006 la actriz Meryl Streep y Anne Hathaway protagonizan una popular película titulada en español como El Diablo Viste a la Moda (en inglés “The Devil Wears Prada”), la película trata sobre la historia de una joven periodista que ingresa a trabajar a una prestigiada revista de moda. A medida que avanza la película, la trama explora las complejas relaciones de poder en el mundo de la moda y los sacrificios personales necesarios para alcanzar el éxito en un entorno altamente competitivo. Andy (la joven periodista) se ve obligada a satisfacer las exageradas exigencias de Miranda (la famosa diseñadora de moda y editora en jefe de la revista) a costa de su vida personal, metas y valores.

Lo que sucede a la joven periodista frente a la jefa tirana y autoritaria, es un reflejo por el que muchas mujeres hemos enfrentado en nuestra vida laboral. Contrariamente a lo que puede pensarse en una época en que la sororidad guía la lucha feminista, muchas mujeres ejercen violencia laboral sobre otras. Por ejemplo, en Estados Unidos, algunos estudios realizados como la Employment Law Alliance, el 45 por ciento de las personas encuestadas afirmó haber sido víctima de acoso laboral, y de éstas el 40 por ciento señaló como responsable a una mujer. Aunque esta cifra no permite concluir que las mujeres sean más propensas a acosar, un informe de 2014 del Workplace Bullying Institute reveló que el 68 por ciento de las mujeres identificadas como acosadoras ejercían ese comportamiento hacia otras mujeres. En la misma línea, un estudio de 2011 de la American Management Association indicó que cerca del 95 por ciento de las mujeres había sido víctima de acoso por parte de otra mujer en algún momento de su trayectoria profesional (Strauss, 2016).

En México un estudio realizado por Carolina Espinosa Luna y Consuelo Corradi (2025) recogieron testimonios de mujeres académicas universitarias y mujeres estudiantes sobre “mujeres y violencia en la academia”; identificando que, algunas mujeres ejercen violencia académica amparadas en una impunidad sostenida por su imagen pública de compromiso ético o político, frecuentemente legitimada por las propias instituciones. Este tipo de protección simbólica preserva el prestigio de las agresoras, especialmente cuando forman parte de redes de poder, ocupan cargos directivos o lideran programas institucionales de género. La violencia académica entre mujeres, advierten estas expertas, puede ser igual de perjudicial que la ejercida por hombres, al reproducir dinámicas de exclusión y abuso en entornos académicos. 

Las mujeres que ejercen violencia laboral y académica lo hacen utilizando pretextos de corregir, de mantener el orden, cuidar las reglas, normas de manera estricta y exageradamente rigurosas, replican dinámicas violentas bajo una fachada de compromiso ético, feminista o político. Provocando en quien la padece afectaciones al bienestar físico, mental, académico y profesional, como experiencias prolongadas y acumulativas que dejan huellas profundas (Espinosa y Corradi, 2025).

Una de las posibles explicaciones del por qué las mujeres en posiciones jerárquicas más altas ejercen rudeza innecesaria sobre mujeres subordinadas, se expresa en el llamado síndrome de la abeja reina (Queen B syndrome).  Según Staines et al. (1974), el síndrome de la abeja reina se refiere a un fenómeno en el que algunas mujeres que han alcanzado posiciones de poder en ambientes dominados por hombres tienden a distanciarse de otras mujeres y a adoptar actitudes hostiles hacia ellas. Estas mujeres no solo buscan integrarse a la cultura masculina del entorno laboral, sino que también pueden obstaculizar el ascenso de otras mujeres, negándoles apoyo o replicando estereotipos de género.

En su formulación original, el síndrome de la abeja reina se entiende como una estrategia de supervivencia individual, en la que la mujer que logra destacarse lo hace rechazando su identidad de género como una desventaja, presentándose a sí misma como una “excepción” entre las mujeres y, por tanto, validando las reglas impuestas por estructuras patriarcales.

Según Cowan et al. (1998: 280), el comportamiento de las llamadas queen bees o “abejas reinas” revela una actitud competitiva hacia otras mujeres, a quienes perciben como una amenaza directa para su propio éxito. Este hallazgo sugiere que, lejos de fomentar la solidaridad o el apoyo entre pares, algunas mujeres en posiciones de poder adoptan estrategias de exclusión y rivalidad, motivadas por la necesidad de preservar su estatus en entornos altamente competitivos y tradicionalmente dominados por hombres.

Para  Staines et al. (1974), las investigaciones sobre este fenómeno han identificado tres formas en que las mujeres lo llevan a cabo:

(1) presentándose de manera similar a los hombres, adoptando comportamientos, estilos de liderazgo o actitudes tradicionalmente masculinas para ser aceptadas o tomadas en serio en entornos laborales dominados por hombres;

(2) distanciándose físicamente y simbólicamente de otras mujeres, lo que implica evitar asociaciones con sus pares femeninas para no ser percibidas como “menos profesionales” o “menos competentes”; y

(3) adoptando actitudes críticas o excluyentes hacia otras mujeres, reproduciendo estereotipos o prácticas de discriminación con el fin de mantener su posición dentro de estructuras jerárquicas o para demostrar su valía ante figuras de poder masculino.

Este tipo de conductas responde, en gran medida, a la presión de adaptarse a normas culturales dominadas por el patriarcado y a la necesidad de supervivencia profesional en espacios que aún sancionan la solidaridad entre mujeres.

En todo caso ninguna de estas explicaciones justifica el actuar violento y agresivo de las mujeres hacia las otras. No se puede seguir perpetuando actitudes machistas y patriarcales dentro de las organizaciones, ni mucho menos ser las mismas mujeres las que las ejercen. Solo juntas se podrá realmente hacer un cambio organizacional. Mientras no nos veamos como iguales, la competencia insana seguirá lastimando y dañando a mujeres trabajadoras.

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