¿Sigue vivo o, de plano, ya murió el Fondo de Capitalidad para Victoria?
La pregunta surge luego de las recientes declaraciones de la secretaria de Finanzas, Adriana Lozano, acerca de que, “el presupuesto para el fideicomiso dependerá de la capacidad económica del gobierno del Estado”.
Independientemente de lo que diga Doña Adriana, nosotros afirmamos que, más que dinero, lo único que se necesita para darle continuidad al Fondo es voluntad política.
Voluntad para no seguirle regateando el apoyo gubernamental a la ciudad sede de los poderes públicos; voluntad para sacarla del grave atraso que vive en su desarrollo; voluntad para embellecerla con nuevas vialidades y con la modernización de las ya existentes; y voluntad para garantizarle la disponibilidad de agua, tanto para el consumo de sus habitantes como para garantizar el insumo a la industria.
Y no me vengan con que no hay dinero. El gobierno siempre tiene dinero. Lo que pocas veces tiene es disposición para colocar a Victoria en la lista de prioridades. Así fue con las administraciones priistas y con la panista. Esperemos que no suceda lo mismo con Morena.
De hecho, al gobierno que encabeza, Américo Villarreal Anaya, hay que agradecerle la voluntad que tuvo para que naciera el Fondo. Ese fue un gran avance. Ojalá que esa voluntad siga existiendo para mantenerlo vivo.
No hay certeza de cuánto se invirtió en el 2023. El presupuesto que se prometió y comprometió públicamente fue de 350 millones de pesos, pero hasta el momento no hay evidencias de que se haya cumplido con ese gasto. Algunos diputados han denunciado que solo se invirtieron 100 millones de pesos.
Pero, más allá de si fueron 100, 200 o 350 millones de pesos, los invertidos, lo que sí hay que admitir es que, al menos durante el primer año de existencia del Fondo, es notoria la mejoría en muchas de las vialidades de la capital, sobre todo por la rehabilitación de sus pavimentos. Victoria está en camino de dejar de ser la ciudad de los baches.
Sin embargo, las necesidades de la capital del estado son todavía muchísimas. Por eso los victorenses debemos exigirle al gobierno estatal que le siga inyectando recursos extraordinarios. Ojalá y así sea.
EL RESTO
Es increíble el tortuoso camino que deben recorrer los ciudadanos para cumplir con su obligación tributaria. Como ocurre año con año, el contribuyente debe dedicar hasta dos o tres horas para llegar a una ventanilla de la Oficina Fiscal y hacer su pago.
Al tiempo invertido en las largas filas hay que sumarle el maltrato que reciben de la burocracia, cuya prepotencia seguramente es motivada por la misma saturación de personas. No hay ser humano que resista tanta presión laboral.
Pareciera, sin embargo, que el origen del problema no es la insuficiencia de personal sino la falta de una estrategia eficaz que agilice los trámites.
No obstante, en vez de ponerse a arrastrar el lápiz, para encontrar alternativas de solución, los responsables de la Oficina Fiscal prefieren encerrarse en sus oficinas a echar café.
En los gobiernos anteriores, hasta el titular de esa instancia gubernamental se ponía a atender a los ciudadanos para agilizarles los trámites. Como se dice coloquialmente, se ponía a hacer talacha.
Por todo ello es que muchos ciudadanos prefieren no pagar. Nadie quiere ir a sufrir con largas filas y malas caras.
ASI ANDAN LAS COSAS.