diciembre 13, 2024
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Libertad García Cabriales

Nada perdemos con alegrarnos

julio 8, 2024 | 223 vistas

Dormí y soñé que la vida era alegría: R. Tagore

No es fácil vivir alegre en estos tiempos. Las noticias nos agobian, las crisis aprietan, el desaliento gana terreno. Pero la vida es una y la alegría es necesaria para transitar en este mundo de insensibilidad globalizada. Alegría. El diccionario la define como un sentimiento grato y vivo. Así pues, la alegría es una emoción vital y revitalizante, algo que además de vivirse, se puede convivir porque uno casi siempre se alegra con los otros. Al respecto, los psicólogos dicen que una persona alegre se enferma menos, vive más tiempo y puede ser líder en su comunidad. La alegría se contagia.

El sabio Aristóteles ya nos hablaba de la alegría y su enorme influencia vital. Los epicúreos por su parte, agitados por profundas crisis, guerras y luchas por el poder, apostaban en las sensaciones a través de los ritos del placer, la amistad y la alegría. Más tarde, el reconocido filósofo, poeta y dramaturgo alemán Friedrich Von Schiller creó una de las odas más bellas a la alegría: “Alegría, hermosa chispa de los dioses, tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado, todos los hombres se vuelven hermanos allí donde se posa tu ola suave”. Extraordinario poema que después inspirará al admirable Beethoven a componer la Novena sinfonía, un himno a la alegría que en todo el mundo se entona para celebrar la fraternidad y la vida.

Pablo Neruda también cantó a la alegría en una de sus hermosas odas: “Como la tierra eres necesaria, como el fuego sustentas los hogares, como el pan eres pura, como el agua del río eres sonora, como una abeja repartes miel volando. Hoy te llamo alegría…porque aprendí luchando que es mi deber terrestre propagar la alegría”. No menos bello es el emblemático poema de Mario Benedetti, ese canto que deberíamos repetir todos cual mantra: “Defender la alegría como una trinchera defenderla del escándalo y la rutina de la miseria y los miserables de las ausencias transitorias y las definitivas”.

Alegría. Además de los muchos poetas y pensadores que la han celebrado, la ciencia también le ha dedicado espacios de investigación. Los médicos afirman que las manifestaciones de alegría producen efectos energéticos que reactivan funciones orgánicas y liberan tensiones de nuestro cuerpo. Por si fuera poco, reconocen que una persona alegre duerme mejor, produce más endorfinas y tiene más creatividad, factores que permiten desarrollar más la armonía y relacionarse fácilmente con los demás. Pero aun sabiendo todo lo bueno que conlleva, todavía hay gente que considera a la alegría como algo irrelevante, banal o subversivo: “Cualquier razón por siniestra que sea, parece tener más derechos en nuestro mundo que la pequeña y noble razón de la alegría”. Tanto que a veces nos sentimos culpables de estar alegres en medio de las crisis.

“Nada perdemos con alegrarnos” dice el muy añorado poeta Rubén Bonifaz Nuño. Hay tantos motivos para la alegría: las bondades de la naturaleza, por ejemplo. Pero a veces no percibimos esos gratificantes regalos. Cuando le dije a una persona de cómo me alegra la lluvia y el verde de las sierras después de recibirla, me contestó que ella no tiene razones para alegrarse pues se siente “muy sola en compañía” de un marido con quien nunca conversa, además de tener una situación económica difícil. Lo sé, hay también motivos para la angustia y la tristeza, el mundo que vivimos está colmado de crisis y sinrazones, pero precisamente por eso y a pesar de eso, debemos defender la alegría.

Reconquistarla, buscarla, atraerla. Verena Kast afirma que es necesario “potenciar la alegría como elemento esencial de nuestra vida, “emoción que puede coexistir con el dolor y la ansiedad”. No porque abunden los problemas se acaba nuestra potencia para la alegría, pero es necesario crearla como estructura básica de nuestro ser. Algo que va más allá del placer pues se constituye en un sentimiento profundo que trasciende el momento y puede ayudarnos a combatir el desánimo en la búsqueda de la felicidad. Spinoza decía que la alegría es el tránsito de una perfección menor a una mayor. Todo tiempo puede ser tiempo para la alegría.

“Nada perdemos con alegrarnos”. Sabemos que hay cosas que nos entristecen. A todos nos duele algo, a todos nos han dañado, nos han engañado, nos han vulnerado alguna vez. Pero toda vida requiere un esfuerzo generoso para la alegría. No el placer de las pantallas que es sólo un estimulante fugaz. Javier Marías dijo que siempre hay que esforzarse por dar a luz en el fondo de nuestra alma un mínimo manantial de alegría para uso propio y para repartir a los otros. No es difícil hallarla: En las sonrisas de los niños, en la belleza de un paisaje, en el eterno descubrimiento del arte, en la lectura de un libro, en la conversación, en la sensación de una caricia, en el aprendizaje de algo, en el dar y recibir, en tantas cosas.

“Nada perdemos con alegrarnos”. ¿No cree usted?

 

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