Rogelio Rodríguez Mendoza.-
Desde el pasado jueves, los municipios de la frontera de Tamaulipas y al menos dos de la zona centro, Méndez y Cruillas, se encuentran bajo el asedio intenso del crimen organizado.
Convoyes de camionetas, algunas de ellas blindadas, y “monstruos”, patrullan abiertamente las calles de Reynosa y Matamoros, y las carreteras que conducen a Ciudad Victoria, en una grotesca exhibición de poderío e impunidad.
Los pistoleros presumen su armamento y lo accionan reiteradamente al aire hacia enemigos imaginarios. En San Fernando, rodearon la Estación Segura ubicada en Los Rayones, y abrieron fuego contra el inmueble, sin haber razón para ello.
Este martes, como ocurrió días antes con Reynosa, la ciudad de Matamoros amaneció con varias de sus avenidas bloqueadas. Las autoridades reportaron en total 16 bloqueos. La Secretaría de Educación de Tamaulipas se vio obligada a decretar la suspensión de clases, “para proteger la integridad de los estudiantes”.
El fin de semana, un “depósito” de tráileres- “pipas” se incendió misteriosamente. Cientos de familias tuvieron que ser evacuadas. La versión oficial dice que el fuego comenzó por accidente. Extraoficialmente se asegura que fue provocado.
Los mismos grupos criminales se encargan de difundir su tarea intimidatoria. Se videograban en sus recorridos y suben el material a redes sociales para “informar a la ciudadanía”.
Como consecuencia de todo lo anterior, Tamaulipas ya es noticia nacional e internacional.
Más allá de que el presidente Andrés Manuel López Obrador considere que hay “una lanzada política” contra el gobernador Américo Villarreal Anaya, lo cierto es que existe mucho sospechosismo en la repentina convulsa del crimen organizado.
Es así porque no existe razón visible para el brote de narco-violencia. Los reportes de un supuesto ingreso a Tamaulipas de grupos criminales externos, que vienen a disputar el territorio, no están confirmados.
No hay documentado un solo enfrentamiento entre grupos rivales. La característica de estas confrontaciones es el tiradero de víctimas abatidas por las balas, y hasta el momento nada se sabe de ello.
Eso provoca que tome fuerza la hipótesis de que, atrás de la repentina oleada de narco-violencia existe una intención de generar inestabilidad social en Tamaulipas, con el único afán de desacreditar al gobierno de Villarreal Anaya.
Para decirlo más claro: la tesis es que hay actores políticos que estarían usando al crimen organizado para provocar la violencia que hemos venido viendo desde el jueves en la frontera.
Lamentable que eso fuera cierto. Sería criminal que se quiera causar miedo social con el único propósito de dañar al enemigo político. Eso sería la perversidad absoluta de la política.
EL RESTO
BLINDAJE MILITAR.- Por cierto, este mismo martes, el secretario de Seguridad Pública, Sergio Hernando Chávez García, confirmó la llegada a Tamaulipas de 710 nuevos militares de fuerzas especiales.
Quedaron desplegados en los seis municipios convulsionados por la delincuencia.
Es bueno que haya un reforzamiento de la presencia de las fuerzas federales, pero la historia reciente dice que eso nunca ha sido la solución.
El fracaso de esa estrategia del “blindaje” militar se debe a que los soldados y marinos se limitan a tareas de patrullaje, como queriendo intimidar a los grupos criminales, lo cual es absurdo.
Por sentido común, mientras no haya tarea de inteligencia, para identificar objetivos específicos y asestar golpes certeros, el Gobierno federal podrá enviar diez mil soldados y nada cambiará. Se lo afirmo.
ASI ANDAN LAS COSAS.