diciembre 4, 2024
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Libertad García Cabriales

No quiero hablar del petrolero; sino reconocer al gran cardiólogo

octubre 23, 2023 | 474 vistas

Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando: Tagore.

Conocido y hasta reverenciado como “todopoderoso sindicalista”, la democrática parca se lo llevó igual que a cualquiera. La nota está en todos los medios nacionales y hasta en varios internacionales. El corazón del eterno líder petrolero se detuvo hace unos días y ante la muerte, de nada le sirvieron ni el poder desmedido, ni la colección de relojes y carros, ni las millonarias cuentas, ni las propiedades, ni los incontables privilegios. No hubo palanca que le valiera a quien fue alguna vez chofer de pipa nacido en Tampico y considerado por muchos como uno de los más conspicuos representantes de la corrupción nacional. Y por desgracia, también de la impunidad.

No es de ese tamaulipeco de quien escribo hoy; ya bastantes vergüenzas hemos tenido en esta heroica para añadirle más tinta negra. Ojalá la justicia hubiera inclinado la balanza en vida. Ojalá quienes padecieron arbitrariedades, pudieran ser recompensados, porque es obvio que el dinero ganado en corrupción se pierde en bienestar social. Pero no voy a darle más espacio. Seguro habrá quien quiera contar la historia, hacer una novela o una película con su vida de excesos. Yo quiero hablar de otro corazón tamaulipeco, de uno que habiendo dejado de latir hace unos años, sigue siendo referente de lucidez, valor, dignidad, perseverancia y honradez a toda prueba: el doctor Ramiro Iglesias Leal. Una eminencia.

Nacido en Santa Rosalía, una pequeña comunidad rural del municipio de Camargo Tamaulipas; Ramiro Iglesias desde pequeño demostró tener sed de conocimiento y un corazón abierto al servicio. Es proverbial la anécdota contada por el ex gobernador Marte R Gómez en sus cartas, al recordarle al general Lázaro Cárdenas en una misiva, cuando Ramiro casi niño le pidió al entonces Presidente de la República en una visita a Camargo, apoyo para seguir estudiando, pues lo más que había logrado para seguir en la escuela era cursar tres veces el cuarto año de primaria. Lázaro Cárdenas giró instrucciones inmediatas para ingresarlo en la reconocida Escuela de Tamatán, después vino un breve paso por una vocacional en Tampico y luego al Politécnico Nacional, donde además reorientó su vocación de servicio para pensar en la medicina y no en la agronomía como primero había considerado.

Así llegó a la UNAM a cursar la carrera de médico. Es importante destacar que, desde su arribo a la gran ciudad, el estudiante contó con una mensualidad y el pago de sus libros por parte del ingeniero Marte R Gómez. A cambio solamente de buenas notas, pidió el generoso mecenas. Y el joven Iglesias superó con creces las expectativas con las más altas calificaciones. Un hijo del ejido, que supo portar alas para volar alto y lejos como dijo bien Marte R. Gómez a Lázaro Cárdenas al enviarle en 1955, la tesis profesional del médico dedicada a ellos. Y no sólo eso, solicitarles también apoyo para seguir preparándose en el extranjero.

El apoyo de los sensibles políticos que apostaban a la formación de profesionales de excelencia fue fundamental; pero el empeño, la capacidad y el amor por el saber del joven médico fueron definitivos en su ejemplar trayectoria. Con su título de médico, Ramiro Iglesias se fue a Francia donde estudió Medicina Interna e inició sus estudios del misterioso músculo cardiaco, para después cursar en el prestigiado Instituto de Cardiología en Londres, su especialidad, que continuó en el también reconocido Instituto Nacional de Cardiología en México, una de las instituciones más cercanas a su corazón. Tanto que descartó una oportunidad en la muy reconocida Clínica Mayo de Estados Unidos para ser parte de su equipo. En ese contexto, la presencia y las lecciones del gran cardiólogo mexicano Ignacio Chávez, fueron un gran impulso en su luminosa trayectoria.

Después vino el tiempo de la Medicina Aeroespacial, donde fue pionero y tuvo la oportunidad histórica de ser el primer cardiólogo en interpretar un electrocardiograma desde la órbita lunar en la Misión Apolo 8. Enorme honor y responsabilidad, más sabiendo que la NASA, sólo le confía esas misiones a grandes eminencias. Catedrático, investigador, autor de libros de medicina aeroespacial y de teorías acerca del hombre cósmico, miembro de sociedades, academias y consejos de gran prestigio, conferencista en diversos países, científico multi-premiado; Don Ramiro Iglesias Leal construyó una trayectoria de vida impresionante, pero ante todo fue un cardiólogo, un ser humano de gran corazón. Tuve la inmensa fortuna de conocerlo y tratarlo, conversar con él, escuchar acerca de su práctica médica, su filosofía de vida, su insaciable sed de conocimiento, el amor por su tierra. Sonriente, discreto, honesto, humilde en su ser y hacer pese a su sabiduría; nunca le vi un desplante de soberbia ni un mal modo. Su ser era para la grandeza que pocos alcanzan.

En el año 2021, en plena pandemia, el corazón de Ramiro Iglesias dejó de latir ahí en el hospital que tanto amo y sirvió. No tuvo homenajes ni ceremonias para despedirlo como merecía. Hace unas semanas me enteré por su sobrina Isela que habrá un homenaje organizado por el Gobierno Estatal este sábado 28 en el bello Planetario que lleva su nombre. Un gusto saber que será presidido por el Gobernador. Debe ser cosa del corazón pensé, de lenguaje entre cardiólogos. Honrar honra, decía Martí. Reconocer como tamaulipecos a un grande que se inspiró en su tierra para ser y hacer. Alguna vez lo dijo: “fueron los bellísimos amaneceres, los trinos de las aves del campo, el esplendor de los cielos estrellados de mi tierra natal, la fuerza de las tempestades, lo que movió mi mente y mi alma”.

Estas letras son mi humilde homenaje. Sé que su corazón nos sigue hablando.

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