Hace 19 años, en este memorable día, escribí mi primera colaboración para El Diario de Victoria; agradezco la oportunidad de compartir mis letras y gracias a mis lectores que me siguen cada semana. Vamos por más.
Camino, sin que mis pies toquen el piso, sin dejar huella. Vivo en tinieblas y voy siempre entre una bruma espesa, pesada, húmeda y sombría. Mi paso es ligero y seguro recorriendo todos los caminos sin que nadie me detenga. No tengo historia, si la hubo, no sé cuándo empezó y no tengo idea si alguna vez termine. A ratos el hastío me domina porque parece que nunca, ¡nunca! terminará mi constante cosecha de frutos amargos.
A mi paso el frío me abraza, las sombras me acarician y las lágrimas vertidas por doquier riegan mi camino, ese camino sin principio ni final. Es increíble pero mi “yo” se multiplica y puedo estar en muchas partes al mismo tiempo, pero soy la misma, eso, me hace única.
Alguien me imaginó y un día, con horror me adivinó, o tal vez tuvo el poder de verme llegar a su lado, es algo extraño, pero suele ocurrir. Al reproducir mi imagen, dibujaron un rostro descarnado, con las cuencas de los ojos vacías y una sonrisa sin labios, ¡que asusta!: ¿En verdad soy así? En los espejos, mi ser no se refleja, nunca me he visto reflejada en ninguna parte.
Yo no tengo voz, pero sí escucho y llegan a decir cuando me presienten:
—¿Pero de dónde vienes?, ¡de dónde sales, maldita! Que te apareces cuando menos te esperan y en las condiciones más inoportunas, para arrebatar la felicidad y la calma.
Yo, que estaba a su lado, la miré de frente pero no me veía, sólo me presentía… Aquella pregunta me dejó pensando, solo pensando, hace tiempo perdí la capacidad de asombro o… ¿Nunca la he tenido? La verdad no lo sé. Me di cuenta que no tengo memoria, ni pasado ni futuro, tal vez ni presente, no sé siquiera lo que soy. Solo sé que debo recorrer caminos, tampoco sé cómo puedo estar presente al mismo tiempo en todas partes y siempre en la penumbra, entre la bruma, en las sombras, el dolor… en esa dimensión que nadie comprende, todos temen, algunos dicen conocerla y otros… la inventan.
Me causa risa, cuando dicen que me han visto porque ni yo misma me conozco. Pero eso sí, de mi abrazo, nadie se escapa.
¡Estoy cansada!
Mis manos siempre se alargan como garfios y toman la presa indicada, aunque se resista, jamás escapa. Una vez capturada, la dejo entre la bruma para desaparecer en las tinieblas y no sé a dónde se va, solo se va ¡y ya! Se pierde en un intrincado laberinto de caminos que llevan a muchas partes, no saben tal vez a dónde se dirigen, pero una fuerza inexorable los empuja por distintos rumbos. Algunos se resisten, pero garras de fuego los arrebatan al instante y desaparecen. Otros aúllan de dolor cuando se alejan, para perderse, otros sonríen, porque ven a gente que conocen o que aman. Los pequeños me enternecen porque sólo confían y caminan seguros, como si supieran a dónde van. Siempre van sonriendo y felices. ¡Son maravillosos! Ellos, siguen el camino de la luz
¿Algún día habré nacido?… Me amamanté en el dolor, crecí con lágrimas y me fortalecí con lamentos… creo que nadie sabe mi historia ¡nadie! Pero… sí, nací al mismo tiempo que la vida.
¡Pero qué camino tan oscuro y lleno de sombras es el mío! Qué cansado es estar en todas partes, cada vez es más arduo el trabajo. Algunos dicen que sonrío y creen haberme visto, pero nadie en realidad lo ha hecho. Sólo me adivinan. He escuchado que existe sol, luz, cielo, y una inmensidad líquida que llaman mar; extrañas cosas… no las conozco, camino en un mundo carente de luz y emociones, alargo mis manos ante un mandato superior para atrapar a los elegidos y llevarlos a las sombras… ¿Quiénes son ellos? No lo sé, ni tampoco me interesa; solo obedezco la voz de mi instinto y mi misión.
Es insólito; en mis recorridos, gente inoportuna me sale al encuentro; me buscan sin que yo los llame y eso no es bueno. Esos se quedan suspendidos en la nada sin ir a ninguna parte y me tropiezo con ellos con frecuencia, algunos echaron raíces en las sombras para siempre y ya no se mueven, sus frutos de dolor, son lágrimas suspendidas en la nada…
Hay quienes sonríen cuando estoy cerca y me presienten, son aventureros hastiados que necesitan romper el capullo que los aprisiona porque su estuche inservible les pesa como concha de caracol y deben abandonarla para seguir avanzando ligeros y sin cargas. Ellos sí saben a dónde van, cuando llegan a mis sombras, de inmediato inician su camino, mi misión es solo traerlos a este limbo de misterios y silencio…
¿Qué quién soy? ¡Ni yo misma lo sé!
Sólo sé que existo y de mi abrazo, ningún mortal se salva.