Ma. Teresa Medina Marroquín.-
Calculando el tiempo al que me referiré, y suponiendo este empezó
con una gran premura de parte del pueblo de México en la Presidencia de
Vicente Fox, colgándole de pasadita la medallota de “demócrata” a Ernesto
Zedillo, aunque al rato Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto lo olvidaran,
sería razonable afirmar que la verdadera época de las “respuestas
urgentes” comenzó con Andrés Manuel López Obrador.
Esto es, cuando el pueblo de México, harto de escuchar en cada
campaña presidencial tantas promesas que incluían milagros, a modo de
que la gente creyera por fe ciega y votara, simplemente no pasaba nada.
O igual: era puro cuento que desde el PRI y luego con el PAN, y
concluyendo nuevamente con el PRI en las mega-corrupciones y violencias
perpetradas por Luis Videgaray y Miguel Osorio Chong el país fuera a
cambiar.
Lo que pasa es que la maldad (nivel demoníaca) de esos sexenios
amenaza con evaporarse de la mente colectiva, cargándole la desgracia al
tabasqueño que también exageró sus promesas.
Ocurrió que en su toma de posesión todo siguió mal y México
permanece postrado en la violencia y la corrupción, y con una oposición
ladina que ya aprendió a echarle la culpa al líder de la 4T, sobre todo
cuando sus predicaciones desde el púlpito de Palacio Nacional son cada
vez más difíciles de creer.
No olvidemos que desde Carlos Salinas son cinco gobiernos
federales que hundieron (literalmente) a la nación, contra uno solo de
Morena, el nuevo partido que por tanta palabrería ya la enjaretaron todas
las culpas.
EL PASADO QUIERE QUE OLVIDEMOS LA CATÁSTROFE
El problema es que el Presidente macuspanence habla demasiado y
se topó con que las “respuestas urgentes” no podrán cumplirse.
Y, además, por más buena voluntad que haya tenido, ha sido la
Suprema Corte de Justicia de la Nación el principal obstáculo para que más
de cinco mil malditos hayan librado la cárcel.
Se intenta decir que AMLO no resultó ser todo lo que se esperaba,
pero eso palidece con la tragedia de país en que se convirtió México con el
PRIAN que ahora quiere llevar a Palacio Nacional a la senadora Xóchitl
Gálvez, una señora muy botana, protegida por la cultura de la impunidad.
Hay que ubicarnos en el terreno de la realidad: este país no está así
de fregado por AMLO o Morena. Lo está por un pasado terrible que
astutamente pretende distraernos para que olvidemos a los verdaderos
culpables de la catástrofe.
NO HAY IMPUNIDAD ANTE LAS LEYES DE LA NATURALEZA
Resumen: yo no sé si Claudia Sheinbaum sea la mejor candidata;
pero si sé que Xóchitl no será Presidenta de México, y que Marcelo Ebrard,
desde que se quedó en Morena, reconoció que su realidad nada tenía que
ver con el tamaño de sus ambiciones, al menos en este sexenio.
Y no es que Xóchitl vaya directa al fracaso nada más porque aquí se
nos ocurre decirlo, sino que por la “causa y efecto”, una de las leyes de la
Física, establecidas por Newton, “toda acción recibe una reacción opuesta y
de igual magnitud”.
O como en la termodinámica, cuando todo llega a un punto donde
surgen reacciones químicas que culminan en una explosión. Es decir, lo que
no castigan las leyes de los hombres (ya les zumban los oídos a los
ministros de la Corte) lo castiga puntualmente la naturaleza.
Decía Cristo: “De cierto te digo que no saldrás de allí (de la cárcel)
hasta que hayas pagado el último cuadrante”. Los delitos en este mundo se
pagan antes de morir. Una ley de la naturaleza que los corruptos suelen
evadir, pero sólo por un breve tiempo.
De manera que “analizar” mucho las encuestas presentadas por la
oposición es pérdida de tiempo. Pues en el primer debate serio e inteligente,
todo se le desbaratará a una señora que ni a su familia entusiasma.
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