Libertad García Cabriales
El amor y el deseo, son las alas del espíritu para las grandes hazañas: Goethe.
Imagine que tiene en sus manos el libro de su vida. Imagine que puede borrar todo lo que no le guste del pasado, lo que hizo daño, lo que causó dolor. Imagine poder suprimir los traumas infantiles, los miedos existenciales, los desengaños amorosos, los errores garrafales, las heridas más profundas. Imagine, después del borrón, que usted tiene el poder para la cuenta nueva y frente a la hoja en blanco, pueda escribir una nueva historia. Imagine a Santa Claus regalándole un libro abierto para recomenzar sin heridas.
Parece utopía, porque el pasado nos constituye y la memoria es parte de nuestro ser; pero algunos especialistas aseguran que nuestra mente tiene el poder para trascender el dolor y empezar otra vez. En ese contexto, se le llama “resiliencia” a la capacidad humana para sobreponerse a los golpes de la vida y mirar hacia adelante. Aprender de las adversidades pasadas para construir un porvenir más fuerte y más feliz. Así pues, con todo y los claroscuros del pasado, cada día, y no sólo en navidad y año nuevo, tenemos una oportunidad para replantearnos nuestro proyecto de vida.
El 2024 se va, con todo lo bueno y maravilloso, con todo lo triste y lamentable. Cada quien lleva dentro las memorias de este año, cada quien guarda las enseñanzas, las angustias, las alegrías, las experiencias todas. Si hacemos recuento seguro encontraremos de todo. Instantes felices e inolvidables y momentos dolorosos y terribles. En lo personal y en lo social, 2024 fue un año colmado de incertidumbre, pero también de certezas, año de luces y sombras, de victorias y derrotas, de vida y muerte. En sus días asistimos al miedo, las pérdidas y las crisis, pero también al abrazo y al encuentro, la familia y el trabajo.
Hoy conmemoramos la Natividad de Jesús y nos enlazamos al mundo en un mensaje de amor y esperanza. Un tiempo de buenos deseos. Porque pese al desasosiego, la inseguridad, la incertidumbre, no debemos perder nuestros deseos de ser y estar mejor. La esperanza es la base del pensamiento positivo. Los sicólogos hablan que los humanos albergamos dos clases de esperanza: Una, la de las expectativas generales que guardamos del futuro, por ejemplo, el grado de fe en la humanidad, el anhelo de que la maldad y las injusticias no triunfen. Y otra, más concreta y depende en gran parte de nuestra voluntad, de la energía destinada para planear, para hacer nuestros proyectos.
La Navidad y el año nuevo siempre son apuestas por la esperanza y también tiempo para los buenos deseos. En ese contexto, yo digo siempre a mis amigos: no te deseo lo que se compra en las tiendas, sino lo esencial: amor, salud, amistades verdaderas, armonía, alegría, bienestar. En tiempos de hiperconsumo, se cree que la felicidad radica en ir de compras. Gilles Lipovesky habla de “la felicidad paradójica”, con gente declarándose satisfecha, al tiempo que crece la violencia, los fracasos, la inestabilidad emocional y las enfermedades mentales. Un dato escalofriante refiere: uno de cada seis niños padece algún trastorno mental. Los niños del tiempo de los celulares, las “tablets” y los “videojuegos” están llenos de miedos y ansiedades. Niños a quienes les hemos enseñado a “desear cosas”, porque hemos confundido el bienestar material con la felicidad. Y luego están las relaciones desechables, el abandono de nuestros viejos, además la pobreza y la desigualdad, grandes heridas de la humanidad entera.
Es tiempo de desear, sí; pero ojalá apostemos por lo esencial y no nos perdamos en el humo del consumo. Ojalá aprendamos a desear algo más que “carro nuevo y buen cuerpo”. Ojalá nuestros buenos deseos estén encaminados al amor, la justicia, la solidaridad, la fraternidad, la paz. Eso que Jesucristo vino a enseñarnos y parece olvidado. Hemos perdido ya mucho tiempo. Ante la hoja en blanco se imponen cambios con “nuevas jerarquías de bienes y valores”. Es tiempo de preguntarnos: ¿Qué es el bien, qué es lo que más vale en este mundo? ¿Qué necesitamos hacer para acabar con la espiral de violencia, depredación y crisis?
Desear lo esencial es la apuesta. Desear, pero también hacer. Anhelar un mundo mejor contribuyendo todos a la solución de nuestros problemas. Si cada quien lo hacemos con amor y responsabilidad, nuestro mundo será otro. Tenemos el poder para hacerlo. Cada quien tiene en su interior un potencial infinito. Por lo pronto, yo no te deseo lo que se compra en las tiendas; te deseo salud, amor, bondad y paz. Que borres lo indeseable, que rías mucho, que cierres la puerta a la desesperanza, que seas muy amado y siempre tengas sueños por cumplir. Es Navidad y se vale soñar.
¡FELIZ NAVIDAD!