diciembre 11, 2024
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María José Zorrilla

Notre Dame

diciembre 8, 2024 | 58 vistas

María José Zorrilla

 

En la semana que termina tres fueron los acontecimientos mundiales que más resonaron en el planeta, la caída de Bachar el Assad en Siria, la no destitución del presidente de Corea del Sur que acabó por dimitir voluntariamente y la reapertura de Notre Dame en París. La ceremonia fue solemne y convocó a dignatarios presentes y pasados, jefes de estado de Europa, América y África, representantes de las principales coronas europeas y visita especial del presidente electo Donald Trump, a quien le dieron trato de mandatario, y de Zelenski, quien fue recibido con una gran ovación por el público presente. Ante las inclemencias del tiempo con frío, lluvias y fuertes vientos se tuvieron que improvisar algunos templetes y permitir que Macron diera su discurso inaugural dentro de Notre Dame a pesar de la separación de Iglesia y Estado donde no se permite al Presidente hablar dentro de ningún recinto religioso. Notre Dame lucía imponente, en todo su esplendor y con una iluminación espectacular, el órgano resonando por los cerca de cinco mil metros cuadrados y coros de niños entonando piezas sacras del repertorio litúrgico. Con un atuendo poco común lleno de colores Laurent Ulrich, el obispo de la catedral, que presidió toda la extensa ceremonia, parecía más atender a un acto lúdico y político que religioso, aunque explicaron la razón de los llamativos colores en su capa con franjas roja, amarilla, verde y morado. Todo lucía como un gran espectáculo donde afortunadamente se rindió homenaje a bomberos y constructores, pero para los puristas nos ha parecido que Notre Dame ahora será más un símbolo de la unidad y la solidaridad universal que un recinto donde la religiosidad pueda alcanzar un máximo clímax espiritual como fue la pretensión en el medioevo. Esa oscuridad y misterio le daban un aspecto místico que a mí me parecía excepcional. Tal vez sea de las pocas personas que gustan de esos aspectos de las iglesias antiguas. Tuve fortuna de visitar varias veces el Notre Dame antes de la tragedia. Algunas veces para atender conciertos nocturnos con la asistencia de sólo un puñado de amantes de la música. Podíamos disfrutar de su impresionante acústica en medio de una tranquilidad asombrosa. La primera vez a principios de los 70, cuando el turismo no hacía mella ni había colas para entrar al más emblemático edificio de Paris. Ya había escrito hace algunos años sobre la maravillosa experiencia que tuve dentro de Notre Dame ese otoño del 71. No había nadie en su interior. Ni visitantes ni feligreses, serían como las 10, 11 de la mañana y tuve el privilegio de escuchar un concierto completo de órgano con la Tocata y Fuga en Re menor de Bach mientras mi hermano buscaba un hospedaje para nuestro presupuesto de estudiante y el organista ensayaba para un gran evento al día siguiente. Allí me dejó para protegerme del frío y agua nieve que estaba cayendo a nuestra llegada de Londres.

Recuerdo con nostalgia y cierta exaltación ese Notre Dame que no es la iglesia más grande, pues el Vaticano y la Catedral de Sevilla la quintuplican en tamaño, incluso la de México es más grande por casi tres mil metros; pero Notre Dame es de las más antiguas, la más bella y tal vez la más simbólica del cristianismo desde hace 900 años. Desconozco cómo la calificarán ahora, la obra fue polémica en muchos aspectos. El rosetón de vidrio lo preservaron con gran precisión, pero hay otros que tienen un sello moderno según dicen fue petición de Macron. Su interior es bonito y esplendoroso, pero perdió totalmente el sentido con el que fue originalmente concebido en el siglo 12. Asemeja más a un gran escaparate museístico iluminado para apreciar espacios y detalles de lo que es una catedral gótica remodelada en el siglo 21. El exterior ha quedado casi intacto. Lo que también perdura es el kilómetro Cero frente a la fachada, marcado por el medallón Point Zero. Esperemos la solidaridad y la bonhomía universal se renueve con este nuevo templo de la unidad en la que el mundo entero lloró por su herida de muerte y ahora celebra su resurrección con “look” renovado, aunque a muchos no nos haya complacido totalmente su asombrosa y titánica transformación.

 

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