Libertad García Cabriales.
El saber constituye por sí mismo, un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero y el utilitarismo: Nuccio Ordine
Dicen que días antes de morir, fue a tomarse un helado al sitio donde comenzó su imperio. Todo parecía estar controlado a pesar de su enfermedad, pero ese día, acompañado de su novia camino al hospital a una revisión rutinaria, el anciano magnate pidió al chofer se desviara hacia Milano Due, para disfrutar un helado de naranja frente al enorme lago artificial en la espectacular urbanización que construyó hace algunas décadas. Ahí, dice la nota, Silvio Berlusconi, además se tomó fotos con sus admiradores en el emblemático complejo inmobiliario donde no falta un gran monumento con su figura, hecho por su escultor de cabecera.
Pero la muerte que no perdona nunca a nadie, tocó a su puerta tres días después. El multimillonario controvertido y poderoso político, dueño de cadenas de televisión y equipos deportivos, el rey del escándalo, el por muchos años primer ministro de su país; falleció hace unos días a los 86 años, como consecuencia de una leucemia. Padre de la llamada “Segunda República” en Italia, Silvio dominó la política de su país durante 17 años e instauró un estilo en el ejercicio del poder denostado por muchos, pero amado por otros tantos. No en vano 12,000 personas acudieron a su pomposo Funeral de Estado, en la mismísima Catedral de Milán.
Así se fue Il Cavalieri. Y nada se llevó, diría mi abuela. Nunca más las “bunga bunga”, aquellas fiestas orgiásticas con bellas y jóvenes mujeres, nunca más los excesos escandalosos, nunca más las cirugías en su añosa piel, ni los aplausos de sus correligionarios en Forza Italia, el partido hecho a la medida de sus deseos. Con su muerte se han sucedido diversos análisis acerca de su actuar en política, eso que algunos llamaron populismo y otros “pillería posmoderna”, porque la era de Silvio estará marcada, no sólo por su narcicismo excesivo y sus devaneos seniles con bellas mujeres; sino también por la brutal impunidad ante casos de corrupción, estafas a gran escala y nexos con las poderosas mafias. Un hombre como prototipo de líderes sin escrúpulos que a través de fortunas con orígenes dudosos, construyen imperios y ejercen el poder actuando cual sátrapas. Con todo, la era de Silvio Berlusconi terminó con su muerte. Ahora le toca a Italia decidir qué tanto influirá la memoria de un hombre que se creyó Dios.
Pero así como la bella Italia ha dado “caraduras” como Berlusconi, ha sido espacio para el florecimiento de gente extraordinaria como el filósofo Nuccio Ordine, nacido en Calabria y fallecido por desgracia hace unos días a los 64 años. Sin tanto boato, ni aspaviento el buen Ordine, fue despedido también de la tierra que lo vio nacer, pero dejando un legado vivo, excepcional, de su ser humanista y generoso. Recién galardonado con el prestigiado Premio Princesa de Asturias de comunicación y Humanidades, que recibiría en Octubre en regia ceremonia; su muerte fue para mí como un hachazo, pues siempre lo consideré como un maestro, a distancia, pero cercano; un ejemplo de vida buena, ajeno siempre a la insensibilidad globalizada imperante.
Hace ya muchos años que leía y escuchaba a Nuccio en conferencias vía internet. Lo descubrí en las páginas de un periódico y eso me motivó a buscar sus libros y encontrar ahí lecciones permanentes para la vida. Muy en contrario de Berlusconi, el filósofo italiano combatía el utilitarismo y reivindicaba el humanismo para construir, no imperios mediáticos, ni partidos a medida de sus caprichos; sino una sociedad mejor. Nacido en una casa sin libros y criado en un pueblo sin escuela, Ordine se convirtió más tarde en profesor y después en uno de los defensores más apasionados de los clásicos, un intelectual sensible, inolvidable para miles, un referente del pensamiento renacentista.
Crítico de las universidades que ven a sus estudiantes como clientes, Ordine reconocía en el saber el mayor de los tesoros, una invaluable riqueza que al transmitirse no se pierde, sino se aumenta. Lector incansable, defendía el valor de las humanidades con la capa y la espada del conocimiento y la enseñanza. Doctor Honoris Causa por varias universidades, Caballero de Honor y Comendador; Ordine nunca actúo con soberbia, pues reconocía el valor de todos los seres humanos, que puede estar en la alegría de vivir, el amor a la enseñanza, la pasión por la creación artística, la lucha por la igualdad y los derechos civiles, la atención a las cosas simples y a las los humildes gestos cotidianos.
Así era Nuccio Ordine, así lo reflejó siempre su forma de vivir. No así Berlusconi, quien eligió la acumulación y el escándalo. Se trata de caminos diferentes, para decirlo con palabras del mismo Nuccio en su último artículo, prólogo de un libro titulado Conversaciones infinitas. Caminos diferentes sin duda. El camino de Ordine para “continuar cultivando la utopía y la esperanza, para pensar una sociedad más justa e igualitaria para imaginar un futuro distinto al del rapaz neoliberalismo”. Humanismo versus narcisismo. Ojalá todos sepamos elegir.