María José Zorrilla
Platicando con mi gastroenterólogo quien se ha convertido en un muy buen amigo además de ser excelente doctor y cirujano, le pregunté si no se sentían como dioses al ejercer la medicina. Para Para eso estudiamos, para salvar vidas y con mucha firmeza me dijo: el día que perdemos la objetividad, que perdemos piso, que no aceptemos nuestras incapacidades o nuestros errores, ese día dejamos de ser buenos doctores. Un médico nunca debería negar, aunque sea a sí mismo, que ha cometido un error. A todos nos pasa en algún momento que se nos muera un paciente porque no pudimos hacer nada más, porque no reaccionó como esperábamos, porque había comorbilidades o simplemente nos equivocamos; pero lo importante es estar conscientes y evitar que se repita. Vaya lección que me dio por el mismo precio de la consulta mi querido Dr. Robles. Difícil encontrar ese punto medio en materia de objetividad. Son muchas las formas de evaluarla dado que siempre es tratada por sujetos, pero existen criterios según Wikipedia en las ciencias del conocimiento como la gnoseología, el principio de realidad en psicología, las tablas de verdad en lógica o las formulaciones correctas en materia de matemáticas. Son criterios que ayudan a trascender la subjetividad de lo evaluado y para la ciencia existen las reglas de la metodología científica propia de cada disciplina. Sobre el debate la semana pasada los comentarios fueron diversas y muy variados. En lo personal me gustó coincidir con algunos analistas que consideraron que Claudia se manejó mejor que en sus muy poco atractivos actos de campaña. No perdió la compostura ni se salió del patrón Sheinbaum-López. Estuvo en su papel de mujer incólume y distante del público y nunca pareció perder el rumbo de su propuesta. Para muchos Maynez fue la sorpresa y, coincido con esa opinión. Indistintamente de si responde a objetivos turbios, si es títere de tal o cual, si es una figura para quitarle votos a la oposición, se manejó con una estructura mental bastante ordenada y dijo algo que pareció muy congruente. No se trata de tener más camas de hospital por tenerlas, se trata de prevenir y reducir el número de enfermos y enfermedades. Xóchitl aún para lo que nos inclinamos fuertemente por su postura y su propuesta, fue la más desarticulada. Se vio nerviosa, sin una estructura clara de pensamiento, muy a disgusto con la vestimenta, el maquillaje y la situación en general. No era ella ni se sentía cómoda. El traje un poco apretado, los papeles en total desorden igual que sus ideas y ni que decir de la tan malograda última imagen con el escudo de cabeza. Mis amigas, apasionadas por la campaña de Fuerza y corazón casi me matan cuando hice este tipo de comentarios y pensé qué grave es perder la objetividad. Ojalá tanto la propia Xóchitl como sus asesores resuelvan todos esos aspectos que la hicieron ver mal. Aquí nadie se murió afortunadamente, pero si se apagó un poco la llama de la emoción. Por esta presentación tan poco afortunada, no podemos juzgar la trayectoria de la candidata ni sus logros. Eso también sería perder objetividad. Pero su intervención fue mala. Hasta el propio López Dóriga que la entrevistó después del famoso debate le decía con desesperación: Xóchitl porque no pudiste actuar así, exactamente igual que ahora que estás aquí conmigo. Ella estaba en la negación. Que el formato, que el tiempo, que le cambiaron las cosas. Estimada Xóchitl, por favor no pierdas piso ni la objetividad porque ahora todavía hay tiempo para corregir y si bien no se moriría nadie en lo individual, matarías la ilusión, y la esperanza de millones de mexicanos que creemos en ti y deseamos que el país empiece a retomar el rumbo de la certeza jurídica, de la democracia, de los principios constitucionales que nos rigen, de vivir sin miedo y modificar las estructuras políticas que tan deterioradas y corrompidas están por tantos años de desgaste, estire y afloja y por una convicción arraigada entre políticos y ciudadanos de que el que no tranza no avanza.