La novela “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo, publicada en 1955, tiene el íncipit más conocido de nuestra literatura: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Recuerdo que cuando la leí por primera vez, hace muchos ayeres, la expresión “un tal” capturó mi atención, pues me interpelaba. Se usaba en mi familia. Esto es, aquella historia de algún modo ocurría entre nosotros. Todavía recuerdo que para referirse a alguien de poca valía el abuelo asestaba: “Es un tal por cual”.
El aguzado oído de Rulfo transmutó el habla popular en alta literatura. Reinventó el lenguaje cotidiano. En una conferencia dictada en el Colegio Nacional, Juan Villoro lo expuso de este modo: “Nunca un campesino mexicano ha hablado realmente como un campesino de Rulfo en la realidad, y nunca un campesino mexicano ha sido tan genuino para nosotros como un campesino de Rulfo”.
Esa marca Rulfo ha tenido célebres admiradores. Lo elogiaron considerándolo su maestro, al menos tres premios Nobel de Literatura; el colombiano Gabriel García Márquez, el japonés Kenzaburo Oe y el alemán Günter Grass. Otra celebridad, esta sin premio Nobel, pero tan o más importante que aquellos, el argentino Jorge Luis Borges, legó a la posteridad un comentario: “Emily Dickinson creía que publicar no es parte esencial del destino de un escritor. Juan Rulfo parece compartir ese parecer. Devoto de la lectura, de la soledad y de la escritura de manuscritos, que revisaba, corregía y destruía, no publicó su primer libro —El llano en llamas, 1953— hasta casi cumplidos los cuarenta años. Un terco amigo, Efrén Hernández, le arrancó los originales y los llevó a la imprenta. Esta serie de diecinueve cuentos prefigura de algún modo la novela que lo ha hecho famoso en muchos países y en muchas lenguas. Desde el momento en que el narrador, que busca a Pedro Páramo, su padre, se cruza con un desconocido que le declara que son hermanos y que toda la gente del pueblo se llama Páramo, el lector ya sabe que ha entrado en un texto fantástico, cuyas indefinidas ramificaciones no le es dado prever, pero cuya gravitación ya lo atrapa”.
Más adelante comparte que muchos han sido los análisis que ha ensayado la crítica al abordar la obra, sin que nadie haya logrado hasta ahora “destejer el arco iris, para usar la extraña metáfora de John Keats.” ¿Cómo clasificarla? ¿Novela de la Revolución? Sí, Pedro Páramo orbita ese periodo de nuestra historia, señaladamente la etapa cristera. Novela costumbrista, de acuerdo. Novela sobre la genealogía del Caudillo, también. Pero sería torpe regatearle su lugar dentro de la literatura fantástica. Comala, el mítico lugar donde se desarrolla la novela, está habitada por almas en pena, por murmullos, por fantasmas.
Last but nost least, comparto aquí versos de un poeta menor:
¿Quién que es
no es
hijo de Pedro Páramo?