Melitón Guevara Castillo
Los sentimientos humanos son diversos y sus efectos pueden ser determinantes para el comportamiento humano. Siempre, desde niños, nos han enseñado sobre el bien y mal; acciones que, quiérase o no, a veces se ven potenciadas en razón otras categorías, como el perdón y la venganza; el odio y el amor, la conciencia o la irresponsabilidad. Sentimientos que, en la familia, el trabajo, el amor o en la política tienen efectos diversos. Por ejemplo, desde que inició el gobierno de AMLO, afirma que su fuerte no es la venganza… con los hechos, claro, nos dice otra cosa.
En Tamaulipas la historia nos cuenta, como algunos municipios u obras públicas, se hicieron por amor; por satisfacer la petición de una esposa, una amante o de una hija. La Güera Rodríguez fue otra mujer que, en su tiempo, tuvo influencias y que decir de las esposas de los últimos gobernantes mexicanos… que se convirtieron, además, en cómplices de la corrupción gubernamental: ¿difícil olvidar la casa de la Gaviota? Hoy, sin embargo, quiero retomar esos sentimientos en la política.
CASTIGOS Y VENGANZAS
En el sistema político mexicano difícil hacer a un lado el esquema de premios, castigos y venganzas. Se castigaba la desobediencia o no aceptar instrucciones superiores. En los procesos electorales quien perdía las elecciones, se entiende, las perdía antes de la definición; una vez tomada, quien perdía se tenía que exiliar o, simplemente, no tener presencia política. Por eso, en aquella época, funcionaba aquello de que, el que se mueve, no sale en la foto.
Un caso muy conocido en la capital fue el de Ramón Durón: siendo Presidente Municipal ante la proximidad del proceso electoral, hizo notar que su candidato favorito no era Manuel Cavazos. Así que, una vez que este ganó, Ramón se exilió al D. F. (hoy CDMx) y se dedicó a estudiar y a hacer política, apoyando a sus amigos, en otras entidades. Y como él, se pueden contar historias similares a lo largo y ancho del país.
Castigos o venganzas, además, se pueden contar aquellas en que, para dar muestras de que se combatía la corrupción, se perseguía y acosaba a alguien, hasta lograr meterlo en prisión. Un caso, digamos emblemático, fue el de Raúl Salinas, el hermano del expresidente… que se convirtió en un ejemplo de venganza política.
AMLO Y GEÑO ¿PERDONARON?
Cuando AMLO tomó posesión fue enfático: que su fuerte no es la venganza. Los hechos, enmascarados en un combate a la corrupción, evidencian lo contrario porque se forzaron para cumplir con la petición. Al menos, así se ha comportado la FGJ, en algunos casos. El más evidente, el de Rosario Robles, que tarde que temprano fue liberada. Y qué me dicen de la obsesión presidencial en contra de Felipe Calderón, a quien acusa de que le robo la elección en el 2006.
Eugenio Hernández Flores pasó seis años en la prisión. Los delitos que la achacaron no se comprobaron en los hechos y la justicia, al final, también lo liberó (pendiente el proceso de extradición a EU). Cuando salió de prisión hizo notar que había reflexionado, que había meditado mucho, sobre su vida, sus acciones y que, al final, había perdonado… que ya en libertad iba a disfrutar la vida, la familia y a los amigos.
Sin embargo, al momento que se convierte en candidato a senador, lo primero que ofrece es que, como legislador, va a pugnar porque los impartidores de justicia sean honorables y no cometan las atrocidades que vivió. Y ya en plan humorístico, hace notar que quienes lo lastimaron, saquearon el estado, que no se llevaron edificios y otras cosas porque no cabían en la cajuela del coche.
¿PERDONAR AL ENEMIGO?
Hace varios siglos, allá por la Edad Media, Maquiavelo hacía varias recomendaciones a los príncipes gobernantes: que no se pelearan con alguien más poderoso; ni que hicieran alianzas igual, porque al final lo dominarían. Y que, decía, si atacabas a un enemigo, tenías que acabarlo; si lo dejas herido, se puede reponer y buscar venganza. Su libro, El Príncipe, marca la era de los políticos sin moral, que solo les importa el poder, tener más y más.
Como la advertencia que a veces ponen en algunos libros de ficción o policiacos: los hechos son inventados y si parecen a algunos de la realidad, son meras coincidencias.
Lo normal es que la ley sirva para castigar a quien viola sus principios, como a los corruptos, que se aprovechan del cargo, que trafican influencias, que se roban el dinero del erario. Pero siempre, el gobernante la ha utilizado en su beneficio.
¿Los políticos perdonan?