Rogelio Rodríguez Mendoza.-
PELEADOS.- En su comparecencia ante los diputados, el pasado lunes, el fiscal especializado en combate a la corrupción, Raúl Ramírez Castañeda, atribuyó la lentitud y baja productividad de su trabajo al hecho de que solamente tiene un agente del Ministerio Público para integrar las carpetas de investigación.
Lo que no dijo el reynosense es que la culpa de que su fiscalía no tenga personal es del fiscal general de Justicia del Estado, Irving Barrios Mojica, con quien trae pleito “casado” desde hace varios años.
Derivado de esa enemistad, el michoacano Barrios le ha regateado agentes del Ministerio Público, policías y hasta oficinistas a la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción.
Técnicamente, entonces, el fiscal general tiene culpa compartida en el poco avance de las 47 carpetas de investigación presentadas por el actual gobierno estatal en contra de exfuncionarios de la anterior administración estatal, y del mismo exgobernador, Francisco García Cabeza de Vaca.
En ese entendido, Ramírez Castañeda pudo tener en ese boicot el pretexto perfecto para justificar el tortuguismo en las investigaciones contra excabecistas, apelando a aquello que dice que: “nadie está obligado a lo imposible”.
Sin embargo, prefirió callar por respeto institucional y civilidad política, lo que indudablemente habla muy bien de él.
No estaría nada mal que los diputados también intensificaran la presión para obligar a comparecer a Don Irving, cuya tarea en la instancia de procuración de justicia también ha sido muy pobre y bastante cuestionada.
EL PRESIDENTE SE DEBILITA.- Conforme se extinguen los días que le restan a su mandato, el presidente Andrés Manuel López Obrador se ve más débil.
Por eso, el tabasqueño pierde fácilmente la cordura cuando se suscitan hechos que exhiben esa pérdida de poder.
Ejemplo claro de ello es la furibunda reacción que ha tenido en relación a la resolución que emitió la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), con la cual fue anulado la primera parte del llamado “Plan B” en materia electoral.
El Presidente arremetió, con vulgaridad, contra los ministros, a quienes ha insultado hasta el cansancio, desatando toda una campaña mediática y social en su contra.
Para su mala fortuna, sus berrinches ya no funcionan. Al menos no como él quisiera, porque en vez de debilitar a los ministros sus ataques los están fortaleciendo por la valentía que han demostrado para hacer valer la letra de la Constitución.
Seguramente en los días, o semanas por venir, López Obrador tendrá más razones para hacer berrinche, porque conforme se vaya agotando su periodo de ejercicio habrá más actores políticos que se le bajarán del tren de la Cuarta Transformación.
Nada raro sería que, en cualquier momento hasta algunas de sus llamadas “corcholatas” comenzaran a rebelarse abiertamente. Uno de ellos, por ejemplo, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. En una de esas y de pronto el Canciller decide presentar su renuncia.
Para simplificar el razonamiento diríamos que el Presidente está en caída libre, lo cual lo trae desesperado, desquiciado.
REBATINGA.- Por cierto, se avecina un pleitazo, de pronóstico reservado, entre los morenistas tamaulipecos.
Se trata de un hecho inevitable por la cerrada disputa de las decenas de candidaturas que estarán en juego en la elección del 2024.
Y es que en cada municipio y distrito hay más de una docena de morenistas que se sienten con méritos sobrados para ser los abanderados a las alcaldías, diputaciones locales y legisladores federales.
Si las dirigencias nacional y estatal no se aplican en calmar los ánimos de los aspirantes o suspirantes, el partido podría terminar gravemente fracturado, poniendo en riesgo el triunfo en las urnas.
ASÍ ANDAN LAS COSAS.