diciembre 14, 2024
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María José Zorrilla

Preludios de una guerra

octubre 8, 2023 | 379 vistas

María José Zorrilla.-

A todos nos ha sorprendido y nos ha dolido mucho el ataque de
Hamas a Israel. Acabo de regresar de Medio Oriente hace algunos días.

Estuvimos en varios lugares tanto de Israel como de Cisjordania también
conocida como Palestina. Desde que traspasamos la conocida franja verde
para ingresar al territorio palestino pudimos percibir las diferencias
marcadas por la pobreza. Belén al que idílicamente uno le concede una
cierta imagen nostálgica y pintoresca, es una ciudad de aproximadamente
30 mil habitantes con una mayoría musulmana y una minoría cristiana que
vive principalmente del turismo. A nosotros nos tocó una Belén apagada, tal
vez porque era viernes, un día sagrado para los musulmanes y todo su
comercio estaba cerrado.

La vigilancia militar de Israel sobre toda Palestina
hace que sea difícil su acceso por tantos puestos de control. No se ve que
haya confianza entre palestinos y judíos. Es muy notorio que el flujo de
turismo es limitado a pesar de que esta actividad es su principal fuente de
ingreso. La Iglesia de La Natividad es un recinto sencillo que se recorre
fácilmente, aunque había una fila algo extensa para ver el pesebre donde
nació Jesús. En las afueras hay un tranquilo monasterio y metros más
adelante por la calle vimos un par de vendedores de souvenirs con cara de
desaliento. Pasamos por el muro de la vergüenza donde unos grafitis
sobreimpuestos tenían el lema en ingles de Walls are meant for (climbing) y
sobrepusieron Bombing. Los muros están para ser -escalados- y
sobrepusieron bombardeados. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Cuando ingresamos al área de Jericó la situación fue un poco más extraña. Para
acceder al Monasterio de San Jorge ubicado en una zona árida y medio
aislada recorrimos un camino donde no se veía nada de flujo vehicular por
estar en una zona montañosa y apartada que fue refugio de hombres de
paz. También por aquí Alejandro Magno estableció su Hacienda y Marco
Antonio tres siglos después le regaló estos terrenos a Cleopatra. Muy
distante a la época de sus famosos propietarios, hoy parece un páramo
desolado donde unos cuantos vendedores de jugo de granada y joyas de
fantasía esperan con ansías la llegada de algunos turistas. En el camino
comenté que no era buena idea visitar lugares alejados en un territorio tan
conflictuado y donde se percibía un ambiente distinto. Comenté el atentado
del que fueron objeto ocho mexicanos en Egipto hacía algunos años, por
salirse de la ruta tradicional. Nadie dijo nada y proseguimos el camino.

Al llegar hasta donde el vehículo podía acceder, unos se quedaron arriba y

otros decidimos emprender a pie la ruta medio sinuosa. A mí como a otros
compañeros que emprendimos la aventura a más de 40 grados nos
siguieron unos burreros. Insistían que les rentáramos el burro. A medio
camino y el monasterio todavía muy a la lontananza, le comenté a
Emmanuel nuestro coordinador de viaje que era mejor volver atrás, faltaba
mucho para llegar y luego había que emprender el regreso con una
escarpada subida y el sol a cuestas. Ibrahim el señor del burro que no se
me despegó insistió de tal manera que me dio lástima y accedí a subirme al
burro. Otros compañeros hicieron lo mismo. El pago fue toda una odisea, a
unos nos costó 40 dólares a otro hasta 100 dólares. Arriba en el autobús, la
escena era de no creerse. El vendedor de jugos desesperado por que no le
compraron nada por tener un precio excesivo, golpeó en el pecho a una de
nuestras compañeras de viaje. La situación se puso tensa hasta que el
compañero que desembolsó bastantes billetes verdes se bajo hecho una
furia y con navaja en mano puso en orden a los desesperados vendedores
que decían querer más dólares por el viaje en burro, mientras nuestra amiga
golpeada y otra compañera imploraban que nos fuéramos. Ya con el ánimo
un poco exaltado y con miedo a que algo más sucediese y nos viéramos
rodeados de enojados palestinos, pude percibir que detrás de toda esa
desagradable situación estaba la aridez en la que viven. El ambiente así lo
es y la escasez de satisfactores básicos es también un disparador para una
actitud arisca y agresiva. Mientras que estuvimos en Jerusalén el guía que
era musulmán nos había dejado entrever que la convivencia entre árabes y
judíos no era del todo plácida. Nos llevamos mejor con los cristianos dijo. En
nuestro hotel en Acre había más militares hospedados que turistas. En las
zonas que estuvimos en Palestina, se siente desolación y desesperación.
No estaba lejos una guerra que por suerte no nos tocó a nosotros, pero ya
estaba tocando las puertas. Empieza otra triste etapa de dolor y muerte
para esos dos pueblos vecinos que no han podido arreglar sus conflictos
desde los tiempos de Moisés.

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