septiembre 17, 2024
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Libertad García Cabriales

¿Qué le pasa a Marte?

septiembre 9, 2024 | 91 vistas

Libertad García Cabriales

 

El machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo: Eduardo Galeano

 

Habitamos un país machista. Negarlo sería ser tontos de remate. Siglos de historia lo demuestran. Y no sólo eso. Miles de hechos cotidianos dan cuenta de ello en todo el paisaje nacional. Desde los abusos y la violencia doméstica verbal y física, hasta los horripilantes feminicidios, pasando por el acoso laboral, la discriminación sistemática y la violación de derechos en diversos sentidos. México es territorio machista en esencia, dicen los estudiosos. Duele aceptarlo, pero solo así podemos tomar conciencia para revertir, aunque sea poco a poco, los daños perpetrados contra las mujeres.

Y lanzo la pregunta. ¿Quién de las mujeres que lee estas líneas no ha padecido alguna forma de machismo? Quién puede decirse a salvo de la violencia, la misoginia, el acoso, la discriminación, la poca valoración, el abuso; ya sea en su casa, escuela, trabajo, calle. Ojalá haya una suertuda, pero creo no hay una mujer libre de esas prácticas evidentes en una sociedad con brutales desigualdades de poder. Y no hablo sólo de lo público, pues el poder se ejerce en todos lados, en todas las relaciones, en todos los escenarios. Y en un entorno históricamente patriarcal como el nuestro, es el hombre quien mayormente ha ejercido el dominio.

Claro, usted ya debe estar pensando que, pese a todo eso, vamos a ser gobernados muy pronto por una mujer. Y eso es para celebrarse sin duda, pues seremos de las todavía pocas naciones dirigidas por féminas. Un sueño largamente acariciado, un hecho histórico producto de una larga lucha de mujeres valerosas buscando la equidad y los espacios. Millones de votos legitiman a la próxima presidenta y las expectativas son muy altas respecto a su mandato. Y será sin duda un ejercicio político de enorme simbolismo, pues sólo el hecho de ver a una mujer por primera vez en la codiciada Silla del Águila, representará poder y anhelos para todas las mexicanas. Un enorme salto a la equidad.

Pero el machismo ha sido terco. Y cómodo. Para los hombres y también para muchas mujeres. Porque el trabajo de erradicar sus prácticas no es solamente de una persona, por muy poderosa. Es un quehacer diario de hombres y mujeres, desde los más pequeños, hasta los más grandes. Porque por desgracia la violencia, los abusos, los acosos y las infamias contra las mujeres, no se acabarán así sin más, pues requieren todo un cambio de los esquemas mentales en lo privado y en lo público.

Y no sólo es en México. Se ve hasta en los países más avanzados. En la bella Francia, emblema de cultura, ahora mismo se está ventilando un caso terrorífico que ha dado la vuelta al mundo. Gisele Pelicot, llevaba lo más parecido a un matrimonio perfecto con más de 50 años de convivencia. Tres hijos, un marido genial y nietos a quienes disfrutaba mientras él se paseaba en bicicleta. Todo parecía color rosa, hasta que la policía la enteró a través de unas imágenes escalofriantes cómo ella era agredida sexualmente por decenas de hombres que su “marido perfecto” había contactado por internet, violentándola previo suministro de drogas. Se me hace un agujero en el estómago de sólo escribirlo. El horror en su máxima expresión. Ahora ella enfrenta un juicio con mucho valor para demostrar de qué lado debe estar la vergüenza, el oprobio, el castigo.

Lo sé. Es un caso extremo, pero en nuestro país pasan cosas igualmente terribles. Los miles de feminicidios son sólo una muestra. Y todo es producto del machismo, de esa idea absurda de creerse superiores, con derecho a poner la pata en el pescuezo y matar mujeres (literal y metafóricamente). Ahí está la raíz. Mucha gente prefiere no saber, voltear la mirada; pero nadie está exento y visibilizar el machismo es necesario si realmente queremos una sociedad más justa y menos violenta en todos sentidos.

Hoy escribo pensando en ello después de leer y escuchar, no sin pena, las declaraciones de un diputado tamaulipeco con nombre de un gran gobernador, pero según parece con criterio estrecho: Si la mujer no le hace el lonche al señor, si no consiente en tener relaciones sexuales cuando el señor lo pide, es violencia, según sus palabras. Uf.  ¿Qué le pasa a Marte? No lo conozco, pero con todo respeto, él puede pensar, desear o temer lo que quiera; pero es un diputado, tiene voto en el Congreso, sus palabras tienen ecos. Y usted dirá: en efecto, así piensan muchos, así viven muchos, conozco numerosos casos; pero alguien debe decirle al señor Marte que las cosas están cambiando y los roles de género son ahora parte de una transformación necesaria para una mejor convivencia, pública y privada. Eso se llama justicia.

En fin, el diputado tuvo sus quince minutos de fama, pues se lució a nivel nacional. Pero más allá de verlo como chascarrillo, es bueno reflexionar, (ahora que gran parte de las mujeres trabaja dentro y fuera de casa), en cómo los dichos, al igual que los hechos, tienen peso y reflejan a cada quien y sus prejuicios.  Tal vez Marte tenga buenas intenciones en su defensa de los hombres, pero quizá le faltan lecturas, revisar estadísticas, analizar la historia. Y no olvidar que seremos gobernados muy pronto por una mujer.

 

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