Muy buenos días queridos lectores de EL DIARIO de los Bien Informados, deseo que su semana sea muy pero muy productiva y gratificante.
En esta ocasión quiero platicarles algo que me sucedió, no solo a mí, sino a una cuantiosa cantidad de personas a las afueras de la escuela de uno de mis dos pequeños.
Estábamos todos los padres de familia listos pasadas de las 3:30 de la tarde después de nuestra jornada laboral del lunes, con todas las ganas de recoger a nuestros hijos esperando que nos abrieran el portón para poder pasar a los respectivos salones por ellos.
Pues resulta que ya estábamos la gran parte de los padres de familia dentro de nuestros carros con nuestros hijos, y nadie, pero nadie podía avanzar, el tiempo pasaba, la paciencia se perdió y todos los que estaban al volante se asomaban por su ventana para ver qué era lo que pasaba o cual era la razón por la cual nadie absolutamente nadie podía avanzar, imagínense la desesperación de los pequeñitos que desconocían totalmente el porqué de la situación. Nunca había visto a tantas personas siendo afectadas por un solo conductor y lo peor del caso que no se tardó un minutito, su demora fue larguísima.
No puedo entender con qué tranquilidad, en primer lugar dejas tu carro en medio de todos, es decir donde más estorba, obstruyendo los dos carriles porque a decir verdad por culpa de él tampoco podían avanzar los del otro carril, hay personas que conscientes de la situación al menos dejan a alguien dentro de la unidad que pueda hacer algo o incluso lo dejan con las llaves y lo mueven, pero fue todavía más impresionante ver la tranquilidad con la que el dueño del carro, sin ninguna vergüenza sale del plantel con su hijo y se sube como si nada, literal, como si nadie de nosotros estuviera a un lado.
Perdónenme, pero ¿de qué se trata? En qué momento se perdió toda la empatía con las demás personas, el procurar estacionarnos en un lugar que no afecte a nadie, y si no encuentro le sigo buscando, pero jamás, jamás me quedo en donde afecto a otros o peor por mi culpa se para totalmente la circulación de la vialidad.
Esto es una simple experiencia que sucede en un día común y corriente pero que da mucho de qué hablar si de comportamiento hablamos.
Es una conducta totalmente reprobable y a la vez triste porque denota no solo falta de empatía, también mucho egoísmo, esa persona por ejemplo solo pensó en sí misma, nunca pensó en los demás niños ni padres de los mismos.
Nunca olviden queridos amigos que, aunque no lo creamos o aunque a veces no parezca, todas nuestras acciones pueden afectar a otro ser humano, es por eso que hoy les digo o más bien los invito a que siempre mediten antes de actuar y pregúntense al menos ¿Lo que haré es lo mejor para todos? O ¿Afectaré a alguien? No podemos convertirnos en seres indiferentes, sino que nos espera como sociedad, y de ejemplos tan simples como este es de donde puede sacarse un gran aprendizaje para reprobar y corregir hechos como esos y actuar totalmente a la inversa, es decir, con toda la empatía del mundo, que créanme hoy en día es lo que está pidiendo a gritos nuestra sociedad.
Simplemente observen a la gente ahora al momento de conducir ¿A poco no te arruinan tu día por lo enojados que manejan? Antes predominaba la amabilidad cedías el paso por elección propia, ahora se pasan el alto hasta cuando les corresponde hacerlo, una total barbaridad y llegas a tu destino con toda clase de insultos, pero lo peor del caso, ya creemos que eso es normal, cuando no debe serlo.
Es por eso que hoy los invito a revivir ese lado humano, empático que en realidad todos tenemos, ese fue el motivo original del nombre de esta columna, el querer que no se pierda el lado amable es y debe ser una constante en nuestro día a día, sé muy bien que tú que me lees te unirás a esta intención ya que piensas lo mismo así que siempre recuerda: QUE TU PROCEDER NO AFECTE.
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