El Congreso local es el lugar donde se supone que los representantes de la ciudadanía se reúnen para
debatir, legislar y tomar decisiones en beneficio de la sociedad, repito en mayúsculas: EN BENEFICIO DE
LA SOCIEDAD, al menos en la teoría así debe ser; sin embargo, en Tamaulipas este espacio se ha convertido, por lo menos durante los últimos seis años, en una especie de “reality show”, donde la lucha por demostrar quién puede más entre partidos políticos es más importante que el interés común, sencillamente a nuestros diputados se les ha olvidado para qué fueron electos, los que así lo fueron.
Hoy los grupos políticos dentro del Congreso se enfrascan en peleas estériles, donde priman los intereses partidistas por encima de las necesidades de los ciudadanos, lo que por supuesto termina obstaculizando la posibilidad de llegar a acuerdos y consensos que permitan impulsar políticas efectivas y generar soluciones reales a los problemas que enfrentamos en Tamaulipas, que a decir verdad en este momento de nuestra historia son muchos.
La confrontación conduce a la obstrucción legislativa, donde las propuestas de una bancada son bloqueadas sistemáticamente por la oposición sin una evaluación real de su contenido y esta práctica genera un estancamiento en la aprobación de leyes y reformas necesarias para el desarrollo del Estado, lo que provoca que los ciudadanos seamos el último eslabón en el orden de importancia de sus políticas legislativas.
La competencia por ganar simpatías y votos lleva a un enfoque centrado solo en el corto plazo y en las estrategias electorales, descuidando la implementación de políticas públicas eficientes y sostenibles. Este comportamiento reprobable profundiza la desconfianza de la ciudadanía en sus diputados y debilita la democracia misma.
El estancamiento legislativo resulta en un desperdicio de recursos y tiempo valiosos, porque en lugar de destinar esfuerzos a discutir y resolver los problemas de la ciudadanía, los legisladores se dedican a jugar un juego político de descalificaciones y confrontaciones; lo que provoca una dinámica improductiva que impide destinar esfuerzos conjuntos y adecuados a proyectos y programas que realmente beneficien a la población.
Es fundamental que los legisladores se comprometan a dejar de lado las rivalidades partidistas y prioricen el bienestar de la sociedad a la hora de tomar decisiones. La ciudadanía, por su parte, debe exigir un comportamiento responsable y enfocado en soluciones reales, promoviendo la colaboración, participación ciudadana y el diálogo constructivo entre los diferentes actores políticos. Solo así podremos avanzar hacia una política más efectiva y comprometida con el interés común; ojalá y nuestros diputados lo tomaran en cuenta.
¡Nos leemos la próxima!
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