Rogelio Rodríguez Mendoza
Aunque a nivel nacional, el Partido Revolucionario Institucional, (PRI), todavía “respira”, en Tamaulipas está, literalmente, muerto.
Prácticamente no queda nada del que durante 70 años fue el partido hegemónico. En el que todos querían estar. El que ganaba elecciones sin hacer campaña. El partidazo, pues.
Lo único que sobrevive es el viejo inmueble que alberga al Comité Directivo Estatal. Pero también está en riesgo por tantos laudos impagados.
Su dirigente estatal, Mercedes del Carmen Guillén Vicente, y quienes la acompañan en el CDE, siguen en el partido por el sueldo que perciben y no por convicción o por una situación ideológica.
Alguna vez, “Paloma” confesó, en una entrevista, que aceptó presidir al PRI tamaulipeco como un favor.
Por eso, en cuanto el partido pierda el registro y como consecuencia se quede sin prerrogativas, Guillén Vicente y todos los que integran el CDE seguramente también migrarán a otras alternativas políticas.
Para confirmar la lamentable realidad del PRI, está la reciente renuncia de, Alejandra Cárdenas Castillejos, sin duda el más importante liderazgo estatal que aún conservaba.
La salida de la exdiputada fue un golpe demoledor. Podría decirse que, esa renuncia fue como desconectarle al partido el respirador del que venía dependiendo desde el 2016, cuando el cabecismo lo dejó en fase terminal.
¿Qué le sucedió al PRI? ¿Por qué nunca se pudo recuperar?
Sin duda habrá varias respuestas para esas interrogantes, pero en lo personal me parece que el tricolor cavó su tumba cuando aceptó esa famosa alianza con el PAN.
Unir a dos partidos antagónicos, diferentes en todo, fue un error fatal, para ambos, porque ni uno ni otro avanzaron, por el contrario, retrocedieron.
De hecho, fue esa alianza lo que permitió a Morena alcanzar la fuerza que hoy tiene. El partido guinda usó a su favor el desprestigio del PRIAN, para catapultarse y convertirse en lo mismo que fue el PRI en sus tiempos de gloria, cuando no había oposición.
Esa es la triste realidad del tricolor. Seguramente será en la elección del 2027, cuando las autoridades electorales le expedirán su certificado de defunción, porque no alcanzará el tres por ciento que la ley le exige para mantener su registro.
Sin embargo, no hay que esperar hasta entonces para desearle un, RIP al PRI.
EL RESTO
“PAPELONES”.- La dinámica en el desarrollo de las sesiones del Congreso del Estado muestra cambios significativos.
Al menos en las seis o siete sesiones ordinarias que ha tenido la 66 Legislatura, no se han visto aquellos “papelones” que protagonizaban morenistas y panistas, donde los debates se reducían a un simple intercambio de gritos e insultos al por mayor.
Hasta el momento hemos visto respeto mutuo de todas las bancadas. Todavía no se pronuncia el primer insulto desde la tribuna ni desde las curules, lo cual es de agradecerse.
La misma presidenta de la mesa directiva, Magaly Guillermina Deandar, que fue protagonista de los peores escándalos en el salón de Plenos, ha tenido un comportamiento decente.
Qué bueno que así sea. Ojalá ese sea el comportamiento de los diputados en los tres años que estarán en el cargo.
Lo que sí es que, hay diputadas y diputados que ya comienzan a hacer diferencia, aunque no precisamente por sus virtudes o sus iniciativas.
Están los casos, por ejemplo, de Katalyna Méndez y Víctor García Fuentes, cuyas intervenciones desesperan a sus pares por tanta exageración discursiva. Abusan tanto del micrófono que, durante la más reciente sesión la presidenta de la mesa directiva tuvo que pedirle al matamorense que concluyera su intervención.
ASÍ ANDAN LAS COSAS.