María José Zorrilla
En la era de las comunicaciones estamos viviendo un exceso de ruido informativo, una etapa similar a lo ocurrido con la Torre de Babel. Ya no hay entendimiento ni entre las aparentes mismas facciones, ni entre los pobladores de un mismo país. Ya ni los Hezbolá ni los Hamas se están entendiendo, Rusia y Ucrania siguen en feroz guerra después de dos años de intensos encuentros con misiles y hombre a hombre. Francia, España, Alemania, Venezuela, divididos entre derechas e izquierdas. El comercio chino es ahora el gran enemigo. En México los que no le van a Morena encarnan guerras periodísticas y memes de lo parecido a Dinamarca que somos en salud con enfermos tirados en el piso en los hospitales y colas de payasos haciendo fila para concursar como jueces. Con los vecinos del norte, un Pacífico TELMEC empieza a generar discordias y raspones fuertes entre los tres países cuando convivieron armónicamente en santa paz durante un tercio de siglo. Pareciera que realmente estamos viviendo el episodio de la Torre de Babel, un mito que aparece en el libro del génesis y sobre el que no hay evidencia histórica que corrobore su existencia. No obstante, el mito pudo haber tenido sus orígenes en una construcción real de la antigua Babilonia. Lo cierto es que la narrativa cuenta que estos hombres querían alcanzar una grandeza única que fuera admirada por todos. Algunos consideran que la idea era alcanzar al cielo y retar a Dios y que una forma de castigarlos por semejante osadía fue hacerlos hablar diferentes lenguas para que no pudieran entenderse. La metáfora según Ron Rolheiser un experto teólogo catedrático en la Universidad Teológica de Oblate en Texas, no es explicar el origen de los distintos idiomas del mundo, sino está destinado a explicar los profundos y aparentes malentendidos irreconciliables.
Hoy día el inglés es el idioma universal, pero entre más gente se comunica oficialmente en inglés, hay más atomicidad en la comunidad global y son múltiples las maneras en que podría explicarse esta historia de malentendidos, advierte el canónigo católico citando al psicólogo social Jonathan Haidt. “Las divisiones entre nosotros han sido provocadas de muchas maneras por las redes sociales”. El argumento es que lo que se suponía nos conectaría con amigos y familiares y con personas de todo el mundo ha llevado a una fragmentación radical de la sociedad y al rompimiento de todo lo que parecía sólido como la dispersión de las personas que habían sido comunidad. Lo vimos en las recientes elecciones presidenciales de los americanos. No fue posible entenderse prácticamente nunca en ningún tema clave: cambio climático, inmigración, pobreza, género, salud, aborto, el lugar de la religión en la esfera pública, de qué lado está la verdad, y, lo más importante, qué es la verdad.
El teólogo afirma “Ya no compartimos ninguna verdad común”. Más bien, todos tenemos nuestra propia verdad, nuestro propio idioma individual. Como dice el dicho popular, ¡he hecho mi propia investigación! O como dijera el propio López Obrador, “yo tengo otros datos”. La gente ya no cree ni en la ciencia. Innumerables son las fuentes informativas que circulan en el ciberespacio. Cientos de canales de televisión, innumerables pódcast y millones de personas alimentándonos con su versión de las cosas en las redes sociales, de modo que ahora hay escepticismo sobre cualquier hecho o verdad. No es de extrañar las innumerables teorías conspiracionistas, las nuevas religiones, la nueva espiritualidad en diez pasos, los falsos gurús, los nuevos ídolos de barro. Esto nos está dividiendo a todos los niveles: familia, vecindario, iglesia, país y mundo. Ahora todos estamos hablando diferentes idiomas y, como los habitantes originales de Babel, estamos siendo dispersados en todo el mundo. Lo que nos unirá afirma Rolhoiser será la caridad, la alegría, la paz, la paciencia, la bondad, la clemencia, la fidelidad, la solidaridad, la gentileza y la fe entre otras propuestas. Parece utópico, pero habría que intentarlo en esta época navideña que inicia aunque sea a pequeña escala.